Llegamos a Ushuaia con la idea de quedarnos cuatro o cinco días. No teníamos ni sospecha de que la ciudad sería nuestra base para aventuras aún inimaginadas… Daniel Aureliano, nuestro primer anfitrión, pasó a buscarnos por el centro en el Renault 4 – la máquina infernal- con el que acababa de regresar de una vuelta a Sudamérica que le insumió 13 meses. En el camino a su cómodo hogar hacemos una parada en la casa de su amiga Laura. La idea de la visita es básicamente compadecernos con ella mientras espera a un censista que nunca viene. A nosotros su demora no nos inquieta. Técnicamente, no podemos ser censados, ya que pasamos la noche del 27 de octubre fuera del territorio nacional, en la estación de carabineros chilenos de San Sebastián. Cuando el censista llegó con sus planillas nos transferimos a la casa de Daniel en las alturas, en uno de esos barrios ushuaienses relativamente nuevos donde las calles aún son de tierra y la vegetación mucha. La verticalidad parece no imponer límite alguno a la constante puja hacia arriba de la urbanización, ya sea planeada o espontánea. Los primeros pobladores europeos llegaron después de 1850, con el fin de evangelizar a las tribus yamanas y onas que poblaban pacíficamente la zona. El poblado nació a partir de 1885, fue capital de Tierra del Fuego a partir de 1904, y trascendió durante décadas sólo como sede de un penal. Al pie de los Montes Martial y del agudo Monte Olivia (1318m), el poblado de madera se fue expandiendo, con un ferrocarril a vapor que transitaba la calle principal para transportar a los internos a sus trabajos forzados como leñadores en el bosque. La transformación llegó en el último cuarto del siglo XX, cuando la población pasó de unos 7.000 habitantes en 1978 a casi 80.000 en la actualidad. Esta cascada poblacional no fue acompañada jamás –ni lo es hoy día- por una política de planes de vivienda. Y si hubo intentos, jamás pudieron responder a la demanda. Más bien la gente llegaba, conseguía 8 o 10 chapas, trepaba la montaña, y cerraba un terrenito. Estas “usurpaciones” siguen siendo frecuentes y masivas. Algunos las condenan, mientras otros las defienden. Intentaré volver sobre este tema más adelante en estos relatos ushuaienses.
Siento que recién comenzamos a entender el espíritu de “la Isla”, después de nuestra primera cena en el Kibutz. ¿Qué es el kibutz? Así llaman Juan Carlos, Eloísa y Esteban a la casa cuyo alquiler comparten en Ushuaia. Para ordenar los personajes, Juan Carlos es el padre de Valeria, una lectora viajera, de esas que salen para Machu Pichu y vuelven a mirar el calendario y se dan cuenta del “desvío” cuando llegan a Caracas. Tiene algo de Molina Campos, algo de bibliotecario, y todos los dotes del “anfitrión ideal”, de esos que al mensajito de texto de “¿andás por tu casa?” responden siempre “El mate está listo”. Eloísa es su compañera de vida, pero también forma un dúo dinámico con Esteban, ambos miembros de la Cruz Roja Internacional, especializados en respuesta a catástrofes y emergencias. Esteban es un capítulo aparte: único mago de la provincia de Tierra del Fuego, tricampeón mundial de Magia que alguna vez trabajó en Las vegas, relator de radio, analistas en sistema desde 1981 y pelado como si fuese el cráneo de alguna organización de contraespionaje. Como los tres son de Buenos Aires, hablan de Tierra del Fuego en tercera persona y sin bozal. “Esta es la Isla de la Fantasía” – me dice Juan Carlos mientras retuerce malévolamente un cigarrillo contra el cenicero. “Siempre lo fue- continúa- acá hasta el 1900 se pagaba a los peones con libras esterlinas”.
Y claro, desde ese punto, toda la cultura fueguina está construida sobre una fantasía. A los primeros ingleses que desembarcaron en el Beagle con la idea de convertir al cristianismo y “ayudar” a los yamanas y onas, estos respondieron con una actitud concisa y contundente: se los comieron. Con más éxito Thomas Bridges logró instalarse y edificar una misión. Como los yamanas eran proverbiales nudistas que apenas se untaban con grasa de lobo marino si tenían mucho frío, Bridges los obligó a vestirse. Entre los gérmenes transmitidos por la ropa húmeda y las enfermedades introducidas por los europeos, los yámanas, onas, haush y alacalufes desaparecieron al cabo de cincuenta años. Eso sí, en un acto típicamente occidental, Bridges compiló un diccionario de 30.000 vocablos de la lengua que contribuyó a extinguir. Allí empieza la gran fantasía fueguina, ya que todos los que llegaron con posteridad al exterminio se autodenominaron “primeros pobladores”, hoy gente recordada en calles y estampas. Eloísa menciona que la última yamana pura vive aún en Puerto Williams, en la Isla Navarino, Chile y tiene 92 años.
