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UN VIAJE A LA TRANQUILIDAD DEL URUGUAY RURAL



Durante muchos años cultivé a mi propio riesgo una fantasía sobre cómo sería el interior de Uruguay. No me refiero a las glamorosas arenas de Punta del Este y alrededores, ni siquiera a agreste lejanía de Cabo Polonio o Punta del Diablo, sino a la incógnita escondida tras esa famosa franja costera. Me refiero a esa verde y llana amplitud que el mapa opone simétricamente a la llanura bonaerense. ¿Cuán distintas o similares serán las cosas en el país vecino? ¿Cómo serán la arquitectura, la huella del ferrocarril, el ritmo de vida, el parque automotor, la hospitalidad….? En medio a los preparativos de mi viaje Argentina – Alaska agendado para Diciembre 09, mi comñaera y yo decidimos tomarnos una semana para recorrer algo del corazón del país vecino.


Paula y Miguel, una pareja amiga que nos alojó en Concepción del Uruguay, Argentina, decidieron hacer de nuestro viaje a Uruguay una excusa para hacerse una escapada ellos también, y no sólo nos llevaron a la frontera, sino que seguimos viaje por las tranquilas rutas uruguayas hasta una localidad llamada Guichón.

Lo primero que nos llamó la atención mientras circulábamos por las tranquilas calles de Paysandú fue la extrema amabilidad de los uruguayos. Nos parecía que la constancia con que todo vecino gesticulaba para saludarnos debía esconder más que la reacción ante un automóvil con patente argentina, nada raro en una ciudad fronteriza. Y teníamos razón, había algo más. “¡Van en contramano!” Se expresó claramente un hombre que apenas tuvo tiempo de bajarse de la bicicleta. Y es que en Uruguay hay tan poco tránsito que cuesta a veces darse cuenta para dónde va cada calle…




Llegando a las afueras de Paysandú nos encontramos con este terreno repleto de autos antiguos en venta, como si fuera un museo al aire libre. Esta pecualiar concentración de vehículos refleja lo que ya me habían anticipado: la gran proporción de modelos anteriores a 1960 que aún circulan -o casi- en la Banda Oriental. Muchos de estos modelos jamás se comercializaron en Argentina, como los Peugeot 202 o la línea Simca. No sólo en los terrenos, también por las calles veo cruzar de improviso camionetas modelo 50. Como en un safari fotográfico ando con el dedo en el gatillo de la cámara. Los chicos se ríen de mi fetiche fotográfico…





De Paysandú en adelante tomamos la Ruta Provincial 90 rumbo a Guichón, hasta donde llega el asfalto, y desde donde  seguiremos solos y a dedo. El primer pueblo que cruzamos se llama Esperanza. Cuando un pueblo se llama así, uno normalmente imagina un escenario desolado o al menos poco pretensioso, ya que esos topónimos derivan más del deseo de una realidad que de su retrato. Dicho y hecho, en Esperanza (que no está muy lejos de otro pueblito llamado “Porvenir”) no hay más que un caserío, unos silos, y la Sede Social Esperanza F.C, quyo nombre apenas se traduce en un gran almacén con una publicidad de la cerveza local “Pilsen” y el ubicuo letrero de “Dunbar Rare Old Whiskey”.





La ruta está casi desierta. Hacia los laterales, la decoración la ofrecen, intermitentemente, alguna casona colonial, y de manera más obsecuente, hectáreas de plantaciones de pino o eucaliptos que abastecen a las controvertidas pasteras sobre el río Uruguay. Llegamos finalmente a Guichón, donde almorzamos sándwiches sobre los bancos de la plaza principal, mientras Eva, la hija de Paula y Miguel, huele las flores de los canteros. Caminamos por el pueblito buscando donde comprar agua mineral. Por todos lados asoman niños, jugando a las escondidas hasta debajo de las alcantarillas, montando caballos… están por todas partes. Y como estamos en el Uruguay, ya no son niños….sino gurices! Breve introducción al léxico mesopotámico: un gurí, dos gurices. ¿La muchachada? No, no… la gurisada, la gurisada Moebius (muchos de ellos).


Por la calle, una mujer que me ve tomar fotografías se ofrece como modelo para una. Está algo fuera de sí, y apenas coordina sus frases, pero es amable. La despedimos, pero la reecnotramos volvemos casualmente en una farmacia. Nosotros entramos a pedir orientación; ella, un litro de alcohol diluido con un poco de agua. Me hizo recordar a los iraníes que beben a escondidas su alcohol etílico ante la ausencia de cualquier bebida alcohólica legal…






El aspecto de algunos comercios, los vehículos, y la persistencia de avisos publicitarios antiguos nos dan la sensación de estar en un estudio que simula un pueblo de los años 80. Por ese apacible escenario los uruguayos acompasan su andar, con su mate bajo el brazo. Cada pregunta que hacemos es respondida sin prisa y con acentuada cordialidad. ¡Llegamos hace una hora y ya nos gusta estar en Uruguay! 


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Acerca del Autor

Juan Pablo Villarino

Desde el 1 de mayo de 2005 recorro el mundo como mochilero para documentar la hospitalidad y la vida cotidiana de los destinos más insólitos a través de mis crónicas. Escribo libros de viaJe para contribuir a la revolución nómada.

2 Comentarios

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  • Paysandú y lo Pstres Chajá?!!!!Pronto pa`saboreá;y a otra fronteras pàsa`;y sí el podé`logra`lo de otras culturas y pueblos costumbres pode`recordà!!!!!…//inter-kultur.//Welweit.//

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