Tengo que hacer una confesión por la que algunos me van a felicitar y otros condenar. La primera vez que fui a Luxor, hace 10 años, no visité ninguno de sus célebres templos. Voy a ser más preciso: ni siquiera llegué a posar mis ojos sobre la corniche que da al Nilo, ni pisé el centro de la ciudad. Mucho menos me digné a visitar el Valle de los Reyes, donde yacen las tumbas de medio catálogo de faraones egipcios desde Ramses hasta Tutankhamon.
Yo en ese momento estaba recorriendo Egipto con un mochilero ruso que prefería martillarse un dedo antes que gastar un dólar de más. Habíamos completado la ruta de los Oasis Occidentales, de Bahariyya hasta Baris, donde dicho sea de paso los beduinos habían intentado casarnos con sus hijas. Al llegar a Luxor, conocimos una familia de campesinos que cultivaban caña de azúcar.
En aquel momento mi razonamiento fue excluyente: si tengo que elegir entre compartir con los campesinos reales del Nilo o ver piedras pintadas, siempre voy a priorizar la gente. No sé si puedo decir que me equivoqué. ¿Puede uno tomar decisiones equivocadas? ¿O simplemente toma la única decisión posible en ese momento?
Y seguimos con las confesiones ya que estamos: aquella vez no me perdí los templos de Luxor por un rapto pasajero de “pachamamismo”. No, no, soy víctima y autor de una conducta sistemática. Siempre sentí una especie de culpa intelectual de que mis primeras experiencias de un país fueran los sitios turísticos.
Lo sigo evitando a toda costa y necesito, al menos, viajar dos o tres días por pueblitos anónimos y remotos antes de llegar a cualquier “Muralla China” o “Montañita”. Ahora, una década después, habiendo compartido con campesinos de todo el mundo en múltiples viajes, y recién llegado de una caminata entre las aldeas del Nilo cerca de Mynia, quería saldar mi deuda, y me sentía habilitado, según mi personalísimo y tiránico control de calidad, para hacerlo.
Mientras aún viajaba sentado en el tren que nos llevó a Luxor me sentí abrumado por la cantidad de templos que, según mi guía de viajes, nadie debía perderse en Luxor. Desearía tomar pastillitas de budismo para calmar la ansiedad viajera que me produce llegar a un lugar en donde la lista de cosas para ver está bien establecida y es numerosa.
Le daba vueltas en mi boca a este caramelo con gusto a tormento privado mientras caminaba con la mochila a la espalda (pesadísima, porque nos habían regalado un chal y varias cosas más en Cairo) e ignoraba con la vista perdida en un punto fijo a los vendedores callejeros. Y entonces avistamos la corniche, como se denomina, en todas las ciudades de Egipto, a las costaneras que dan al Nilo. Lo que allí vi terminó con mis dilemas y me reconcilió con la fama de la ciudad…
Lo que sigue es una crónica más bien literaria de mi vista al Valle de los Reyes, si buscas información rápida, mi vista la contraté con esta excursión de 6 horas con guía en español por el Valle de los Reyes, que además cubre Valle de las Reinas, los Colosos y el templo de Hatsheput. Así optimizarás tu tiempo.
Te puede interesar: Cómo contratar un crucero por el Nilo barato de Luxor a Asuan
Tabla de contenidos
Luxor: una ciudad construida de miradas
Las aguas del Nilo pasaban calmas por entre ambos bancos de la iudad, con alguna que otra felucca surcando el silencio. De un lado y del otro, las edificaciones eran bajas, de manera que seguía sobresaliendo, en el este, el Templo de Luxor. En la biblioteca de Alejandría, me había quedado embobado con un grabado antiguo en el que se veía un templo formidable, con su corazón de columnas antecedido por enorme muralla custodiada por obeliscos y faraones sentados en su trono.
Era un libro antiguo, de 1798, y la leyenda en francés decía que se trataba del templo de Tebas. El nombre me sonaba muchísimo de la secundaria. Lo que no sabía era que Tebas era el nombre antiguo de Luxor, y que aquel templo que me había hecho sentir un niño caza-tesoros, era el que tenía ahora frente a mis ojos, ya desempañados de dilemas viajeriles.
Luxor no está construida solo de ladrillos, sino que es el resultado de la superposición de las miradas que, capa sobre capa, han difundido sobre ella los primeros exploradores que remontaron el Nilo y los intrépidos viajeros que arriesgaron sus vidas para cronicar lo que para el mundo occidental eran puras leyendas.
