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Nueva Delhi: espiritualidad, chasco y libre albedrio vacuno.

Por definicion, la capital de un pais de casi un billon de habitantes no podia ser un sitio placentero, eso lo sabia, pero mas alla de mis deseos, Nueva Delhi era el lugar donde obtener los visados para Pakistan y China. Como poca oportunidad habia tenido, en mis dos semanas pasadas en McLoed Ganj, de tratar con los locales, me contentaba diciendome que ahora, viajando en direccion sur, con la temperatura aumentando tras cada curva, estaba en viaje plenamente exploratorio. Me imaginaba una ciudad superpoblada, si, con un poco mas de pobreza que Cairo –y muchos mas rickshaws- y las infaltables vacas callejeras. Solo estaba imaginando diferencias superficiales. La realidad me iba a dejar sintiendo una impostergable necesidad de mudarme por un anio a las Islas Tokelau.

Siempre habia leido a los autores de las guias de viaje agotar la lista de adjetivos generosos a la hora de describir la hospitalidad de turcos, kurdos, persas y pashtunes. De paso por esas tierras habia encontrado justos tales elogios, y habia comenzado a sospechar que tanto superlativo solo podia tener sentido se alguno de los pueblos del vecindario fuera hostil o al menos menos hospitalarios. Con su tan publicitados pacifismo y espiritualidad, India era un postulante impensado para encarnar tal eventualidad. Y sin embargo, ya estoy convencido, con todo lo que el pais tiene para ofrecer en terminos de historia y cultura, India me parece, a los efectos de la hospitalidad, el elemento que permite el contraste.

Luego de tan categorico preambulo, imagino que el senior lector estara exgiendo pruebas. Acaso bataria con recordar a aquel condutor de rickshaw que, dandose cuenta de que no tenia intenciones de pagarle siete veces la tarifa de mi viaje, prefirio tirarse a dormir la siesta que llevarme por el precio real. O quizas a aquel local que, viendo el autobus que ambos debiamos tomar aproximarse repleto con pasajeros colgando de ambas puertas como racimos de bananas, opto por indicarme el autobus equivocado y corri sin mas a transformarse en platano. Pero es algo mas que eso, es una cara de poker, una rotunda apatia que ahora, con cientos de iranies y afganos aun invitandome a tomar el te en las huellas de mi retina, me hace extraniar los paises musulmanes.

Dicho esto debo decir que no se observa en los indios ningun encono selectivo con el extranjero, sino que son igualitaristas: te tratan tan mal como se tratan a si mismos. En conjunto, la imagen es tan triste como comica: un pueblo regenerando a diario su propio sufrimiento. Decir que los habitantes de Nueva Delhi tienen una capacidad inigualable para volver innecesariamente estresante las mas nimia de los eventos cotidianos seria pasar por alto aspectos mas alarmantes. No pedimos que los comerciantes del bazar de Paharganj arrojen la basura en el cesto porque nadie les ha enseniado el truco, pero da mucha gracia verlos arrojar la fruta podrida delante de sus tiendas y luego salir con un abanico gigante a espantar las felices moscas. De hecho, el indio promedio parece encontrar un placer orgiastico en convivir con la mugre. Cuando las primeras lluvias del monzon azotan Delhi, la angosta calle principal del bazar se vuelve una piscina olimpica de agua y barro, y las madres miran con ternura como sus ninios juegan y nadan, esquivando con suerte las alcantarillas sin tapa. Por la noche, la zona pasa bajo el control de pandillas de perros de aspecto rabioso (uno de los cuales decidio afilar sus colmillos con mi tobillo izquierdo) y vagabundos sin techo cuyos unicos amigos son esos perros.

