¿Por qué hacinarse en campings y hoteles de lujo cuando se puede estar verdaderamente en la naturaleza? Los primeros alojamientos rurales en Europa aparecieron a principios del siglo XX en la zona de los Alpes, pero es a partir de la década del 60 cuando el ser urbano comenzó realmente a mirar con nostalgia a la campiña.
Desde entonces, la tendencia en el sector turístico es imparable: cada vez más viajeros dan prioridad a reencontrarse con la naturaleza durante su tiempo libre. Lo que antes hubiera sido considerado bohemio, hoy es boutique e, incluso, upmarket.
Rústico, pasó a ser buena palabra…
Ya es normal que alguien se aloje en una granja del 1700 en Puglia, Italia, rodeada de olivos, donde el propietario te sirve un queso aromatizado con las hierbas que recolectó esa mañana mientras pastaba sus ovejas. Y a nadie recién salido de un cinco estrellas se le ocurriría reírse.
Las palabras para etiquetar a los establecimientos y a la experiencia cambian como un caleidoscopio según el país, la época y las modas: agriturismo, farm-stays, glamping, ecoturismo, turismo comunitario, bed and breakfasts, etc.
Lo que no cambia es la idea de tener una experiencia personalizada e insertada en el mundo rural, se trate de una casa e medio del bosque o de una granja funcionante.
Lo que sigue son algunas tendencias y panoramas, en distintos países europeos, así como algunas novedosas herramientas que vinculan a los visitantes con los anfitriones en el espacio virtual.
Tabla de contenidos
Los agriturismos italianos
En 1960, la Guía Michelín no listaba un solo alojamiento rural en toda Italia. Pero entonces algo cambió, y los llamados agriturismos se volvieron el modelo europeo a seguir. Cuando en 1975 se publicó la primera Guida dell’Ospitalità Rurale, había recién 80 granjas habilitadas para recibir turistas. Ahora son más de 12.000 establecimientos registrados
Desde los años 90, los agricultores empezaron a reconvertir en masa sus antiguas granjas para hacer frente a la creciente demanda y diversificar así sus ingresos. La tendencia les salvó las papas: el agro estaba en crisis y muchos pequeños productores no estaban sacando un gran rédito de sus labores tradicionales.
Pero ahora, con habitaciones e incluso restaurantes anexos a sus granjas –aún funcionantes- los propietarios han logrado monetizar el interés de los urbanitas en restablecer contacto con el proceso por el que la comida llega a la mesa, algo que también es tendencia en Estados Unidos con los restaurantes farm-to-table.
Para las generaciones acostumbradas a buscar alimento en góndolas de supermercados y pasarla por un scanner, ver cómo cortan los tomates con que te preparan una salsa fileto, usando una olla de 120 años de antigüedad, es toda una epifanía gastronómica. Este orgullo por los ingredientes y recetas regionales es muy italiano: no es casualidad que Italia haya sido la cuna del movimiento slow food allá por 1986.
Italia es pequeña, pero sus regiones tienen un carácter bien distintivo, y por ende sus agriturismos también. En Toscana, por ejemplo, podés alojarte en casonas rurales en medio de suaves colinas con cipreses, donde vas a estar cerca de pueblos medievales como Montepulciano o San Giminiano, con exquisita arquitectura del Renacimiento.
Además Toscana tiene su propia ruta del vino, que recorre bodegas y viñedos de la cepa Chianti. La mayoría de estos alojamientos tienen piscina y sirven sus desayunos y cenas con ingredientes locales en la terraza, ¡o incluso en el granero!
Si vas a viajar a Toscana, te recomiendo este recorrido de Florencia a Siena visitando pueblitos.
En Pugllia o Calabria, muchos alojamientos rurales están rodeados de campos de olivos centenarios que es posible visitar para entender todo el proceso desde el prensado hasta el embotellamiento del aceite de oliva.
En Sicilia, en cambio, muchos agriturismos son plantaciones de limones y almendras aún activas, que ofrecen nada menos que una cena de filet de pez espada regado por vino contadino, es decir, local. Es normal que cada establecimiento ofrezca productos llamados Kilómetro 0, es decir, provenientes exclusivamente de la región donde se encuentra el establecimiento.
Casas en la naturaleza – Naturehouse
Con tanta oferta de alojamientos rurales en Europa, era necesaria la aparición de un buscador especializado, y esto acaba de ocurrir en Holanda con Naturehouse, que recientemente lanzó una versión de su web en español, que acabo de dejarte en el enlace.
Los hermanos Tim y Luuk Van Oerle eran fanáticos del avistamiento de aves y se dieron cuenta que, en sus viajes por Europa, les daba trabajo alquilar por internet sitios tranquilos, alejados del bullicio de lo que son hoy los campings europeos (una acumulación de casas rodantes, piscinas repletas de niños brincando y gritando, pizzerías y hasta bares o discotecas).
