Bernard Shaw dijo una vez que el martirio es el camino más corto hacia la fama. No me impulsa sin embargo ningún macabro placer por cruzar líneas rojas. Tampoco hay necesidad de cruzar territorio iraquí en mi fácil y marcado camino de Turquía a Irán. Nada me motiva más que la fidelidad a la idea que en mayo de 2005 me lanzo a la ruta: el ser humano es intrínsecamente bueno, sólo que los malos tienen más prensa. Desde que dejé Belfast, hace más de 10 meses atrás, no he conocido un solo país que no crea que el infierno comience en el país vecino. Los húngaros anticiparon que en Rumania seria asaltado y desollado por los gitanos que, ya en Rumania, mientras me convidaban ziuca aseguraron que seria en Bulgaria donde seria efectivamente arrojado a los perros por camioneros borrachos. Cada vez que cruzo una frontera me digo: «OK, acá es donde me secuestran». Sólo para ver mis expectativas frustradas por una horda de locales que interrumpen mi marcha para invitarme a sus casas. Siento como si estuviera empujando los límites del infierno.
La distancia ente Europa e Irak es mas simbólica que geográfica. A pesar de que el caos con el que se asocial a aquel país pareciera incompatible con la proximidad, Irak tendrá plena frontera con la Unión Europea tan pronto como Turquía sea aceptada como estado miembro. Transitando desde Ankara hacia las provincias del Sudeste, es de hecho una ruta que ostenta (o arrastra) la nomenclatura vial europea la que conduce hacia la frontera iraquí: la E-90. En todo el camino, la señalización rutera calla toda referencia al país vecino, como si estuviera avergonzada de su destino.
Viajando velozmente a dedo a través de las ciudades de Gaziantep, Sanliurfa y Diyarbakir espanto a los taxistas que intentan venderme sus servicios con sólo responder a su pregunta de: «¿A dónde vas?» «A…. (innombrable)». Ni por mil liras turcas… A los costureros del bazar de Sanliurfa di instrucciones de confeccionar una bandera argentina para colgar de la mochila. Si cruzo fundamentalistas, que de lejos me sepan criollo. Con afirmar la argentinidad no alcanza, también es preciso negar mi italianidad, y así mi pasaporte que depositado en la caja fuerte de un ingeniero de la municipalidad de la ciudad de Batman (no se rían, así se llama).
Es finalmente un enorme Scania amarillo el que me deja en Silopi, el último pueblo turco. El chofer sustituye en el dial a las noticias por la música lenta, luego de lo que me confiesa cuanto le gusto. No es exactamente lo que llamaría un approach solidario con las circunstancias. Por favor, estamos llegando a Irak, intenta secuestrarme o venderme a los fundamentalistas, pero ¿tirarme un lance?
Pero ¿cual es la frontera a cruzar? ¿Existe una frontera? Mirando el mapa se diría que cruzo de Turquía hacia Irak. Sin embargo, el ultimo «turco» con el que hable en las calles de Silopi me dio la bienvenida a la Mesopotamia y luego me deseo suerte en mi viaje a Kurdistán del Sur. No es que aquí este de moda llamar a los países con el nombre que tenían en tiempos de Ramses II, sino que el pueblo kurdo, con poco resguardo por lo establecido después de la Primera Guerra Mundial, se sigue considerando estoicamente habitante del mismo suelo, allende las nuevas fronteras, llamado Kurdistán.
A pesar de haber dominado los pasos montañosos entre los actuales Siria, Irán, Irak y Turquía durante siglos, los kurdos jamás lograron consolidar un estado propio, convirtiéndose en el mayor grupo étnico sin el mismo. El Tratado de Sevres (1920), que otorgo independencia a otras ex provincias del Imperio Otomano, jamás puso en práctica la nueva nación kurda. Acaso tenga algo que ver el petróleo que corre bajo sus pies. La respuesta kurda a la pasividad de la comunidad internacional fue desde entonces la lucha de guerrilla. Pero lo que décadas de treparse a las montañas lanzacohetes en mano no otorgo, al menos para los kurdos iraquíes cayo del cielo con el gran tropezón de Saddam en 1991 y su posterior caída en 2003. Desde entonces la nominalmente existente Región Autónoma Kurda empezó a constituirse como una verdadera republica independiente, y el viento conoció una nueva bandera, el tricolor kurdo, que otrora solo flameara tras puertas cerradas y con la ayuda de un ventilador. La Peshemerga, partisanos al mando del héroe local Barzani, paso de ser una furtiva milicia de montaña a tener el poder legal de policía en toda la región. Como si un día el IRA patrullara las calles de Belfast y Derry.