Es así que muchas ciudades hoy turísticas tienen raíces inseparables del espíritu viajero más acérrimo. Sería difícil imaginar quien iría a Cusco si no fuera por el descubrimiento de Machu Pichu por Hiram Bingham en 1911. Lo mismo sucede con Luxor.
La gloria y poder de Tebas, capital religiosa del antiguo Egipto, cuyo Dios Amún era temido hasta en las costas del Mediterráneo, fueron tragadas gradualmente por las arenas del desierto y del olvido, tras el saqueo de los persas y la invasión árabe del siglo VII.
Asentamientos de adobe crecieron apoyados en los antes templos, que la gente ahora usaba para esconderse de los malones de anárquicas tribus del desierto. Los árabes le cambiaron el nombre a Al-Uqsur, que significa fortificaciones, y hacía referencia a esos templos que encontraron abandonados a las garras del desierto.
Reflexionaba todo esto mientras Lau y yo decidíamos qué visitar primero. Del lado este, es decir, donde está el pueblo moderno, una capital provincial no demasiado ajetreada, se esperaban el ya mencionado Templo de Luxor y el de Karnak.
Del lado oeste, en cambio, estaba la Necrópolis. Los antiguos egipcios eran poetas naturales: siempre enterraron a sus faraones y nobles del lado occidental del Nilo, que es donde el sol parafrasea a la muerte en cada atardecer. Había todo un circuito que incluía el Valle de los Reyes, el de las Reinas, y las Tumbas de los Nobles.
Pero no queríamos volvernos locos. Por el precio de un hostel conseguimos en el West Bank un hotel cómodo, sosegado por patios y jardines con fuentes y mesitas, y nos dedicamos a descansar y pasear desentendidamente por el barrio. Se trataba de una aldea con niños jugando en la calle, vendedores de felafel y ojotas, casas con mujeres pelando ajo en sus portales adornados con aviones o barcos su el propietario había tenido la suerte de peregrinar a Meca.
Uno de los primeros sitios que visitamos, del lado este, fue la Librería Abuodi, donde, picoteando información de media docena de libros distintos, pude terminar de armar el rompecabezas y responderme la siguiente pregunta. Si Tebas se había apagado ante los ojos del mundo ¿qué la había vuelto a poner luminosamente en el mapa? ¿cómo habían vuelto a ser famosos sus templos?
Las condiciones estaban dadas porque la fórmula es siempre la misma: una gloria pasada, un fin abrupto en manos de invasores (como Machu Picchu) y al fin un redescubrimiento. Para Luxor, esto llegó con el ejército de Napoleón, que además de generales y artilleros enroló a 160 historiadores, artistas, botánicos y agrimensores para que hicieran un relevamiento de todo cuanto hubiera sobrevivido del antiguo Egipto.
Los franceses duraron pocos años, pero el trabajo que realizaron sus escolares fue publicado en 1809 con el título Description de l’Egypte. Era el mismo libro que me había topado de casualidad en la Biblioteca de Alejandría. (En el link lo pueden ver online, en la web de la biblioteca).
Los mismos grabados exquisitos que me habían dejado intrigado, también habían encendido en Europa un apetito voraz por el Antiguo Egipto. Comenzaron a llegar excéntricos exploradores que pasaban meses navegando vagamente el Nilo en feluccas y, en ocasiones, vivían dentro de las cámaras funerarias que investigaban, felices de su transitorio ascetismo, fumando en pipa y con un rifle a mano para ahuyentar a los bandidos.
En esta época, el perfil del viajero que atracaba su embarcación en Luxor era más el de un egiptólogo que el de un turista. Porque, en el interín, Egipto se había vuelto el único país con una rama de la ciencia enteramente abocada a elucidar sus ofuscados orígenes. Eso había sucedido cuando soldados franceses descubrieron accidentalmente la piedra de Rosetta, básicamente, una piedra cuyas inscripciones jeroglíficas y su traducción al griego antiguo permitieron decifrar la ancestral escritura egipcia.
La primera guía de viaje para Egipto, titulada Modern Egypt había sido publicada por un tal Wilkinson en 1842 y sugería a los visitantes actividades tales como excavar los templos de Heliopolis o copiar todos los jeroglíficos de cierta tumba del Valle de los Reyes. Recién en 1850 comienzan a llegar viajeros no-académicos, ingleses o norteamericanos apoderados que anexaban Egipto a su Grand Tour europeo.
