Muchos años antes de que las aerolíneas low-cost y el Interrail metabolizaran al nomadismo, haciéndolo socialmente aceptable y accesible casi hasta el punto de la intrascendencia, tanto la policía norteamericana como la Interpol conducían sus propias investigaciones tendientes a entender – y prevenir- el fenómeno de la trashumancia. Eran los tiempos del hippie trail y el Mayo Francés, y el movimiento de una generación inquieta aparecía, en los ojos de autoridades que interpretaban la automarginación como una forma mas de transgresión, sospechosamente alineado con la ideología y la militancia.
En su libro Hitch-hiking (1974), Mario Rinvolucri copia fragmentos de estos informes, donde el oficial-redactor parece quejarse:
“Viajar, especialmente a dedo, parece ser la gran dicha de esta gente. Siempre estan en transito, o viniendo de Amsterdam o de paso hacia Estambul. Tomando vino y besándose en la vía pública, son un espectáculo impresentable” –concluye el amigo inspector quien, en plena Guerra de Vietnam se las arregla para encontrar terrible a los vinos y los besos.
Confrontados con la falta de consenso en casa, no había mejor antídoto para los viajeros que el remanso ofrecido por sus propios bastiones, las playas de Creta, Estambul o el Norte de India. En Argentina El Bolsón o San Marcos Sierra. Pero la intolerancia se exportó rápidamente y pronto la policía nepalí arrestaba y deportaba a los lideres de comunidades alternativas que se asentaban en los alrededores de Pokara o Katmandu.
Como en los tiempos del antiguo Imperio Romano, cuando anticipando la “Ley de Residencia” medieval, el campesino era obligado a permanecer donde había sido registrado en el censo. A uno de estos viejos santuarios de viajeros, a McLoed Ganj, en el norte de India, había llegado.
Mi primera impresión de McLoed fue la de un compacto crisol de monjes tibetanos, vacas y viajeros de pelo largo al manubrio de sus Royal Enfield –una motocicleta india basada en un modelo ingles de 1955. El segundo memento que asocio con McLoed son sus muros saturados de posters que auspician cursos en yoga, meditacion o cocina tibetana. El pueblo ha realizado una pirueta de ajuste y ya es inseparable de sus visitantes.
Habiendo viajado por Irán y Afganistán en relativo aislamiento cultural, no me costó en absoluto tomar la decisión de echar ancla un par de semanas, una estabilidad que no había conocido en catorce meses de marcha. McLoed se volvió así como un estudio de TV, con el telón abriéndose cada mañana sobre ciertas invariantes, en particular la terraza del View Café.
Allí, estaba charlando con un hippie lo suficientemente canoso como para haber conocido Afganistán en tiempos pacíficos y recordar con ternuralos inviernos en Qandahar, cuando un sujeto que hasta entonces solo se dedicaba a hamacarse en el sillón de mimbre de la esquina y a prepararse whiscolas me dirigió la palabra: “sos argentino?”
Daniel era una artesano –aunque prefería llamarse a si mismo joyero- de Quilmes que residía en Canarias, y había viajado a la India para comprar piedras en Jaipur, capital mundial de la gema. Finalizada su tarea se había dado cuenta que gastaba menos en India, durmiendo en hoteles y comiendo en restaurantes, en perpetuo descanso, que en la España del euro, y había decidido, como muchos, quedarse hasta el ultimo día de su visa. Lo que no es poco tiempo en un país que da visas de seis meses.
No tanto por el parche negro en su ojo izquierdo como por su pose contemplativa, cada día, en el sillón de mimbre, comenzamos a llamarlo “el Capitán”. Y hablo en plural porque hacia el atardecer, el View Café, que tambien era hostal, había revelado la presencia de otros latinos: Sergio y Andres (a quien había conocido seis meses atrás en Cairo) de Chile y Helena de España.
– Tengo whiskey, abrigo, y naipes, todo lo que necesito – afirmaba el Capitán, con el placer de saber que tal afirmación nos dejaba al resto pasando lista mentalmente a todas las cosas superfluas que cargábamos en nuestras mochilas.
Paralelamente, el comentario me hizo reflexionar sobre el declive histórico –en picada- que había sufrido el lugar, otrora pantalla para el coqueteo y el esnobismo de una aristocracia inglesa que entre cócteles y sirvientes se jactaría de su posición, ahora aguantadero de artistas empobrecidos que hacían del desarraigo el centro de su orgullo.
– Yo llegue a Canarias –seguia el Capitan- sin zapatos, ni un duro tenia, el pantalón que me habían regalado me quedaba así, ni cinturón tenia, atado con un hilo. La vida del artesano es así, un día pobre, un día rico…. ¡me encanta!”
Sin embargo, algo no había cambiado, Hill Station o Hippie Station, eran siempre los locales sirviéndole el te al gremio mas rico de turno. En las semanas que siguieron me dedique al burgués y novedoso placer de tener un vecindario. Por la tarde, era una cita tacita la que nos convocaba en el View o en el Trimurti para jugar al truco. Sergio y Helena habian aprendido rápido y, aunque era demasiado esperar que cantaran bien el tanto, se podía jugar de a cuatro, proveyendo que hubiera un argentino por equipo para evitar que el envido lo cantara el mozo.