«Bienvenido a la Región Autónoma del Kurdistán Iraquí» – anuncia el cartel de la aduana. El hombre tras la ventanilla toma mi pasaporte: «¿Argentina? ¡Maradona!» A entonces B. Hasta ahí no salimos del promedio. Pero a seguido, traicionado por su inconciente, añade: «¿Es Usted un terrorista? Perdón, quiero decir… ¿un turista?». Y yo que ya había pensado que esta gente era tan democrática que tenía un casillero par tal opción de vida.
En total contravención con las embajadas iraquíes en Cairo o Ankara, que me habían corrido con una visa de 50 dólares y tres semanas de demora, los changos de la frontera solo me preguntan el motivo de mi visita. Respondo que estoy orgulloso de la independencia lograda por ellos, y por las dudas les dejo saber que visite Kurdistán Occidental (Siria) y enumero el nombre de los pueblos en kurdo, después de lo cual sellan mi pasaporte y me saludan mientras desaparezco en la noche. Estaba adentro.
Yo creía que era capaz de semejantes insolencias solo en países inofensivas como Eslovenia o Hungría. Aun así, me encontré dando mis primeros pasos en Irak/Kurdistán de noche, sin dinero local, y con un mapa bajado de internet. ¿Con qué autoridad moral voy a retar a mis hijos cuando quieran tirarle petardos al perro del vecino? En Zakho, el primer pueblo iraquí temgo una impresión que se repetirá: la de una incongruencia entre el estado decadente de las viviendas y los modelos lujosos de vehículos (léase BMW X-5, Chrysler Concorde, etc.) que desfilan por las calles. Es muy temprano para entender nada. Mientras camino con la mochila a cuestas, multitudes que mastican kebabs bajo retratos del enturbantado Barzani me clavan su Mirada como si fueses un perro verde, lo que es entendible en un país que no ha visto turistas en 25 años.
Pero ¿cual es la frontera a cruzar? ¿Existe una frontera? Mirando el mapa se diría que cruzo de Turquía hacia Irak. Sin embargo, el ultimo «turco» con el que hable en las calles de Silopi me dio la bienvenida a la Mesopotamia y luego me deseo suerte en mi viaje a Kurdistán del Sur. No es que aquí este de moda llamar a los países con el nombre que tenían en tiempos de Ramses II, sino que el pueblo kurdo, con poco resguardo por lo establecido después de la Primera Guerra Mundial, se sigue considerando estoicamente habitante del mismo suelo, allende las nuevas fronteras, llamado Kurdistán.
A pesar de haber dominado los pasos montañosos entre los actuales Siria, Irán, Irak y Turquía durante siglos, los kurdos jamás lograron consolidar un estado propio, convirtiéndose en el mayor grupo étnico sin el mismo. El Tratado de Sevres (1920), que otorgo independencia a otras ex provincias del Imperio Otomano, jamás puso en práctica la nueva nación kurda. Acaso tenga algo que ver el petróleo que corre bajo sus pies. La respuesta kurda a la pasividad de la comunidad internacional fue desde entonces la lucha de guerrilla. Pero lo que décadas de treparse a las montañas lanzacohetes en mano no otorgo, al menos para los kurdos iraquíes cayo del cielo con el gran tropezón de Saddam en 1991 y su posterior caída en 2003. Desde entonces la nominalmente existente Región Autónoma Kurda empezó a constituirse como una verdadera republica independiente, y el viento conoció una nueva bandera, el tricolor kurdo, que otrora solo flameara tras puertas cerradas y con la ayuda de un ventilador. La Peshemerga, partisanos al mando del héroe local Barzani, paso de ser una furtiva milicia de montaña a tener el poder legal de policía en toda la región. Como si un día el IRA patrullara las calles de Belfast y Derry.
«Bienvenido a la Región Autónoma del Kurdistán Iraquí» – anuncia el cartel de la aduana. El hombre tras la ventanilla toma mi pasaporte: «¿Argentina? ¡Maradona!» A entonces B. Hasta ahí no salimos del promedio. Pero a seguido, traicionado por su inconciente, añade: «¿Es Usted un terrorista? Perdón, quiero decir… ¿un turista?». Y yo que ya había pensado que esta gente era tan democrática que tenía un casillero par tal opción de vida.
