LOS MIL Y UN SOLES DE ROSARIO: UN RELATO VISUAL

                
Dicen que en chino, hay un solo símbolo para las palabras “crisis” y “oportunidad”. No podía dejar de evocar ese dato mientras escuchaba a Nidia contarnos la historia de la Cooperativa de Trabajo Encuentro. Que en Rosario, un grupo de mujeres haya logrado navegar las turbias aguas de la crisis del 2001-2 haciendo un taller de muñequería, puede no ser más que un dato curioso, un colorido manotazo de ahogado. Pero que de esa búsqueda haya florecido una cooperativa de artesanos productores, una tienda, y una posada turística autogestionada con una fuerte vocación de impulsar el turismo comunitario, es algo que como cronista de viajes no puedo dejar de anotar. Porque creo, jamás ví algo parecido.

Descubrimos Posada Los Soles (Corrientes 474 Planta Alta) un poco de casualidad, cuando junto a los colegas viajeros de Magia en el Camino y Aniko y Demian de Viajando por Ahí, buscábamos un sitio apropiado para hacer un evento en conjunto.





En mis viajes he entrado en contacto con todo tipo de luchas sociales, con organizaciones ambientales y de género, con asambleas populares anti-mineras de Catamarca o barrios okupas de Copenhague. Pero más allá de lo justo de sus causas, la ternura que destilaban las mujeres de la Cooperativa Encuentro se separa del resto en mi memoria. Con una ronda de barbudos trotskistas, seguramente hubiéramos tomado mate amargo o a lo sumo cerveza. Pero Nidia, Marta y Natalia nos esperaron con un desayuno casero, con jaleas orgánicas preparadas con la cosecha de sus jardines y patios, y abuelescas tortas  de chocolate para chuparse los dedos. Idénticos mimos reciben, claro está, los huéspedes de la posada.

Con la misma puntillosa pasión con que habían preparado el desayuno, esta alegre cofradía de amas de casa (cabe aclarar que aún son pocos los hombres en la cooperativa) se habían organizado y capacitado en las tendencias de la economía solidaría y el comercio justo, habían aprendido los cimientos de la industria turística, y se lanzaban valientemente a sus arenas con un producto humanizado por su trasfondo. Si me piden un ejemplo del impacto que el turismo puede dejar en la población local, no se me ocurre mejor caso que el de un hotel como este, donde las ganancias –y, en épocas de vendaval, las pérdidas- se reparten entre todos, y en donde quien toma decisiones ejecutivas también sabe cómo hacer las camas… Es bueno poder recomendar un lugar sabiendo que la razón no reside sólo en un precio conveniente o en una buena ubicación, sino en un corazón.



La fecha de nuestro evento conjunto se acercaba. La versión digital del diario rosarino LA CAPITAL, nos anunciaba así (ver la columna derecha) “Un grupo de Bloggeros que viajan por el mundo llegan con magia y burbujas a Rosario”. Quizás por ser la única noticia novedosa de la fila, luego de tomada la captura de pantalla ascendimos al primer puesto,  superando a las declaraciones románticas de Catherine Fulop y los consejos eróticos de las chicas de Victoria’s Secret, para ser la noticia más leída del día.




Caminamos por la peatonal Córdoba observando desde lo bajo las cúpulas de antiguos almacenes de fin de siglo, como “La Favorita”, con sus alegorías aladas y techos de pizarra, o el del Jockey Club, cuya puerta de madera fue obra del bisabuelo italiano de Laura. Para mí Rosario es una fórmula que condensa ese touch de arrabal portuario cosmopolita cuyo vuelo se deja seguir desde el íntimo aire de sus bares hasta sus humoristas, artistas y héroes revolucionarios. Hay que saber parir al Che y a Fontanarrosa. Pero más allá de sus mitos la ciudad arrulla futuros. Posee la única escuela municipal de circo en Sudamérica, un movimiento cultural centrífugo con epicentro en sus universidades, bulevares para distenderse como el Oroño y toda la costanera para tirarse abajo de un árbol a leer un buen libro usado recién comprado en los mercaditos retro.


Almorzamos en el bar El Ruedo, ubicado en una esquina histórica (La Rioja 798) y ornado por también históricos afiches publicitarios de marcas de vermouth que ya no existen y cajas registradoras prediluvianas. Me quedé pensando por qué los bares asumen la coordinada tarea de atesorar en sus adornos los blasones del pasado, tanto poster de River Campeón del 86 y Ron Negrita. Me respondí que ello obedece a que deben acompañar la protagónica nostalgia de los parroquianos. Un hombre con una copa en la mano está, más que probablemente, evocando el pasado.



Paseamos también brevemente por Pichincha, legendario barrio en el que a principios del siglo XX funcionaba los burdeles más famosos del país. Todas las noches había un servicio ferroviario exclusivo desde Buenos Aires a la estación de Rosario Norte, que transportaba a la ansiosa clientela a los lujosos salones del Madame Safo o el Petit Trianon. Muchas de las trabajadoras sexuales eran francesas o polacas, y se embriagaron tanto de los aires libertarios rosarinos que terminaron organizando la primera huelga de prostitutas de Sudamérica, el 8 de enero de 1930. No por nada Rosario es hoy considerada capital de la diversidad sexual en Argentina. Ya lo decían las «atrevidas» molduras de las casonas de ayer.