“Voy!” –diría en un caso promedio Helena arrojando un ancho de espada para cerrar la tercer mano… y el Capitán camuflaría su rabia simulando observar a la mezcla de monjes y turistas que circulaba debajo.
McLoed y Dharamsala eran sitios que no por ser sede de un gobierno en el exilio pierde su aspecto general de granja. Las plegarias tibetanas, sutras budistas pintados sobre paños de color izados en sogas que el viento diluye en el cosmos, le dan al escalonado conglomerado de albergues y casas una apariencia mestiza entre cumpleaños y puente de barco.
Habia en McLoed suficiente cantidad de templos y afines para mantenernos ocupados una semana, pero me costaba ver al pueblo como algo distinto a un soporte estético con cuyo fondo cada uno daba cauce a una búsqueda personal. Estas búsquedas pueden diferir radicalmente entre si. Bastaba con activar el oído lateral en el View Café para darse cuenta de que allí era posible dar la vuelta al mundo en ochenta locos.
Todos estaban más o menos involucrados en una serie de disciplinas que iban desde el reiki –que mas tarde termine yo mismo estudiando- hasta la medicina ayurvédica. En particular nos llamaba la atención la industriosidad con que “la gente sobre los almohadones” se reunía cada noche a trabajar sobre el calendario maya. Liderados por un suizo con una preocupación escolástica por la naturaleza del 29 de febrero, el grupo deriva las predicciones astrologicas para el dia siguiente, y las publicaba en una hoja A4 en la terraza del café. Si en McLoed preguntabas qué día erea, la otra persona probablemente respondía “luna roja autoexistente” o “mono azul”. Con títulos aparentemente tan poco propensos a ser cimiento de rutinas, ¿quien puede extrañar el Lunes o el Martes?
Otras veces hablaban de baktunes, ciclos de 52 años. El pavor se dibujaba en las caras del suizo cuando hablaba de ellos, porque cuando pasaban 52 baktunes dios me libre y me guarde, agarrate Catalina, agárrese el mismo Shiva. Regresando el oído a nuestra sudamericana mesa, el Capitán discutía con Andrés ela autonomía de los distintos modelos de Royal Enfield, que 35, que 40 kilómetros por litro. Alguien decía que con una Honda 125 se podían puede hacer hasta 60 kilómetros. “¡Pero eso es una bicicleta gorda!”-se queja el Capitán. Sergio por su parte proponía una clasificación de los pezones basada en su textura y diámetro y consultaba con las chicas del grupo si debía considerar otras variables. Calendario maya, motos y pezones, no se me ocurría un grupo humano con un espectro de debate más amplio.
Visto así parecía tratarse de una logia de bebedores de café sensibles al misticismo. Y hasta cierto punto gran parte de la rutina en McLoed discurría así, en constante traslación de un café a otro, rotando la compañía y la conversación. Claro que ante una policía reticente a interferir con el bendito turismo la libertad de conciencia era el único regulador y el café o el chai terminan siendo notas al pie de pagina de la marihuana o el hashis. Podías encender un faso en cualquier café que los mismos monjes te miraban con una sonrisa indulgente.
Es un dilema usado, que nuestra sociedad, demasiado temerosa como para abrazarla pero demasiado interesada como para rechazarla solucionó hace rato con el quiste de la clandestinidad. Para una pareja inglesa que fumaba regularmente frente a sus hijos, el mayor miedo era que éstos se contagiaran prejuicios a través de la escuela…
Con el pasar de los días, otras capas de la cebolla se hicieron inteligibles, y conocí gente que me confirmó que McLoed es mucho mas que un destino para un colorida multitud que quiere pasarla bien en un país barato y relajado. De las muchas personas comprometidas que conocí la memoria rescata a Jari, un ecuatoriano que desde hacía cuatro años estudiaba medicina alternativa en India, aunque estaba igualmente capacitado para curar una gripe con topacios que para dar una conferencia sobre el Bhagavad Gita, el un racconto del drama mitologico hindu, que Jari considera un relato semihistórico.
A su juicio, nuestra civilización es la inercia corrupta de una era dorada olvidada, cuyos ecos llegaron a los oídos de los escribas del libro sagrado. Mientras nos instruye en un elegante estilo que hace uso de preguntas retoricas cual profesor universitario, nada parece desdoblar la atención de la sueca que no deja de tejer un sweater naranja con la leyenda: “Slowly, slowly…full power”, lo que además de ser una versión hippona del “pian piano si va lontano” que nuestros abuelos bajaron de los barcos resume bien la filosofía que prevalecía a nuestro alrededor, la fe en los caminos alternativos de los visitantes, y el estoicismo con que los tibetanos mantienen su exilio.