En total contravención con las embajadas iraquíes en Cairo o Ankara, que me habían corrido con una visa de 50 dólares y tres semanas de demora, los changos de la frontera solo me preguntan el motivo de mi visita. Respondo que estoy orgulloso de la independencia lograda por ellos, y por las dudas les dejo saber que visite Kurdistán Occidental (Siria) y enumero el nombre de los pueblos en kurdo, después de lo cual sellan mi pasaporte y me saludan mientras desaparezco en la noche. Estaba adentro.
Yo creía que era capaz de semejantes insolencias solo en países inofensivas como Eslovenia o Hungría. Aun así, me encontré dando mis primeros pasos en Irak/Kurdistán de noche, sin dinero local, y con un mapa bajado de internet. ¿Con qué autoridad moral voy a retar a mis hijos cuando quieran tirarle petardos al perro del vecino? En Zakho, el primer pueblo iraquí temgo una impresión que se repetirá: la de una incongruencia entre el estado decadente de las viviendas y los modelos lujosos de vehículos (léase BMW X-5, Chrysler Concorde, etc.) que desfilan por las calles. Es muy temprano para entender nada. Mientras camino con la mochila a cuestas, multitudes que mastican kebabs bajo retratos del enturbantado Barzani me clavan su Mirada como si fueses un perro verde, lo que es entendible en un país que no ha visto turistas en 25 años.
Mi presencia no pasa desapercibida por los miembros de las fuerzas de seguridad, que irrumpen en el cuarto de la pensión de 2 dólares que compartía con tres trabajadores de Mosul para hacer las preguntas de siempre. A pesar de que es el idioma del enemigo parecen apreciar que hablo algo de árabe, en tanto y en cuanto encabece cada interlocución con un buen Rojbas! en kurdo. Terminan sin embargo enfadados porque me niego a venderles mi carpa. Trabajadores y oficiales por igual me aconsejan que no viaje a Mosul, Kirkuk o Bagdad. Sus razones son algo más que el coche bomba diario de Bagdad, tienen que ver con algo mas quintaesencial: «¡Allí hay árabes!». Un Nuevo desplazamiento del infierno.
A la mañana siguiente espío por la ventana y veo flamear el tricolor kurdo. El rojo, el verde, y la franja blanca intermedia con un sol como en la bandera argentina contrastan notablemente con el cielo nublado. Listo para intentar hacer dedo en un país que intenta existir.
«Desde que dejé Belfast, hace más de 10 meses atrás, no he conocido un solo país que no crea que el infierno comience en el país vecino.» ES CIERTO !!!!!!
Asi es! jajaj
Hola Juan Pablo, soy oriundo de Cordoba, Argentina ! en noviembre y diciembre voy esta viajando parte de la península arábiga y es un sueño para mi conocer el Kurdistan Irakí !! e leídoy vi muchos videos del pueblo kurdo y es muy admirable todo los que han construido !!
como puedo hacer para conseguir la visa de turista, con pasaporte argentino, claro ? ya que nuestro país no esta en el listado para solicitarlo cuando se arriba.
te agradezco predisposición !! gran abrazo!!!
Aparentemente tendrías que consultar en una embajada de Irak. Cuando yo visité, aun se podían obtener en la frontera!
Bien escrito, me quedo pensando donde sigue la historia .. saludos
Mira en la categoría Irak del blog, allí están todos los posts…. (Igual el viaje completo duró 27 meses, que podés encontrar siguiendo los archivos del blog) También, más extendida, la encontrás en el libro Vagabundeando en el Eje del Mal. Abrazo!
Ya quiero leer tu libro.
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un abrazo desde san francisco, california!
Bueno Juan: la verdad es que hace meses sigo tu viaje , y cada vez me parece mas fascinante; no solo porque tu forma de relatarlo sea capaz de sacarme volando de la silla y llevarme a lugares increibles. Sino porque tambien de alguna manera es el sueño de todos, el de hacer aquello que nos haga feliz. Segui viajando y soñando . Besos , Meme
Juan, sigo sorprendièndome con tu viaje, sos excelente.
un abrazo gigante desde Baires
El relato de tu viaje me ayuda a pensar que otro mundo es posible de la mano de gente con voluntad y decisión para hacer cosas.
Desde una gris y capitalista oficina en Capital Federal, viajo por la historia, por el mundo y por las utopias siguiendo tus pasos.
Es muy lindo leerte. Muchos saludos !. BUEN VIAJEEEEEE
Madys
Buena suerte en tu camino hacia Bagdad. Y no olvides mostrar bien la bandera…
Saludos desde Tandil
Francisco