…y lo reafirman los coloridos grafittis de hoy. (Bueno, en realidad este mural en contra de la lesbofobia realizado por el grupo Las Safinas fue borrado hace un tiempo por grupos conservadores. La fotografía es de una visita anterior a Rosario. Desconozco si actualmente lo han restaurado)


Por eso, Rosario no está anclada en el tiempo ni mucho menos. Caminando por la costanera, uno se encuentra con el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO), inaugurado en 2004 en los antiguos silos Davis, y pintados con un diseño que se renueva –por estatuto- cada cuatro años.  



Tampoco hay que entrar en un museo para encontrarse cara a cara con el arte en Rosario. En los rincones menos sospechados de la ciudad, el caminante se topará con esténciles de bicicletas que recuerdan a Claudio “Pocho” Lepratti, que pasó a la leyenda como “El ángel de la bicicleta”, por su invalorable trabajo social en los sectores más vulnerables de Rosario. Fue asesinado por la Policía de Santa Fe en la caótica represión policial del 19 de diciembre de 2001 cuando se subió al techo del comedor infantil donde colaboraba y dijo su famosa frase: “Bajen las armas que aquí sólo hay pibes comiendo”.



  
O también te podés encontrar este genial mural de Raúl Domínguez en el puerto fluvial… 



¿Y si miramos Rosario desde el río? – propuso la gente de Posada Los Soles, y al rato estábamos en el puerto embarcándonos en dos veleros. Para eso nos dividimos en dos grupos: las chicas (Laura, Aniko y Aldana) en uno, y Dino, Demian y yo abordamos el velero “Sol”, de Salvador Musumelle (salvador.m@live.com.ar) al que además se sumó Natalia, de la Posada.


Conocer los rudimentos de la navegación es algo sumamente útil para un mochilero que quiera cruzar los océanos “a dedo” a cambio de trabajar a bordo, y yo tengo un gran deuda con ello. Por eso puse especial atención mientras nuestro capitán ordenaba filar las velas. Pedí explicaciones cada vez que no entendía una palabra, lo que era muy seguido, porque los marineros desde antaño, acaso movidos por un odio burlón hacia los no iniciados, han manipulado un lenguaje inentendible, del cual babor y estribor son apenas dos de los vocablos conocidos por el resto de los mortales. Pronto empezaron a hablar de Spinaker y Genoa y no, no había dos perros a bordo, eran los nombres de la vela grande y la pequeña. La próxima vez que aborde un velero, lo haré con un diccionario.


Tras navegar por debajo del puente Rosario-Victoria (que no existía la primera vez que llegué de mochilero a Rosario en 1999) el velero tocó fondo y quedó encallado por unos minutos. El capitán debió ejecutar una audaz maniobra y nosotros colgarnos de las velas para zafar del banco de arena.


Y finalmente llegó el día del evento “Rosario Nómada: seis viajeros, un mundo”. Esta vez, además de las típicas charlas con anécdotas de viaje, hubo sesiones de magia a cargo de Dino, y burbujas gigantes obra de Demian Zen. En el pequeño pero diverso mercadito persa que habíamos armado, la gente pudo llevarse desde una fotografía de Aniko Villalba hasta morrales traídos de Mozambique por los chicos de Magia en el Camino. Naturalmente, también estaban allí nuestros libros.
Pero la idea de este post no es contarte nuestro evento, sino animarte a conocer Rosario, ciudad tan nombrada, que Fito declaró cerca, que amasó revolucionarios y humoristas, pero que muchos pasan por alto a la hora de elegir el próximo destino para una escapada. Vayan, caminen, siéntense en el Bar El Cairo donde Fontanarrosa bosquejaba sus cuentos, y, no se olviden, conozcan la Posada Los Soles y su tienda de comercio justo. Como nunca, una oportunidad para hacer una diferencia al viajar.

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3 comentarios de “LOS MIL Y UN SOLES DE ROSARIO: UN RELATO VISUAL

  1. PilarM dice:

    Hola!! Qué bueno que conozcan Rosario… a veces es un poco dejada de lado con todas las atracciones turísticas que tiene el país.
    Pero como bien decís, Rosario tiene su belleza particular: gastronomía, espacios públicos hermosos, historia!
    Si pasan por la ciudad, recomiendo estos departamentos temporales para alojarse. Son accesibles y están cerca de muchos atractivos.
    Saludos!!

  2. Maria Gabriela Panza dice:

    Juan Pablo se me llenaron los ojos de lagrimas al re descubrir en tu post a mi bella y amada ciudad de la que muy a menudo me alejo porque mi corazon es tan nomade como el tuyo gracias por tan bella mirada de todo lo que amo

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