¿Por qué algunos viajamos a dedo, a pie, o recorremos un continente entero en bicicleta? No por necesidad, al igual que el montañista no añora helicópteros. Queremos recuperar la dificultad y autoinfligirnos obstáculos para volver a sentir que algo nos late dentro del pecho.
Porque la tendencia es, encima disfrazada de ventaja, poder planear un viaje a golpes de clic, viajar como quien tacha la lista del supermercado. Nos ofrecen poder saber el color de las cortinas del hotel donde vamos a dormir en Tokyo o Tilcara, la combinación precisa de autobuses que nos deja en el Templo de Borobudur, queremos que los masai salten a las seis en punto y que los leopardos se asomen a las seis y cuarto.
Y eso es anillo al dedo para mucho, pero otros, en secreto, estamos putamente hartos de eso, y por eso andamos mendigando horizontes. No es una metáfora. Buscamos recuperar algo tan básico como tener el camino bajo los pies y mirar hacia adelante sin saber qué va a pasar, dónde vamos a dormir, qué carta jugará el destino. ¿Habrá que acampar o terminaremos invitados a una boda en esa aldea transilvana que se avecina?
Lo que un viaje gana en planeamiento aniquila el margen para la aventura. Las dos cosas no se pueden. Está bien conocer los costos y procedimientos de las visas, y leer previamente sobre la cultura, historia, minorías étnicas e idiosincrasias regionales del destino a visitar. Pero eso, curiosamente, es lo que cada vez hacemos menos.
En cambio, reservamos excursiones y sabemos exactamente qué vamos a hacer (y sentir, porque ya hemos leído las reseñas digitales de otros «usuarios» de la experiencia prometida) cada día. Es como si fuéramos a un parque de diversiones.
Hace poco alguien me pidió recomendaciones de libros de viaje inspiradores. Y para ser honesto, yo sigo encontrando mi inspiración en los clásicos, en los exploradores, o en cualquiera que sea capaz de descocerse la armadura de certezas que blinda nuestra aura.
Lean a Richard Burton llegar a la ciudad prohibida de Harar, Etiopía, en 1854, con camellos cargados de tabaco y otras mercancías para trocar por su vida a las tribus de bandidos del desierto, o a Patrick Leigh Fermor, cruzar Europa a pie hasta Constantinopla en 1933, a veces durmiendo en graneros, otras veces codeándose con realezas extintas y jugando al polo en bicicleta en los salones de un castillo austrohúngaro.
Eran tiempos donde la manera más rápida de llegar al Sudeste Asiático era en vuelos de KLM. En avión, sí, pero el vuelo desde Amsterdam a Batavia, actual Jakarta y entonces capital de las Indias Orientales Holandesas demoraba 5 días, con 23 escalas en Atenas, Bagdad, Karachi, Rangoon….
Hoy, en comparación, Bangkok pareciera estar a menor distancia simbólica que la última parada de la línea H del subte de Buenos Aires. Una escapada anuncia por influencers que a veces parecen maniquíes, paladines del viaje como fetiche de una felicidad guionada, de una droga paliativa y compensatoria, viajar para dar un portazo a la rutina, no importa mucho a dónde.
¡Y què bien que está y qué necsario para muchos! Pero quizás este post es una botella lanzada al mar para esoso otros pocos para quienes viajar de esa manera sería un placebo de sus expecctativas reales.
Porque estar rodeado de palmeras o mezquitas no garantiza necesariamente la emoción primordial del viaje. No es el destino, es el camino y cómo se transita. Hacer que el corazón lata de adrenalina más allá de la puerta de embarque exige más trabajo que reservar un hostel por booking.
No son clics, son latidos, distancias ganadas con suela, noches que “adondecen” donde te tocó y nunca imaginaste, bebiendo vino casero de un cuerno en una aldea de Georgia o escuchando payadas en una comunidad huarpe en el desierto mendocino.
En su punto de hervor justo, cuando es diamante bien pulido, la felicidad viajera se parece al cannabis, y las decisiones se toman desgranando intuiciones en el viento más que mirando una app en el oráculo de silicio del teléfono.
No es el destino, no son los clics para llegar a él ni la selfie publicada como distribución de status, sino el viaje como oportunidad para el crecimiento espiritual, una gimnasia para el desapego, la versatilidad, la empatía con otros humanos y la serenidad ante la incertidumbre de un mundo cambiante.
No es el destino, ni las palmeras, ni los lentes de sol ni la foto debajo de los paraguas de colores.
Es más complicado. Es más sencillo. Es recuperar la simpleza del camino.
Juan amigo, un abrazo fuerte y que el universo te acompañe en todos tus viajes, siempre dejando una gran parte de ti, sigues escribiendo y compartiendo tantas experiencias como mensajes de vida, comparte con todo el hermano que te encuentres. buenas energías, espero un día encontrarte por el camino saludo.
Gracias por el mensaje! Que así sea!
¡Que linda reflexión Juan! Esto se puede aplicar además a todos los aspectos de la vida. Cada vez como sociedad estamos más impacientes, queriendo recoger toda información, saberlo todo y tranquilizarnos. Hoy veo que se busca mucha tranquilidad en el poder del conocimiento y cada vez menos aventuras. Ojala que esto llegue a muchos y que junto con este tiempo de cuarentena, volvamos a valorar la esencia de las cosas. ¡Un abrazo!
Gracias por leerme!!
Leerte es oxigeno entre tanto espacio exterior con traje espacial reservado con antelación.