Gradualmente, el sitio pasó de incluir casas de vacaciones convencionales en entornos rurales a abrazar las vanguardias como el glamping, y opciones más radicales como yurtas, tiendas gitanas y caravanas. Algunas casas se encuentran en el bosque, otras junto al mar o en la montaña. Todas tienen en común la tranquilidad y la inmersión en la naturaleza.
Lo que me interesó de esta plataforma es el proyecto ambiental que llevan adelante. Naturehouse planta un árbol por cada noche reservada, en terrenos ubicados en Tanzania, Madagascar o Burkina Faso, y actualmente están muy cerca de llegar al millón de árboles plantados. Un resultado fantástico para una start up iniciada en un ático por dos jóvenes holandeses.
Farm-stays en el Reino Unido
El Reino Unido es otro país con una enorme herencia de arquitectura rural que ha sido sabiamente adaptada a las tendencias, conservando siempre ese orgullo por el English countryside. Quizás por eso las farm stays son el sector con más crecimiento dentro del turismo en la última década.
Un consejo para el Reino Unido es visitar en otoño, para de esta manera sincronizar con la época de cosecha. Además, es cuando los paisajes se cubren de niebla al amanecer o al atardecer, lo que siempre es una buena excusa para refugiarse junto a una chimenea encendida.
Algunos de los mejores alojamientos rurales en Europa se encuentran en Inglaterra. En la región de Lincolnshire hay numerosas casonas nobles rodeadas de plantaciones de ciruelas o manzanas, con sus propios bosques de roble, con ciervos, lechuzas, conejos y demás vida salvaje. De hecho, en la campiña inglesa, estos animales los podés ver muchas veces desde tu ventana.
Muchas veces tienen también decenas de hectáreas dedicadas a la ganadería (vacas, ovejas) y ofrecen tours gratuitos a quienes se hospedan. No sería raro alojarse en un granero del siglo XIII o que los apartamentos de un B&B estén insertos en un cobertizo para carruajes del siglo XVIII reacondicionado con todos los lujos.
En Escocia, hay incluso una granja con su propia escuela especializada en los cientos de tipos de hongos comestibles que habitan la campiña. Para quienes viajan con niños es genial, porque siempre van a estar entretenidos: sobran oportunidades de que ayuden en labores de la granja como recolectar huevos o incluso montarse en un tractor.
En todos los casos, al igual que en Italia, las granjas ponen a disposición ingredientes locales, como (¡por supuesto!) pancetas y carne de cerdo de razas regionales. Regiones pintorescas para estar atentos a la hora de buscar alojamientos rurales en Inglaterra son Cornwall, Devon y Herefordshire.
Aldeas abandonadas convertidas en hoteles dispersos
Un fenómeno que se da últimamente en España es la reconversión de aldeas abandonadas en complejos hoteleros, o incluso en espacios de co-working. Sólo en Italia o España existen más de 5.000 pueblos semiabandonados o en completo abandono.
Los cambios en los estilos de vida, las migraciones internas del campo a la ciudad y el ímpetu natural de los jóvenes de buscar oportunidades ha vaciado muchísimos pueblos en la segunda mitad del siglo XX.
Pero hoy día, la industria turística ha salido al rescate y, desde la década de 1980, pueblos enteros se han convertido en lo que los italianos llaman alberghi difusio hotel difuso. Un ejemplo espectacular es el de Santo Stefano di Sessanio, un pueblo en las montañas de los Abruzzos a 1250 metros de altura, que fue convertido en villa turística.
En España hay casos similares, como Aldea Rosqueta, en Castellón, donde las 18 viviendas se han transformado en suites, o Couso Galán, cuyos propietarios la adquirieron en 2000 y convirtieron en un complejo hotelero de 20 habitaciones, restaurante, cafetería y salón de eventos.
Así cabañas de piedras de pastores se vuelven habitaciones, se restauran las torres medievales, y las antiguas residencias de lugareños, muchas veces en ruinas, se reciclan para áreas de desayuno o restaurantes, siempre manteniendo un estilo rústico.
Muchas veces, los pocos habitantes que quedan en el pueblo se integran al proyecto, que según un manifiesto publicado en 2012 debe siempre tender a conservar el patrimonio y contribuir a la revitalización económica de la aldea. Otro punto clave es que deben funcionar más como hoteles que como Airbnbs, con áreas designada para recepción, desayunos, etc.
Cabe preguntarse si alojarse en un pueblo vaciado de sus habitantes y, por ende, de su ruralidad, es una experiencia auténtica o simplemente una experiencia boutique. Lo que no se puede dudar es que es una de las opciones más interesantes de alojamientos rurales en Europa.
Echo en falta Asturias en la lista (me gusta tirar pa casa jaja) pero es una muy buena recopilación, espero que la tendencia continue al alza. PD: Enhorabuena por el blog y por las crónicas de viaje!
Es cierto, Asturias merece un lugar en este artículo, aunque no conozco en detalle ese destino. Está en mi lista 🙂