EN VALLES PROHIBIDOS I: TE EN EL CAMPO MINADO
En primer lugar les aterrorizaba que quisiera tomar esa ruta. Que pensara en cubrir el tramo a dedo, les parecía directamente una idea meritoria de la camisa de fuerza. “Estás jugando con tu vida” – pensaba Hamid, el recepcionista de mi pensión en Herat cuando le comente mi intención de tomar la ruta central: 800 Km. de ripio entre Herat y Kabul, cruzando una de las zonas mas remotas del país, y bisectando Afganistán de Oeste a Este. En un país de rutas precarias, sin dudas la peor. Pero ojala el estado del camino fuera el único factor implicado. En boca de la gente de Herat, la ruta seria un criadero de bandidos que a la vista de un extranjero corren a sus casas a buscar el rifle. “Yo soy afgano y no me animo” – gastaba Hamid sus últimos ases en un intento de detenerme. Con tal panorama mis días en Herat estuvieron signados por la lucha entre mi razón, que me instaba a escuchar los consejos de los locales, y mi fe en el ser humano, que traduce los consejos de los locales como prejuicio de los locales.
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El primero se llama Obweh, luego viene Cheshter-e-Shariff. De allí –predice el consejo de ancianos autostopistas moscovitas- los camiones tomaran un desvío hacia el sur, cruzando un par de pasos cercanos a los 3000 m, alejándose temporariamente del valle que en primavera y verano es inundado por el río. Así, los siguientes 200 km hasta Chagcharan, ya en la provincial de Ghor, serian los más penosos. De lo leído en Internet se desprendía que en Chagcharan había una base de las ISAF (Fuerzas Internacionales), lo que de alguna manera daba cierta tranquilidad. Pero Chagcharan es solo mitad de camino. Es después de allí, en los más altos pasos de montaña, donde todos presagian peligro, al menos hasta llegar a los magníficos lagos de Band-e-Amir, los únicos en Afganistán, ya a 250 km de Kabul. Entre los lagos y Kabul, a su vez, esperaba Bamian, ciudad que se hizo tristemente celebre en 2001, cuando los talibanes dinamitaron la estatua de Buda más grande del mundo, de la que hoy solo queda su nicho en la montaña.

La mañana de la salida, una mañana de 30 grados como cualquier otra. Luego de varios inútiles tramos en rickshaw (taxi-motocicleta) que apenas me acercaron a la ruta, se detiene una Toyota doble cabina. Zaboir, su conductor, habla perfecto ingles. Va hacia Karokh, eso es a 50 km por la ruta norte. Allí esta supervisando la construcción de una escuela donada por “Green Helmets”, una ONG alemana. Como promete regresarme al día siguiente a la ruta central acepto su propuesta de pasar un día en la aldea.

Zaboir y Joachim se enfrentan, como todos los trabajadores extranjeros en Afganistán, a una constelación de problemas. En primer lugar, en un país extremadamente pobre donde el salario mensual promedia los 50 dólares, la gente piensa que quienes vienen de un país cuyo nombre no termina en ‘stan’ son billonarios. Como tal, los trabajadores que edifican la escuela piensan que Zobair y Joachim dedican las noches a contar verdes, y piden cada día más dinero a cambio de su trabajo. Mientras comemos unas galletitas cuyo paquete dice: “Regalo del pueblo y del gobierno de la India. Para distribución libre en Afganistán” llega el jefe de la aldea y susurra algo a los oídos de Zobair. Al parecer hay nómadas pashtunes en los alrededores, y el hombre teme que al ver extranjeros estos piensen que hay dinero en la casa e intenten un saqueo. Proponen que abandonen la aldea por un par de días. En una aldea vecina dos trabajadores alemanes resultaron heridos cuando alguien arrojo una granada por la ventana de la casa mientras dormían. Se puede decir que un 5% de los afganos percibe a los voluntarios extranjeros que prestan ayuda humanitaria como invasores. Quizás sean menos, pero ese porcentaje es el que esta dispuesto a tirar del gatillo a cambio de un billete con la cara de Franklin. Pero ni ellos abandonan la aldea ni yo mi idea de cruzar por la ruta central. Tendremos que aprender a conciliar el sueño a pesar de ese 5%…
Los niños de la aldea llegan puntualmente a clases a las 8 de la mañana siguiente. Hasta que la escuela no este terminada, las clases se dictan dentro de carpas donadas por UNICEF. Y yo aborde la Toyota nuevamente hacia la ruta central, que en su nacimiento parece un inocente desvío de tierra hacia alguna aldea. Zaboir hace un último intento por convencerme de que siga hacia el norte. “Incluso el gobernador tiene problemas a veces cuando toma esta ruta –jura- y el viaja con escolta militar”.
