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¿Es linda Shiraz? – le preguntamos a los choferes del moderno camión Mercedes que nos lleva a dicha ciudad. Como respuesta, el hombre lanza una carcajada y se lleva la mano a la cabeza, señalando a qué altura las mujeres de Shiraz usan el pañuelo que debería cubrir toda su cabellera, pero que apenas pasa sus orejas. Queda claro que estos camioneros son más pícaros que puritanos. Cuando entran en confianza comienzan a llamar Alí Babá a su presidente, y pronto sacan una pipa de agua, la cargan con opio, y la encienden. Así se empieza a perfilar un surrealista ingreso en Shiraz. Nuestra guía de Irán elogia la refinada tradición artística de la antigua ciudad persa, y a continuación sugiere que un paseo por sus jardines y mausoleos son una buena manera de familiarizarse con esa riqueza. Supongo que nuestro primer contacto con la ciudad es algo menos aeróbico. Hemos puesto un CD de Manu Chao en el reproductor y todos cantamos con euforia y algo extraviados. Me gustan los viajes, me gustas tú. El estribillo se repite lo suficiente como para que nuestros choferes lo aprendan, y lo repiten satisfechos, aún después de terminada la canción. Me gustas tú, me gustas tú… ya es imposible saber lo que significa esa frase para nuestros choferes, el Volvo es un karaoke clandestino sobre ruedas, una luz vengadora en la noche del corazón de Persia. Con suerte, alguien estará vigilando que no venga nadie de frente. Las “terribles” drogas nos terminan hermanando, algo jamás logrado por los medios de comunicación que sólo muestran culos o atentados. Apretones de manos en un suburbio inidentificable de Shiraz. (Nota: la fotografía tiene una intención ilustrativa. Las personas implicadas en la historia no han sido retratadas para proteger su identidad)
Cuando un camión más pequeño ya en las afueras de Shiraz nos ofreció pasaje hacia el centro, aceptamos. Terminamos jugando al póker con su conductor y tres obreros en un edificio en construcción del que su padre era el ingeniero. Go with the flow. Fluir con el te. Nuestro nuevo amigo es hiperactivo, cada media hora ser pone de pie con una nueva idea. Se gana el apodo de Mr. Nervio. A la 1 AM le parece imprescindible ir a visitar a unos amigos que tienen un restaurante, y allí vamos, pisteando, con el furgón Mercedes 608 (producido en Irán bajo el nombre Irannational). Los amigos estaban en la puerta del restaurante, ya cerrándolo. Uno de ellos tiene una barba arbórea, estilo Marx. Su par es pelado, y arroja fósforos encendidos que Marx atrapa (y apaga) con la boca. Como desenlace simétrico para tanto disparate, acabamos la jornada a los bostezos en la oficina de la central eléctrica de Shiraz. El Homero de turno miraba Villareal- Inter en la tele, y en una bandera de la tribuna vi claro el nombre de mi ciudad.

Mr. Nervio apareció en el hotel que tomamos al dia siguiente trajeado y con el auto en marcha en la puerta. Vieran la cara de tristeza de ese hombre cuando le dijimos que Alba se había marchado con dos nuevas amigas que había conocido en la calle, dos chicas iraníes que vivían en Canadá. De hecho también nosotros pusimos cara de tristeza cuando a la mañana siguiente Alba nos relato su historia. Parece que mientras que nosotros buscábamos un puesto de kebab abierto en una ciudad que parecía evacuada, Alba recibía una lección de vida nocturna iraní. La noche sucede en una calle de la zona rica de la ciudad. Las chicas se arreglan bien, los chicos patrullan las calles con sus autos. «Si no es Peugeot o Citroen ni mires» –le aconsejan las chicas locales a nuestra amiga. Claro, Peugeot y Citroen monopolizan aquí la oferta de automóviles medianos. «Si es Peugeot o Citroen fijate la ropa –prosiguen- y luego la cara». Como todos esos filtros suceden en un Segundo, terminaron en el hermoso auto de tres feos. Como siempre en Irán, la prohibición lleva a extremos. Como los bares están prohibidos, tomamos etanol con cola en nuestras casas, como socializar esta prohibido, nos subimos al auto del primero que pase. Khomeini te felicito.