Cuando Elo menciona Puerto Williams Laura y yo saltamos de la silla, ya que desde que llegamos tenemos esa sensación de que si bien las rutas se acaban en Ushuaia, también es cierto que se abren los mares. ¡Queremos navegar! A dónde nos importa poco, pero no dejamos de mirar el muelle del AFASYN, de donde salen los veleros que van a Puerto Williams, Cabo de Hornos o incluso la Antártida. Los tres kibutenses nos animan. Los tres se miran y recuerdan que conocen a un italiano llamado Moreno que tiene un velero y viaja frecuentemente a Puerto Williams. Lo llaman y le preguntan, mientras nosotros nos comemos las uñas, pero Moreno está viajando a Italia a visitar a su familia. Pegó en el palo.
Elo y Juan Carlos continúan luego contándonos otros aspectos “fantásticos” del Ushuaia contemporáneo… Predeciblemente, comenzamos a hablar de economía. Mientras en el resto del país ser empleado público es un destino cómodo pero opaco para muchas personas, “acá ser empleado público es fashion, hasta los niños dicen que cuando sean grandes quieren ser empleados públicos. En la provincia de Buenos Aires, las empleadas públicas compran Avón, acá Mary Kay…” Se refiere, si hay necesidad de aclarar, a la dolce vita que permiten los sueldos altos y gran cantidad de días de paro. Otra fuente me tiró la siguiente cifra: el 90% del presupuesto provincial se utiliza para pagar los sueldos –públicos- del 16% de la población. A pesar de eso, dicen que hay piquetes. Piquete fueguino, dos puntos: ocho personas, dos redoblantes, dos bombos y una caja de chasquiboom.
Hay más, por ejemplo, una Universidad Nacional de Tierra del Fuego que existe en los papeles pero no en el más necesario mundo de las tres dimensiones. Es una isla sin geriátricos, “porque hasta hace poco no había ancianos”. Claro, cómo iba a haber ancianos si son los jóvenes los que llegan a buscar trabajo, y muchos se vuelven a sus provincias cuando tienen edad para retirarse. El arraigo, y por ende los problemas asociados a la vejez, son toda una novedad en Tierra del Fuego. Siguiendo con la tradición de atarlo con alambre, los Tribunales funcionan en un edificio construido para ser un geriátrico (con rampas y pasillos anchos). Y lo más parecido a un geriátrico –un hogar de día para adultos mayores- funciona en un complejo que en los planos era un jardín de infantes… ¿Quieren más? Los hoteles alojamiento están prohibidos en la provincia, ya que atentan contra las buenas costumbres y la familia. La ley fueguina debe presumir que los niños caen en paracaídas desde los albatros. En simultáneo, Ushuaia permitió la celebración del primer casamiento homosexual de la Argentina.
En la firma de ejemplares sucedió algo más fundamental. Algunos de nuestros lectores, cuando escuchan que tenemos intenciones de realizar alguna pirueta náutica para expandir la frontera sur de nuestro itinerario, nos alientan a buscar algún barco que nos lleve a la Antártida. Nos cuentan que hay tal cosa como una oficina antártica, donde nos pueden dar un listado de las 54 embarcaciones que operan con viajes turísticos hacia el continente blanco. La idea nos queda picando. Mientras tanto, Beto, que ha escuchado que tenemos ganas de navegar, nos sale al cruce antes de retirarnos del evento: con una llamada telefónica nos ha conseguido una navegación gratuita por el canal del Beagle a bordo de una lancha turística.
La navegación se la debemos a la buena onda de Beto pero fundamentalmente a Patagonia Adventur Explorer, a quienes prometimos nombrar en esta página. Así que ya saben, si quieren navegar por el Beagle, ellos tienen una embarcación pequeña que te hace sentir más cerca del mar, de los lobos marinos y de las aves que comenzamos a observar sobre toda clase de islotes. Avistamos el Faro Les Eclaireurs (Los Iluminados) de 1919, erigido en ladrillo, pintado de blanco y rojo para señalizar aguas navegables. En una isla donde desembarcamos observamos los hoyos circulares dejados por las chozas de los yámanas, y casi imaginamos sus fantasmagóricas canoas surcar livianas el agua en busca de lobos y alimento. Mientras navegábamos, no podíamos dejar de pensar que estábamos a sólo 1000 km de la Península Antártica.