Cuando en 1869 Thomas Cook trajo su primer grupo de turistas a navegar el Nilo desde Cairo, Luxor era una de las paradas fundamentales. El turismo en masa había llegado y Luxor, de su mano, había recuperado su lugar en el mapa.
El Valle de los Reyes
Junto a las huellas de tantos intrépidos fue que sumamos las nuestras, y el Valle de los Reyes fue nuestro primer destino. Como el sitio queda a pocos kilómetros, pudimos ir a dedo, caminando de a tramos bajo un sol asesino. Osea, durante un milenio generaciones de faraones eligieron las colinas del oeste de Tebas como la coordenada precisa del universo donde su alma alcanzaría la inmortalidad, para que vos después le hagas dedo a un Peugeot 504 y llegues en 20 minutos. Y, además, te ganes el derecho a entrar a su tumba por la módica suma de 12 dólares o 6 si sos estudiante.
En total son 62 las tumbas descubiertas hasta ahora en el Valle de los Reyes, desde KV1, la tumba de Ramses VII, conocida y abierta desde el tiempo de los griegos, hasta KV62, nada menos que la tumba de Tutankhamun, descubierta recién en 1922 repleta de los tesoros que ahora se exponen en el Egyptian Museum. Antes de entrar en la primera tumba, pensé que iba a decepcionarme. Lo que me seducía la épica del sitio: una “ciudad de los muertos” subterránea en donde sacerdotes y servidores perpetuaban, con su devoción, la ilusión de la inmortalidad del faraón. Nuestro ticket nos permitía visitar tres tumbas. Leímos un poco en nuestra guía de viajes para no hacer el casting de tumbas tan al boleo.
La primera tenía que ser KV1, morada final de don Ramses VII. Nos dirigimos hacia lo que parecía el boquete de una mina abandonada. Cuando estás entrando en un túnel de 45 metros cavado en la roca de una montaña es fácil enfocarte en tu propia adrenalina indianajonesca y olvidarte que estás cometiendo un abuso de confianza, una intromisión plebeya en un recinto sagrado concebido nada menos que para el faraón. A medida que bajábamos por una rampa de madera, a nuestro lado se desarrollan las sagas encriptadas en jeroglíficos y bajorrelieves pintados con que cada tumba era decorada. Yo también pensaba que toda esa saturación de símbolos extraños era una manía puramente ornamental. Pero no.
Todo ese desfile de dioses con cabeza de chacal coronados por discos solares, sosteniendo en su mano la ankh, llave de la vida, antecedidos por procesiones de sacerdotes con la soga infinita del tiempo que, de vez, en cuando estalla en espirales, eran más que cualquier otra cosa libros sagrados. Uno de los pasajes ilustraba a Ra en su barca solar, peleando por la inmortalidad del alma del faraón.
Según el Libro de las Puertas: Ra navega cada noche el inframundo, y las almas buscan asegurarse pasaje en su barca hacia la eternidad, primero hacia el oeste u ocaso y finalmente hacia el Este, en preparación a su renacer. El río de jeroglíficos bajo la barca solar le recordaban al faraón los horarios y caminos secretos de Ra. O sea, eran como una guía de viajes celestial. ¡Oh descubrimiento! Los faraones dejaban su todopoderosa existencia terrenal para encontrarse, súbitamente, en una posición mochilera, para peor, teniendo que hacerle dedo a un barco, y de noche, en una especia de “pesca-magic” de almas.
Se me ocurrió pensar que era natural que Ra y las almas de los faraones muertos viajaran en barca hacia la eternidad. ¿De qué otra forma representarían un viaje si todo en Egipto viajaba sobre el Nilo? Pensé de pronto en un Ra comandando una caravana de camellos, pero enseguida me amonesté: los camellos fueron recién introducidos en Egipto por los persas en el siglo VI, lo que explica por qué no hay un solo camello entre los jeroglíficos de las tumbas.
Si ya estaba pasmado por toda esta cosmogonía refinada, fue en la tumba siguiente, la KV8 perteneciente a Merneptah, donde caí en cuenta de los colores. Cada uno de esas figuras llevaba tres mil años destellando sus colores dentro de la montaña. Creo que hablaba en voz alta de lo sorprendido que estaba, porque un arqueólogo aficionado italiano se me acercó a compartir su sabiduría.