Thomas y su mujer. Dos agrónomos alemanes que trabajan en Kabul buscando alternativas al cultivo de opio. Ahora pasan algunos días de vacaciones en Herat. “Es difícil hacer entender a los locales que el opio es dinero en mano a corto plazo pero veda cualquier posibilidad real de desarrollo a largo plazo” –empezaba a explicarme Thomas cuando dejo de hablar porque banderas blancas y rojas comenzaron a aparecer al costado del camino por doquier y pronto nos encontramos con un senior de chaleco celeste que sondeaba el suelo con un detector de metales. Estábamos cruzando un campo minado. Y nosotros que veníamos buscando algún lugar pintoresco para tirarnos a almorzar.
En Malwah tuvimos finalmente nuestro almuerzo. Al vernos, un policía sale de una comisaría de adobe sobre la que flamea una bandera afgana deshilachada. Es la imagen de un perro hambriento que olfatea comida y sale de su cucha. Thomas le explica a donde vamos en ingles, a lo que el policía responde “OK” aunque no ha entendido ni media palabra, y vuelve a su puesto. ¿Cómo pretenden las autoridades centrales imponer respeto con una policía tan desalineada? Aun me lo pregunto.
Viajar sentado sobre vigas de madera en un camión que parece caer en cada pozo del camino no es muy cómodo, pero cualquier sufrimiento fue redimido por la conversación con los otros tres tripulantes de las vigas, dos jóvenes obreros de Herat y un hombre enturbantado que sostenía una pava dorada como si de ella dependiera la continuidad del mundo. El dari, el idioma que se habla en la mitad norte de Afganistán, es un dialecto del persa que aprendí en Irán, con lo que la comunicación básica esta garantizada. Me dicen que van a Cheshter-e-Shariff, donde trabajan en la construcción de la nueva municipalidad. Parece que somos el único vehiculo en la ruta. A veces, pasan motocicletas manejada por hombres, con sus esposas cubiertas en burkas celestes detrás. Y un camión que transporta una heladera en su caja, sujeta por sogas como si fuese un minotauro cautivo…
Llegada a Cheshter-e-Shariff. No por saludarme el jefe de policía del pueblo va a dejar de oler una rosa que lleva en su ojal. Cuando el policía sensible ve que soy un buen pibe, los constructores de municipalidades me vuelven a llamar e invitan a dormir en el edificio. Entre los 12 obreros hay un hombre que alisa con sus dedos su larguísima barba blanca. Su mirada me intimida un poco. Para romper el hielo comienzo yo también a jugar con mi barba, la que no afeito desde Turquía. Entonces el hombre de mirada grave no puede reprimir una sonrisa y toda la ronda termina felicitándome por tener barba, lo que prueba que en Afganistán la barba es todo un atenuante de la extranjeridad.
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Bendito sea Alá! apareciste! Me como cada palabra que escribís y te envidio con total sinceridad desde lo hondo de mis tripas.
Vos viajá y escribí que yo te leo…un abrazo caminante.
Felicitaciones “Gaucho” como te han bautizado algunos afganos.
Sigo viajando con vos.
Carlos
http://www.autostopargentina.com.ar
he is alive, he is alive!!! que buenas noticas!!! y ademas con mucho para leer. a comer cada una de las nuevas palabras que el gaucho, que el acrobata del camino nos deja para deleite de aquellos que ya lo envidiamos un poco mas
al fin villarinoooooooooooooooo!!!!!!
suspiro de alivio.
Silvia
Ya llevaba un tiempo preocupado porque no escribías. Me alegro de tener nuevas tuyas.
Saludos desde Castilla
Mucha alegria al encontrarte nuevamente. Como sos una persona con muy buena “estrella”, yo diria con un muy buen ANGEL GUARDIAN, se que vas a continuar redactando la parte buena de ese territorio, que aqui en nuestro pais vemos lo peor de él en los noticieros.
Adelante Juan!!!!!!!!!!!!!
Teresa de Tandil
Juan, con todo lo que estás haciendo merecerías un lugar en los medios nacionales…acá los que van a Afganistan..o iban, se jactabvan de su gran proeza…pero lo tuyo es más importante todavía , merecés que todos sepan tu historia!!!