🙂 Muchas gracias por la buena onda!!
Hola Juan Pablo! Estoy por iniciar, en época de cuarentena, la lectura de tu libro » Vagabundeando en el Eje del Mal»
Antes quise conocer quién lo había escrito . Me sorprende tu recorrido y tu postura de vida. Muy interesante.
Te deseo una buena vida en este recorrido por los distintos pueblos de nuestro planeta.
Un abrazo !
Muchas gracias, me alegra que el libro te esté acompañando en esta cuarentena. Mientras tanto, yo esccribo el libro siguiente, sobre el cruce de Africa a dedo!
Tomara (Ojalà) pudieras vivir mas de 300 años para saberte un clàsico laaaargo de la literatura universal. «Tu forma de ser atrae tu vida» Pura Vida Juan Pablo!
Abrazo grande Juanma, viejo compañero de boicots al sistema!!
Este relato representa lo que uno busca en este blog que sigo hace años: palabras y claridad, ni fotos ni datos ni seguros, sólo una sensación que muchos compartimos en grandes palabras! Gracias loco! Un PD: este relato me trajo a la mente al vasco de la carretilla y creo que hace 90 años habrá salido de santa cruz con las misma sensaciones que se describen en el artículo. Saludos
El famoso vasco de la carretilla, está grabado en el imaginario colectivo. Muchas de las reflexiones, es verdad, hoy se publican en mis redes como Instagram. Y obviamente en los libros. Pero de vez en cuando el blog vuelve a ser el cuaderno de reflexiones que empezó siendo.
Me encantó! Gracias!
Que bueno, gracias por comentar!!
Cómo extrañaba leer contenido en el blog! Qué lindo!
Totalmente de acuerdo. Viaje, qué viaje! Viajar lento, viajar y no confundir económico con sustentable.
Viajar, verbo puesto en pausa pero muy activo en cada pensamiento.
Viajar porque es el único lugar donde importa el «por qué» y no un «para qué»
Sea como sea «estamos vivos porque estamos en movimiento» (bien lo dice nuestro Uruguayito Drexler).
Pero ahora esperar. Y con textos así, es un lujo, no un sacrificio. ?
Gracias Ivana! Abrazo desde mi bunker de escritura del libro de Africa!!
Tremendo Juan, siempre tan lucido, acertado y amoroso en el decir-contando, desde vagabundeando.. recuerdo tres palabras que cambiaron mi mirar, aceptación incondicional, empatia y coherencia..
saludos, siempre oxigena leerte
Me fueron dichas por uno de esos maestros analógicos que uno se encuentra caminando por la vida. Y ahora, circulan…
En estos tiempos de aislamiento y encierro, resulta bien interesante reflexionar sobre la pasión viajera. El marketing y los likes rompieron los relatos de viaje auténticos. Uno no sabe cuando algo arranca a leer un relato si se viene una experiencia interesante o una promo de aseguradoras de viajes. Es complicado. Todo el mundo se ha subido a la moda, y los «contadores» de viaje, no se van a quedar a pie je! Simpre creí, y creo, que lo bueno es tener claro el para qué uno hace las cosas. Viajar para pensar, viajar para vivir otras experiencias, viajar para sobrevivir… viajar para lo que sea. Debo reconocer que te faltó uno de los clichés del «travel-marketing»: dejar la zona de confort jejeje. y cada vez que lo leo pienso: qué cosa linda que es encontrar el confort en la aventura!!!
Yo creo que las redes y los likes le dieron un lienzo de expresión a gente que de todas formas, nunca hubiera sido capas de generar relatos. Es muy cierto lo que decís que empezás a leer algo y no sabés si te van a vender un seguro de viajes jajajja Pero creo que eso es como un espacio publicatario. Si está en medio de una buena película, nadie se queja. El problema es cuando alguien generae solo ese tipo de contenido. O quiere engatuzar a su audiencia presentándose como autor de relatos de viaje….. La zona de comfort… terrible… jajaja me faltó! 😉 Gracias por comentar doctor!!
Muy acertado. Ya llevaba (y creo que es una constante desde que viajo), un tiempo reflexionando sobre el sentido de viajar para mí. Siempre me pregunto por qué lo hago. Imagino que el día que no encuentre respuesta dejaré de hacerlo. El caso es que, para mí, viajar, es un proceso que ha de hacerse lento, sin expectativas ni pretensiones. Yo también prefiero no saber qué va a pasar, dónde voy a dormir, ayuda mucho la carpa, esa se puede echar en cualquier sitio 😉
Si, es una búsqueda espiritual y el viaje proporciona un territorio para ese crecimiento. Lo demás es marketing turístioc jejej
Que genialidad!! Me apasiona tu lucidez para ver esto tan claro, sin duda habla de toda tu experiencia, pero comporta cada una de tus palabras. No veo la hora de poder hacer esas palabras realidad nuevamente.
«La felicidad es el camino,… La felicidad es un trayecto, no un destino»
Y malditos paraguas de colores jajaja
Gracias por comentar Lucas!!
Buena reflexión amigo. ‘Hacer dedo’ como le decimos en España es muy lindo. Conoces gente de todos lugares, colores, pensamientos y gustos. La necesidad de viajar nos anima a hacer esto y mucho más. Bajo mi punto de vista, viajar es una de las mejores cosas que existen en la vida. Te deseo lo mejor en tus recorridos.
Gracias por comentar!! Totalmente de acuerdo!!