Me contó que los egipcios cubrían las pinturas con miel y clara de huevo para protegerlas y, antes de cerrar las tumbas, dejaban velas encendidas para que se consumiera todo el oxígeno. Me explicó también como obtenían colores mediante la combinación de minerales y vegetales. Así me enteré que un color conocido como azul egipcio, que era obtenido fundiendo tres componentes distintos a 800 ºC, y que recién hace poco pudo ser reproducido en laboratorio.
No sé si la fascinación del viejito influyó o no, pero mientras él hablaba docta pero altisonantemente el resorte de la birome con que yo intentaba etener su sabiduría en mi libreta saltó en místico suicidio para fundirse en suerte con los jeroglíficos, sus antecesores lejanos.
Seguimos descendiendo hacia la cámara funeraria. A nuestro lado resplandecían escarabajos sagrados, enormes representaciones de Ra con cobras enroscadas en el sol que siempre lo corona, cuyos frescos pigmentos amarillentos disimulaban que había sido realizado tres mil años antes.
¿Por qué tanta molestia y producción de belleza para luego sellar las tumbas por completo? Mientras que en el cristianismo la ostentación de las bóvedas es hacia afuera, para los que quedaron vivos, los destinatarios de esa belleza no eran ojos humanos. De hecho, la localización de las tumbas no era conocida más que por la elite, por temor a los saqueadores. Tampoco era una obsesión con la muerte lo que llevó a los antiguos egipcios a desplegar sus letanías en la piedra.
La respuesta que encuentro es que estaban realmente convencidos de su función pragmática, de que realmente, los faraones no podrían alcanzar seguramente el más allá sin las instrucciones dadas por la iconografía ritual. Nos quedamos en silencio, frente al sarcófago de granito de cuatro capas, pensando en estos reyes que pensaban que el proceso de morir incluía un viaje fluvial.
Pasamos de largo la Tumba de Tutankhamon (KV62), porque su fama deriva sólo de los tesoros hallados en su interior, y que ahora están en el Egyptian Museum, donde los habíamos visto. Lo particular de esta tumba es que fue descubierta intacta, salvada de los saqueadores por estar debajo de la de Ramses VI.
El arqueólogo Howard Carter no lo podía creer cuando en 1922 dio con las cuatro cámaras funerarias repletas hasta el techo de joyas, instrumentos musicales, carrozas, mobiliario, una colección de bastones y por supuesto, la famosísima máscara funeraria del faraón. Todos los que participaron del descubrimiento murieron poco tiempo después, pero no debido a una maldición sino a, según estudios recientes, a un micro-hongo que había logrado incubarse en el reseco ambiente.
En cambio, nos metimos en la de Ramses VI (KV9) que, para mí, logró la inmortalidad de una manera en que él jamás hubiese imaginado: a través del homenaje que los turistas le rinden diariamente a su tumba, la más exquisita de la necrópolis. Desde las columnas cuadradas y pefectas nos miran enormes dioses con soles y cobras, caminando de perfil, al estilo egipcio.
Pero la acción sucede en el techo, donde la diosa de la noche Nut aparece tragándose al sol caga noche para volver a parirlo cada mañana, en un ciclo diseñado para revivir las almas de los faraones muertos, escena pintada en negro y dorado. Tragué saliva al poner un pie en la cámara funeraria y ves el sarcófago de granito reposando donde siempre, y los muros con escenas del Libro de la Tierra, donde se puede ver a verdugos decapitar a los enemigos de Ra, que intentan detener el progreso del alma del faraón hacia el amanecer.
Además de enemigos como serpientes que intentaban detener la barca de Ra con sus miradas hipnóticas, los faraones debían pasar 12 puertas, mediante un sistema de contraseñas, pronunciando los nombres de sus guardianes sagrados.
Lo interesante es que, tras toda esa carrera de obstáculos, todavía tenía que enfrentarse a Osiris, quien le hacía preguntas morales para evaluar su bondad y finalmente, colocaba el corazón del faraón en una balanza en cuyo otro plato había una pluma. Su corazón, si había sido justo con su pueblo, debía ser más liviano que una pluma.
