El boulevard de los sueños rotos.

En la frontera de Islam Qaleh, algunos hombres avanzan en sentido contrario empujando carretillas en las que llevan todas sus pertenencias. Al cruzarnos, nuestras vistas coinciden durante ese particular segundo que le toma a dos extraños de culturas distintas el mutuo escrutinio. Hay que ponerle etiquetas a esa otredad que irrumpe en el mundo conocido. Estos hombres abandonan el país para refugiarse en Irán, cosa que los afganos vienen haciendo desde hace décadas. Su vista está tan comprometida con su tarea como si estuvieran introduciendo un culto prohibido. Es, a la vez, una expresión que no quisieras ver nunca en otro ser humano. Muchos de ellos terminarán mendigando en las calles de Teherán. El tramo de ruta entre Irán y Afganistán es, con derecho propio, un bulevar de los sueños rotos.

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