Con el mismo criterio, los habitantes de la comunidad autónoma de Christiania, en Dinamarca, han decorado sus monedas con el caracol. Menos intimidante que el águila bicéfala tan de moda entre las potencias de todos los tiempos pero sin dudas más sabio. Tal como Cristiania, McLoed ofrecía reparo de la norma al viajero y al innovador.
Otra verdad es que, no importa que tan reconfortante sean los puertos, los barcos fueron hechos para la mar. Y de este mar muchas veces, nunca se vuelve, eso lo saben bien los pescadores y marineros. Los últimos días en McLoed fueron sólo tristeza: por mail me enteré que Kinga, imparable autostopista y escritora polaca, fuente de inspiración para muchos entre quienes me incluyo, había muerto de malaria en Ghana. En su viaje de siete meses por África había cruzado Burkina Faso en un camello blanco y salvado de la esclavitud a una niña.
Por eso, considero coherente cerrar un articulo sobre la confianza en los caminos difíciles con quizás la frase mas celebre que Kinga dejo a la familia viajera: “Cada sueño nos es dado con el poder para hacerlo realidad”. Slowly, slowly…full power.
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Don Juan de la aventura constante, es un placer poder ver en sus mensajes esa experiencia tan loca como real.
Mar del Plata, lo espera
oscar y flia
JUAN que alegria saber que se cunplen tus espectetvas y que en cualquier lugar del mundo siempre hay una mano amiga.
Quiero fotos de la India, siempre soñe con viajar y me alegra leer tus relatos porque siento estar con vos
cuidate y nos veremos en alguna vuelta de los caminos de la bella Salta.
marcela
Hola Juan!!!!!
Aqui desde las Sierras de Tandil.
Este domingo, despues de una larga ausencia,(tres domingos)volvio a aparecer un articulo tuyo en el diario La Voz; el anterior a «piano, piano..»
Continuo acompañandote en este viaje, para nosotros en forma virtual.
Cariños
Teresa
Fuerzas Juan!!!!
pedile a todos los dioses paganos profanos y cientificos que te ayuden en estos momentos…
toda la energía desde acá…
espero que pronto vuelvas a escribir al blog
la chica del insomnio telepático…
gracias a todos por sus comentarios…..
respondo, la vaca es sagrada porque es la segunda madre de todos…eso responderian ellos. Es decir que luego de la madre el ninio bebe leche de vaca… pero como alguno de Uds dijo, tambien se usa la bosta para consolidar ladrillos. Interesante: la palabra ´bosta´y la palabra ´consolidar´ pueden coexistir en la misma frase…jajaj
saludos
Juan
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Juan gracias por compartir tus historias y tus sueños.
Cada vez que abro este blog no puedo dejar de leer.
Increible lo que estas haciendo.
Un abrazo desde argentina.
Maguita
Hola Juan Pablo … alucinante tus historias y este blog. Quiero hacerte una pregunta: la española, helena, se apellida Otaegui y es de país Vasco? … porque viajando por el sur de nuestra argentina, me encontre con una española maravillosa de mismo nombre y viajera incansable. La cuestion es que la extraño y si es ella quien esta junto a vos quisiera que le mandes un abrazo grande de mi parte.
Saludos para vos y mucha suerte
Hablando de sueños…acà Fer y Joaquín, de autostopargentina.com, hicieron una remera que dice: NO SUEÑES TU VIDA…VIVÌ TUS SUEÑOS!!!!
Silvia
Hola !
Nuevamente te saludo para decirte que me encantó tu crónica sobre Mc Loed.
Como casi todos, aguardo tus noticias y recibirlas en como abrir una esperada carta de un amigo.
A seguir que somos muchos detrás de tu viaje !.
Madys
sigamos tras los sueños!
Me a gustado mucho tu relato sobre Mc Loed Ganj.muy real y muy erudito setenton. Animo y a….pasarlo( bien claro).Ongi ibili
Iruña-pamplona
Juan! Tus historias me mantienen la fe en el concepto de la India, las diferencias culturales y tal vez la tolerancia hacia dichas diferencias. Espero con ansias leer la próxima historia de esa cultura que considero, desde mi humilde y alejado lugar, un lugar fascinante.
A CaminoALaNada:
Estoy seguro que Juan te podrá contar mejor, pero no puedo resistir la tentación de decir que una de las razones por las que las vacas son sagradas y no se consumen, es que en el pasado (y en alguna medida, probablemente hoy también) la bosta de vaca se usaba como combustible para hacer fuego en épocas frias.
Bueno Villarino, copie a alguno que dejo un post por aca y me consegui un mapamundi lo bastante grande como que tengo la mayor cantidad de informacion sobre ciudades y lugares del mundo y empece a marcar los lugares por los que has andado.
Se nos esta ya haciendo costumbre esperar tus noticas con un poco mas de intervalo de tiempo, pero sigo con emocion cada una de tus anegdotas, palabras y recuerdos por todos los lugares en los que has handado y ahora por la india…
Mis saludos y como siempre esperando que algun dia cruces de nuevo el gran charco para conocerte! un abrazo eterno
PD: – ¿es verdad lo de que en la india no se como carne por el tema de que por alla es sagrada?