Desde la penumbra de la tumba de Ramses VI intenté desandar el camino de la mística de Luxor, que se había iniciado justo donde estaba parado. El punto más denso de la curiosidad que el mundo sintió por ella, y que de algún modo la revivió como a sus faraones, se encontraba allí, en sus tumbas celosamente guardadas bajo las arenas.
Todas las fantasías de exploración que habían modelado nuestra idea de «Oriente» o de lo «exótico», habían empezado ahí. ¿Cuántos vapores habían levado anclas, cuantos mapas se abrían desplegado en su nombre? ¿Por qué no había yo, 10 años antes y estando a dos o tres kilómetros, movilizado mis vagas y largas piernas hasta sus tesoros? Quizás, tenía una lección que aprender, y era que en ciertos casos debía aprender a asignarle al factor turístico el peso de una pluma, en mi propia balanza, a la hora de decidir si vistar o no un lugar.
Visitar el Valle de los Reyes es sólo una de las cosas que hay que hacer en Luxor, para no mencionar el Valle de las Reinas, las Tumbas de los Nobles, el vecino Templo de Hatshepsu y, de lado este, los Templos de Luxor y Karnak.
Info para visitar Luxor y el Valle de los Reyes
Cómo llegar de Cairo a Luxor
La manera más fácil de viajar de Cairo a Luxor es en tren (10 horas, precio 10 USD en 2º clase) Las vías, tendidas por los ingleses, siguen el Nilo y las vistas de sembradíos y aldeas te dan una buena idea de cómo es la vida rural en el país. (Aunque durante la primera hora y media el tren sólo atraviesa suburbios). Los boletos se pueden sacar online desde la web de Egyptian National Railway o también es posible comprar tickets de 1º y 2º clase el día antes o en el mismo día de viaje.
Hay boleterías separadas para cada clase y, en teoría, descuentos de estudiante si tenés la ISIC. Los trenes de segunda clase tienen aire acondicionado por lo que no hay muchos motivos para viajar en primera. Los extranjeros no tiene permitido viajar en 3º clase, y en realidad tampoco te venden para todos los horarios de 1º y 2º.
A algunos viajeros les han ofrecido solo el horario nocturno, que de todas formas está bueno para ahorrarte una noche de hotel, pero te perdés el paisaje. Si querés viajar sí o si de día y en la estación no te venden, el truco consiste en subirte al tren sin boleto y pagárselo al guarda cuando pasa a controlar. Y todos contentos.
[mks_pullquote align=»left» width=»300″ size=»14″ bg_color=»#f6a900″ txt_color=»#ffffff»]Alojamiento económico en Luxor
Como en toda ciudad turística hay muchos hostels, pero acá mi recomendación va con muchos honores al Hotel Sheherazade que queda en el West Bank, a 5 minutos a pie de Nilo y bien posicionado para abordar el Valle de los Reyes y demás atractivos en el oeste. Este hotel tiene una estética propia, con las habitaciones asomándose a patios con jardines, palmeras y fuentes desde arcos moriscos. Por todo el hotel hay pinturas basadas en las Mil y Una Noches realizadas a mano por Mohamed, su propietario. Las habitaciones cuestan 30 euros para dos personas, con acceso a piscina, wifi, muebles antiguos de madera y el techo abovedado al estilo palaciego. Toda la onda. [/mks_pullquote]
Moverse en Luxor
Luxor es una ciudad bastante compacta. Para cruzar del East al West Bank hay ferris estatales que cobran 1 LE y parten cada 10 o 15 minutos cada vez que se llenan. Una vez del lado oeste, podés frenar por la calle cualquier taxi-camioneta o minivan que por pocas libras egipcias te van arrimando a la ticket office.
Se pueden alquilar bicicletas por 3 USD por día. Los choferes de «hantours» o galeras a caballo te van a acechar por toda la ciudad, pero ojo que siempre quieren suben el precio que te dijeron primero.
Para tener una idea de las distancias: desde el ferry son 3 km hasta la boletería, 4 km hasta el Valle de las Reinas, pasando en el camino por los Colossi de Memnon y 8 km hasta el Valle de los Reyes.
Del lado oeste, el Templo de Luxor está en el mismo centro, y Karnak, la otra joya, 3 km al norte. No intenten ver todo en el mismo día y consideren quedarse tres o cuatro para disfrutar cada actividad.
Precios de entrada a los templos en Luxor
Valle de los Reyes: 100 LE/ 50 LE normal/estudiantes. Eso incluye tres tumbas. Las de Ramses VI (KV9) y Tutankhamun (KV63) se pagan aparte 60 LE / 30 LE normal/estudiantes.