Cabe preguntarse, entonces, de donde sale la tan mentada espiritualidad de la India? Habiendo pasado solo dos meses en el pais, no me siento autorizado para escribir un ensayo sobre el tema, pero me animo a decir que tiene mas que ver con el vacio espiritual que sienten los occidentales “orientalistas”, quienes creen que Oriente es otra cosa, que con la realidad local. Muchos de los viajeros que encuentro llegan a India en avion, imposibilitando cualquier comparacion objetiva con los paises vecinos, y no tardan en confundir la pobreza policromatica con la espiritualidad. Tal vez con el tiempo me haya vuelto demasiado exigente, pero paso de interpretar la abundancia de inciensos y la irreflexiva adoracion de elefantitos como algo mas que ritual y estetica. Soy el primero en admirar a India por sus grandes desarrollos teoricos a lo largo de la historia, pero me parece obvio que muy poco de esa sabiduria se ha filtrado colectivamente hasta nuestros dias.

Mi llegada a Delhi coincidio con los atentados en los trenes de Bombay. Miles de indios dejaban de maltratarse los uos a los otros para observar la pantalla de la TV y exclamar: “Pakistani people!”. En los dias siguientes a la tragedia hasta las narices de las vacas callejeras apuntaban del otro lado de la frontera a la comprensible hora de buscar culpables. Los noticieros mostraban las imagenes del contraataque israeli sobre el Libano con sospechosa e instigadora contiguidad. No me caben dudas de que la inteligencia pakistani estuvo implicada en la matanza, y comprendo la sed de venganza. Lo que no comprendo es porque los indios se alarman tanto cuando las muertes son provocadas por el enmigo y luego muestran total indiferencia ante el numero mucho mayro de muertes provocadas cada anio por su propia negligencia. Hablo de los miles de padres que asesinan a sus hijas mujeres poco despues del nacimiento para evitar endeudarse a causa de la costosa dote que deberan pagar para lograr que alguien se case con ellas. Eso explica porque en India hay un ligero desfasaje en la proporcion hombres/mujeres, uy tambien porque esta prohibida la ecografia.

En perspectiva, los niveles de agresion interna aceptada y silenciada me parecen mas que suficientes para dejar de hablar de una buena vez por todas de un paraiso de la tolerancia. La manera pacifica con que Gandhi expulso a los ingleses es emotiva, pero se me ocurre preguntar: si hubieran peleado por su independencia, no valorarian mas las consecuencias de sus acciones? Intuyo sin embargo que para entender la indiferencia india hay que mirar mas atras, hacia el tiempo en que se constituyo el sistema de castas. Ademas de ser el sistema de control social mas efectivo de la historia, las castas son el responsable directo de la explotacion y del conformismo en el status de explotado. Asi, el salario minimo es de 7 dolares al mes, y aquellos que los reciben no culpan a nadie, sino que creen que es el castigo por malas acciones cometidas en vidas pasadas. En India, logicamente, es mas sensato esperar el ascenso por reencarnacion que por propio merito. Mientras la casta dominante –los waisha, o businessmen- basen su riqueza en participar de negocios cuya base es la mano de obra mal paga, el futuro seguira siendo impensable. Las vacas, lejos, son quienes salen mejor paradas de este escenario. Los hindues las consideran las segundas madres de todos los hombres, ya que producen el alimento que reemplaza a la leche maternal. Eso las transforma en seres intocables. El libre albedrio vacuno es un espectaculo imperdible: se puede ver a las vacas consternadas frente a los molinetes de las estaciones de autobuses, u olfatenado el cartel del Aeropuerto Internacional de Delhi, como reclamando aquellas zonas que aun no pertenecen a su imperio. Como oriundo de la Provincia de Buenos Aires, solo puedo lamentar que no aparezcan en el menu… Y asi, como parrilero huerfano de toda hachura, no bien las visas de China y Pakistan estuvieron en el ya curtido pasaporte azul, y tras toda una serie de antirabicas, reoriente los pasos hacia los valles budistas de los Himalayas. Hasta la proxima bitacora.


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Acerca del Autor

Juan Pablo Villarino

Desde el 1 de mayo de 2005 recorro el mundo como mochilero para documentar la hospitalidad y la vida cotidiana de los destinos más insólitos a través de mis crónicas. Escribo libros de viaJe para contribuir a la revolución nómada.

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