‘La ruta proveera’ soliamos decir con el Conde, mı primer companiero de ruta, para el caso de entradas tan irreverentes como la que me auspicio en Bulgaria: sn moneda local, conocimiento basico del bulgaro o contacto alguno en aquella tierra. Eso no hubiese sido problema si hubiera cruzado el ımpresionante puente sobre el Danubio por la maniana. En cambio,llegue a la ciudad de Russe al atardecer, cuando la lluvia acentuaba el caracter depimente de una ciudad industrial cuyos dirigentes parecen haber situado las fabricas y usinas junto al Danubio contaminado con criterio psicologico.
Mas ala de la ocasional puteada pasajera recorde que era el tipo de situacion que pone a prueba la tesis que subyace a este viaje: estamos programados para comprar y vender, pero tan pronto como uno explica con sınceridad una necesidad la hospitalidad natural de toda cultura sale a superficie como un submarino en el casquete polar. Eso si, aveces hay que darle una ayudita al asunto, y uno debe acometer una lenta hipnosis…
Mi primer idea fue entonces contactar miembros de Hospıtalıty Club uq me pudieran hospedar por una noche. Para ello necesitaba usar internet por 5’ y acceder a un telefono. Un motel 3 estrellas junto a la ruta prometia tener tales facilidades. Habia que comprobar si estaban dispuestos a dejarmelas usar gratuitamente.
Cuando le explıque al encargado y a su ayudente, quienes hablaban algo de aleman, mı sıtuacion, sın mayor tramite consintieron en que utilızara internet y ellos mismos pusieron un telefono en mi mano sin que tuiera tiempo de pedirlo. Marcamos entonces el numero del unico miembro de Hospitality que hacia publico su numero telefonico. Cuano nadie respondio la lamada parecia que no tenia mas cartas que poner sobre la mesa. El encargao vio en la sıtuacion una potencial venta y sugirio que me alojara en el hotel y que iguiera viaje por la maniana, intentando tranquilizarme con una tarifa de diez euros. No conocia mi codo.
Trabaje en la recepcion de un centrico hotel marplatense durante 7 temporadas, por lo que sabiendo lo poco que pueden hacer los empleados contra las estrictas politicas ‘de la casa’ (a los duenios de hotel les gusta darle al asunto connotacion de familia, acaso para que, transfiriendo nuestros complejos edipicos, jamas pidamos un aumento) no tenia mas esperanza. Entonces la historia tomo un giro ınesperado. El empleado venia hojeando las notas de La Capital, que habian sido convenıentemente acercadas a su vista mediante imperceptibles tecnicas orientales, y asombrado sel as paso a su jefe. ‘Ah, sos periodista?’ Dadas las circunstancias respondi que si…. El numero 201 brillaba en la placa dorada del llavero del hotel. En su par marplatense la 201 es un sucucho del que hasta los turistas riojanos huyem con inicio de asfixia, siendo deber de Victor, nuestro querido conserje matutino, el empujarlos de nuevo hacia arriba con modales de SS. Por suerte, la 201 del hotel de Russe era distinta, con ambiente climatızado y frıgobar.
Al otro dia esaba en la ruta temprano con intenciones de cruzar Bulgaria de un tiron rumbo a Estambul. Cuando uno carece de mapa se dedica a la ‘letreromancia’, pero eso no es una opcion en un pais que usa el alfabeto Cirilico. (El monje San Cirilo jamas sospecho la incomunicacion que su alfabeto suscitaria) Despues de avanzar trabadamente toda la maniana cubriendo solo 50 kms me detuve perplejo frente a un taller al costado de la ruta: un camion turco estaba cambiando neumaticos. Era como un gato con las garras apuntando hacia Estabul. Lo abordo con todo mi conocimiento de turco: ‘Yo Argentina, voy a Turquia’. ‘Turista?’ pregunta Ibrahim, el camionero. ‘Sı.’
Viajar hacia Estambul es algo que trasciende el hecho objetivo de alcanzar dicha ciudad: es un icono del movimiento. El Volvo amarillo atraveso todo el vale de Tracia y a la noche estabamos negociando la frontera, donde por mutua conveniencia cruzamos separadamente. Con un pasaporte en cada bolsillo camıne hacia los controles. El guardia bulgaro recibio mı pasaporte europeo, el que sello sin mayor tramıte junto al sello de entrada en Bulgaria, solo un dia antes. Turquia no solicita visa a ciudadanos argentinos, por lo que haciendo uso de la evocacion selectiva de bisabuelos saque el azul. El guarda del lado turco busco en vano el sello de salıda bulgaro, y cuando le explique que estaba en el pasaporte italiano tuvo un rapto de paranoia y penso que uno de los dos pasaportes debia ser, de hecho, falso. Despues de observarlos detenidamente paso a intentar reconstruir mi itinerario con los dos pasaportes, algo asi como jugar ajedrez con la Deep Blue. Pronto se rindio, di mis primeros pasos en Turquia, y volvi a saltar al Volvo. Esa noche dormi en el camion, y a la maniana tome el autobus hacia el centro de la ciudad.
Estambul es la reencarnacion actual de Bizancio y Constantinopla. Debemos a la toma de Constantinopla el hecho de que los espanioles se enteraran de las Amerıcas, buscando otro atajo hacia el oregano. Estambul, con 12 mıllones de habitantes, puede darse el lujo de tener lineas urbanas de autobuses que son de hecho ıntercontinentales: media ciudad esta en Asia, la otra mitad en Europa. Toda era nuevo para mi esa maniana: los espıgados minaretes, las mezquitas, las mujeres de rostro cubierto que parecen empleadas del tren fantasma, los bazares y el vendedor que, al intentar venderme una alfombra, efectua sin querer un rito iniciatico: Bienvenido a Medio Oriente.
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