Dentro de las tumbas no se puede sacar fotos, ni siquiera sin flash, pero los mismos cuidadores te van a alentar a que saques fotos si después les das una propina.
En las Tumbas de los Nobles se paga por cada tumba, unas 20 LE. Los precios exactos se ven en la foto a continuación.
Consejo: la cantidad de templos y tumbas en Luxor puede fácilmente abrumar al más activo de los viajeros. Te recomiendo esta excursión de 6 horas con guía en español por el Valle de los Reyes, que además cubre Valle de las Reinas, los Colosos y el templo de Hatsheput. Así optimizarás tu tiempo.
Otras formas de conocer Luxor
En felucca
Te lo juro, no vas a poder caminar 10 metros por la Corniche sin que alguien se te acerque a venderte un paseo en felucca, las embarcaciones tradicionales que surcan el Nilo desde tiempos inmemoriales. Un paseo de dos horas (2 personas) vale alrededor de 70 LE, aunque todo es negociable, y vas a tener que negociar para que no te estafen. El paseo más popula te lleva a Banana Island.
En Globo aerostático
Hay varios operadores que ofrecen tours en globo aerostático sobre Luxor y los templos. También hay una gran cantidad de chantas e intermediarios, te recomiendo reservarlo previamente por internet. El paseo incluye un vuelo de 50 minutos y traslados a/desde tu hotel. Puedes contratarlo aquí.
Cruceros de Luxor a Asuán
Si pensaste que nunca te ibas a subir a un crucero, Luxor es el lugar donde podés jugar a ser millonario. Debido a la competencia y la crisis del sector turístico, los cruceros de Luxor a Asuán, con camarote calidad , todas las comidas incluidas, piscina, y paradas para visitar los templos de Edfu, Kom Ombo, tiene un valor de 319/369 euros seún en qué sentido viajes. te recomiendo hacerlo de Lúxor a Asuán.
CRUCERO POR EL NILO DE LUXOR A ASUAN (4 NOCHES – €369)
CRUCERO POR EL NILO DE ASUAN A LUXOR (3 NOCHES – €319)
No tenés que dejar de visitar…
La librería Aboudi, donde Lau y yo pasamos dos horas de reloj. Tiene una colección de títulos sobre Egipto comparable al de una biblioteca académica, con publicaciones muy específicas, autores egipcios traducidos, relatos de viajeros clásicos y victorianos, fotografías antiguas de Lehnert and Landrock del Zeppelin sobre Cairo, réplicas de los carteles de las calles de Cairo, almanaques, guías de viaje. Leyendo al azar páginas de distintos libros es que recavé mucha de la información con la que redacté este post. Compré un ejemplar de On the Nile on the Golden Age of Travel para mi biblioteca personal.
Si tenés comentarios sobre tu experiencia visitando Luxor y el Valle de los Reyes, dejala a modo de comentario, la comunidad mochilera te lo va a agradecer! ¡Buenos caminos!
Vaya pedazo de blog
Me encanto y lo guardaré debajo de la almohada
Gracias David!! Un placer que el blog te ayude a planear nuevos viajes!
Muy interesante tu experiencia, estoy viendo de ir en Enero de 2018 pero preferiría ir en avión a Luxor desde El Cairo, hacer el crucero y volver a el Cairo desde Asuan en avión, tenes algún dato de eso?
Estuve en Egipto e hice un poco de todo. Yo creo que uno tiene que hacer lo que le gusta, lo que tiene ganas. Los templos… ya sabemos qué son y por qué fueron hechos. La idea de perpetuarse en el poder de los gobernantes, corruptos como todos, en fin… Siempre la misma historia en todos los puntos del planeta. Dicho esto, creo que Luxor es un lugar maravilloso para visitar, al igual que las pirámides o Abu Simbel. También coincido con vos en que lo mejor de cada lugar es la gente, el hoy y el ahora. Viajar y contar la verdad. Quién te cuenta la posta? La gente. Los templos están. Querés verlos? Vas. No querés verlos? No vas. Lo importante -creo- es observar el arte de la creación humana como legado.
Me encanta el blog, a ver cuando reúno tiempo y dinero para poder hacer alguno de estos viajes! Un saludo y sigue así!
Buenos caminos!
solo me dieron ganas de volver !