Autostop de Rotterdam a Barcelona, en imágenes.

Delft, muy cerquita de Rotterdam. La casa de la calle Nieuwelaan, antiguamente un squat, ahora comprado por sus okupantes al estado o algo así, el punto de partida. Ahí vive Steven, mi amigo holandés que puede cantar en perfecto castellano «La Argentinidad al Palo»…
Con Steven, saliendo de Delft, en el extremo nororiental de Holanda, incursionando hacia la lejana y temida República Separatista de Breda. Por cientos de kilometros estaremos incomunicados, a la merced de insurgentes y sorteando cadenas montañosas…. jajjaja Mentira, Holanda es un país de dos x dos…Por eso hay que inventarse obstáculos que generen adrenalina, o fumarse algo, que eso por aca abunda.

Historias mínimas de un camionero belga. Erik maneja un Scania. Pero de chico quería ser capitán de barco. (De alguna manera, ahora es capitán de su camión) Como no había dinero en sucasa para costearle la carrera naval, fue carnicero. Amaba su trabajo, pero un día sufrió un accidente y se quebró la espina dorsal, lo que le impidió seguir con ese oficio. Mientras se rehabilitaba estudió para contador. En su primer trabajo tenía que hechar empleados en una empresa. Después de «legitimar» más de 300 despidos, decidó dejar su trabajo a pesar de que le ofrecían aumentos, y decidió ser caminero. Otra vez, ama su trabajo. El momento que más disfruta del día es el atardecer en la ruta.

En Bonn caí por casualidad en un festival de rock gratuito llamado «Rheinkultur», donde pude ver Die Fantastische Vier y Calexico en vivo. Me quedé en la casa de Lotte (HC) y desde allí salí bordeando el Rin. La primera página del diario local «Suddeutsche Zeitung» envuelve dos panes para el camino. No podía menos que dedicar mi humilde caminata a Patrick Leigh Fermor, viajero y escritor inglés que en 1933 pateó desde Holanda hasta Estanbul (por entonces llamada Constantinopla). El fue quien dijo «se resuelve caminando».

Kaub, una vieja aduana sobre el Rin. Tenía esta imagen en la retina através de un sello de correo antiguo que alguna vez coleccioné de chico. tenía que ir a cotejarla con la realidad

En Bacharach, caminé hacia el Rin en busca de una parcela de verde libre donde acampar, pero este hombre que tenía su jardín con vista al rio me invitó a tomar unas cervezas con él. Esto me hace acordar al mito de que los alemanes son fríos. No termino de redondear una opinión al respecto. Es un hecho que la gente acá tiene otro lenguage personal, una cierta distancia, que hay que acortar, y que hay mucha gente que vive en una burbuja, pero también esta esto, que se da muy frecuentemente, que un desconocido sin mochila invite a sentarse a su lado a un desconocido con mochila, y luego incluso lo aloje en su casa. En Argentina, en comparación, somos mucho más fríos. aunque seamos unos patoteros del abrazo y paladines del rito de la amistad. Pero en Argentina la paranoia social hacce que siempre te dejen en banda…. El cartel con la cifra 542 es el kilometrje del río Rin, para que lo vean los cargueros que pasan por el río.
Vietato introdurre biciclete…. Como en el cuento de Cortázar. Un odio injustificado hacia la querida bicicleta, no deje su bicicleta aquí, que afea nuestro comercio, no entre con su pulgosa bicicleta, señor no poseedor de un BMW, a nuestro establecimiento, a ver si mancha nuestros pisos enmarmolados con losa de Carrara….. Karl Drais, el diseñador de la bicicleta, ¿se hubiera imaginado esto? Con la excepción de Holanda, al resto de Europa le falta mucho para aceptar el uso cotideano del biciclo como algo no lindante con la marginalidad. Copenague y Barcelona ya tienen sus flotas públicas de bicicletas que cualquiera puede tomar y volver a dejar en puntos prestablecidos, con poner una moneda (Copenague) o pagar un abona anual (Barcelona, seis euros al año). Pero en general, se la sigue percibiendo como un objeto grasoso de los rascas que no quieren comprarse un auto. Eso sí, irse a pedalear a las montañas, o cruzarse el país entero en bici sí que es fashion, es un hobby, sano y chic. Aunque la misma gente hacine las calles de su ciudad con sus coches cuando estén de regreso de su escapada agreste.

La pluie… Lluvia en la autopista francesa, camino a Lyon… Me agarró dentro de un coche…

En la suerte estaba escrito que iba aganar mi primer partido de ajedrez en muchos años en Montpellier. Odio el ajedrez casi tanto como lo respeto. Pero calcular las jugadas y predecir los movimientos enemigos me induce un letargo bochonorso. El rival era Olivié, un gran tipo, que me alojó en su depto en la mencionada ciudad francesa. Allí tomamos yerba mate brasileña y conversamos hasta tarde. Mucho mejor que estar acampando al costado de la ruta como la noche anterior, en la rotonda de Lyon…. donde apenas pude dormir con los fuegos artificiales que festejaban el aniversario de la Revolución Francesa.
Cuando uno no está preparado para ella, la fiesta. Hacía dedo en Perpignan, la última ciudad francesa, ya casi llegando a Catalunia, mi destino, cuando estas dos chicas francesas frenan su Seat Ibiza. Magalí et Clementine. «Nosotras también vamos a Barcelona, si quieres puedes venir de fiesta con nosotras. Hay una fiesta en la casa okupa de unos amigos.» Aunque me duché y me tomé más de un speed, me caía de sueño. A la fiesta fui….como prueba la foto, aunque poco despues estaba roncando en un sofá….
El DJ de la fiesta. Punchi punchi toda la noche. Lamentablemente me caía de sueño.
En contraste con el acto irrevocable que implica comprar un boleto de tren nos garantiza transporte entre A y B, hacer dedo significa dejarse mecer por una puntuación involuntaria. Es una comunión con el camino y una gimnasia para el alma. Ya los sabía, pero con cada viaje lo recuerdo, en especial en este.

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