Después de la navegación nos concentramos en la Feria del Libro. Si hay algo que disfruto es de hacer libros con mis propias manos. A pesar de que “Vagabundeando” llegó a todas las librerías, este es un placer que no puedo reemplazar. Llegar a una ciudad desconocida y buscar desde cero dónde hacer las copias, las tapas, etc, es una tarea ardua. Como siempre, intervino nuestro “genio de la lámpara”, Beto. Siempre aparece lateralmente con una sonrisa bufonesca – como enseñándonos a reírnos de todas las dificultades- y con la solución en la mano. Esta vez, nos invita a cenar a la casa de un amigo legislador, que sin demasiado pensarla nos facilita la fotocopiadora del bloque de su partido para sacar del horno las páginas de los librillos. Mientras transformábamos el bloque radical en nuestra imprenta, presenciamos cómo un debate parlamentario sobre la “esencialidad de la educación” se transformaba en una pelea, en un San Fermín que descendía las escaleras del recinto con insultos para todos y todas. Alguien había tenido la idea de sugerir que la educación debía garantizarse a pesar de los reclamos salariales, para que los chicos no pierdan más días de clase. Los representantes del gremio docente no sólo no estuvieron de acuerdo, sino que bajaron las escaleras como si estuvieran en una cancha de fútbol a los cantitos “Fulano hijo de puta, esto y lo otro”. A nuestro alrededor otro legislador se agarraba la cabeza “el legado de Perón…” – dijo el prolijo representante de otro partido mientras medía la distancia necesaria para deslizarse bajo su escritorio. Yo recordaba a los maestros de Afganistán que seguían dando clase aún a riesgo de ser masacrados por los talibanes, aún sin techo en las escuelas bombardeadas, y recordaba las imágenes de escuelas secundarias tomadas en Capital Federal por la falta de alguna garrafa, por alguna rajadura en el techo… Aquí los maestros se sienten víctimas del sistema y entonan lemas guevaristas a pesar de cobrar el triple de lo que un docente gana en el resto del país…
Y finalmente Wilson nos dio un rinconcito en la Feria del Libro. Habíamos madrugado en la casa de Daniel para poder terminar de armar los libros y también habíamos armado un mapa con nuestra ruta, y ampliado algunas notas de prensa sobre nuestro viaje. Un cartel decía “La vuelta al mundo a dedo – Una ruta, dos mochilas y seis continentes”. Las postales artesanales cubrían la mesa y la gente comenzaba a llevárselas, porque un cartel explicaba que quienes llevaban una nos estaban ayudándonos en nuestro desafío de dar la vuelta al mundo. En la Feria conocimos todo tipo de personas. En nuestro mismo stand, un residente boliviano llegado de Santa Cruz de la Sierra en 1985, llamado Dalmiro, terminó refutando a un hombre de traje que llegó y dijo “Hola, yo soy nic (nacido y criado).Nosotros somos los verdaderos discriminados”. Muy cómico que le dijera eso a un boliviano cuya sangre, por lo menos, es de este continente. La nota cómica la dieron dos mujeres. Una, al escuchar de refilón que Laura era licenciada en turismo la encaró con un: “Ah, pero entonces vos terminaste el secundario. Como te ví mochilera…” La segunda preguntó si una fotografía de un mercado de lanas en Medio Oriente enseñaba a teñir lana… “Por qué la lana se tiñe, ¿sabías no?”.Y sí señora, las ovejas de colores no vienen. Como ven, nos divertimos mucho, conocimos a otros escritores locales, libreros, artistas, adolescentes fanáticos del animé y profesores de teatro que viven acampando en la montaña hace 2 años… para terminar cenando en la casa de Fernando y Graciela, dos lectores locales.

Juan, que lindo me encanta como relatas, tenes un poder de narración excelente, logras que este paseando al lado de ustedes, me llevás a vivir como en un cuento, la realidad parece ficción, y si no fuere porque esos paisajes me son familiares, te diria que haz inventado un estado dentro de tí mismo Sabías que tienes un poder muy especial?… el de llevarnos contigo en la mochila!!!!!Graciela