Viajamos de Brasov a Sighisoara, en Transilvania, donde nos esperaba mi amigo Hans. Siempre que le digo a Laura que vamos a visitar a un amigo ella tiembla, porque tengo una facilidad proverbial para confraternizar con seres estrambóticos, como aquella vez que terminamos en Paramaribo en casa de un buscador de extraterrestres. Pero Hans era —como aceptaría Laura más tarde— uno de mis amigos más normales. Me había abierto las puertas de su casa en 2005 cuando me vio deambulando por el centro histórico de Sighisoara. Hans dirigía una ONG ambientalista, y en aquel entonces me sumé a sus actividades entregando volantes por la calle, que invitaban a la gente a participar del “Día Europeo Sin Auto”.
Esta vez me había anticipado que debía viajar por algunos pueblos remotos de Transilvania por trabajo, en su camioneta, y podíamos sumarnos. Laura estaba bastante contenta de que fuéramos a tener movilidad propia en épocas de lluvia y nieve, porque en otoño/invierno cuesta mucho moverse como mochilero por Europa, sobre todo si vas a dedo. Lo que nadie sabía era que el trabajo que Hans tenía por delante era filmar entrevistas a víctimas y testigos de una mafia de la deforestación ilegal asociada la maderera austríaca Schweighofer y al ministro de defensa, un sobreviviente del gobierno comunista que seguía in office. Ya habían hecho desaparecer gente para evitar filtraciones y ahí íbamos nosotros, un ambientalista, dos bloggers y una perrita llamada Lena, pachamameando en una camioneta noventosa. ¿Qué dirá mi seguro de viajes de todo esto?
Mientras Hans terminaba de poner a punto la camioneta, aprovechamos con Lau para recorrer Sighisoara, mi ciudad favorita de Rumania, construida por los sajones (alemanes) que se asentaron en la zona en el siglo XII. Es una de las ciudadelas medievales habitadas mejor conservadas de Europa. Los alemanes se volvieron hábiles artesanos, armeros y peleteros, y Iegaron su arquitectura principesca y sórdida. Cada gremio mantenía y defendía una de las nueve torres que aún están de pie en la ciudad. Los sajones fueron una voz muy presente en toda la historia de Transilvania, a la que ellos llaman Siebenbürgen, hasta que cayó el muro de Berlín. Desde entonces, los descendientes de aquellos teutones han ido migrando a Alemania, dejando sus aldeas e iglesias a la buena de Dios, en busca de salarios “primermundistas”… Bueno, todos menos Hans…
Las banderas rumanas colgadas por doquier pueden confundir al viajero distraído y hacerle pensar que Transilvania es una región homogénea sin tensiones. Nada más lejos de la verdad. El mayor asunto no es la minoría alemana, que hoy asciende sólo a 37.000 personas, la mayoría ancianos octogenarios que tienen más fresca en la memoria la invasión de los Tártaros de 1241 que la final Argentina-Alemania. El tema son los húngaros. Transilvania fue parte de Hungría hasta 1920, cuando fue anexada sin plebiscitos a Rumania mediante el Tratado de Trianon. Dentro quedaron 1.2 millones de húngaros que siguen hablando su idioma, conservando sus tradiciones y reclamando autonomía. El tema es delicado, pues obvio que desde tiempos medievales también había rumanos en la zona, pero hasta donde me he informado, fueron minoría hasta el siglo XVIII (y por ende, parte de la plebe sin derechos). Como huella indeleble de esta historia, hoy Sighisoara y toda ciudad transilvana tiene tres nombres: el oficial ya dicho en rumano, el original dado por sus fundadores alemanes Schaessburg, y uno en húngaro, Segesvar.
Ahora, el estado rumano intenta minimizar esta diversidad plantando estatuas de Rómulo y Remo prendidos de las tetas de la loba romana como medio de exaltar la raíz latina (gran parte de Rumania era la provincia romana de Dacia) y “rumanizar” la historia. Pero este reduccionismo se cae como mampostería. Basta ver el nombre de nuestro amigo, Hans Hedrich. Su padre era sajón-alemán y su madre húngara. Cuando atiende el teléfono mira primero el número para saber en qué idioma responder. Al estar atravesado por las tres culturas, Hans lucha duro por hacer de Transilvania un hogar habitable para todos al margen de la etnicidad.
Dimos unas vueltas, visitando la Torre del Reloj (siglo XIII) y nos perdimos en callecitas sinuosas con una atmósfera medieval tremenda y pronto estuvimos de vuelta en la casa de Hans. Subimos las mochilas a la camioneta y arrancamos. Como atardece temprano, al poco tiempo ya estamos en la penumbra. La ruta atraviesa valles tupidamente forestados y, acompañados por la niebla y el frío, nos adentramos en el País Székely, la región donde más se concentra la minoría húngara de Rumania, y donde el 75% de la gente habla la lengua magyar desde la cuna.
Algunos se aventuran a decir que esta gente desciende directamente de Atila el Huno, a mi me alcanza, para sorprenderme, ver cómo en la ciudad de Odorhei/Udvarhely, donde frenamos a cenar, cambia el idioma en los letreros comerciales, en los menús de los restaurantes, y en la boca de las mujeres que retan a sus hijos por cruzar la calle detrás de una pelota sin mirar si viene un auto. Nos sentamos en un comedor. Pido una sopa, y el recipiente en que llega es un pan casero ahuecado con forma de cacerola. A la mesa también se sienta el director del documental que Hans está produciendo. Hablan de gente amenazada, muerta, de jueces, de toneladas de madera.
Nuestra próxima parada no es una ciudad, sino en una aldea perdida en la niebla de las montañas, 70 km más adelante, llamada Remetea. Allí nos espera Antal, un hombre calvo, de modales lentos y amables. El y su mujer prepararon un sofá para los mochileros argentinos, peludo de regalo. Es una casa amplia y alfombrada. Su mujer sonríe ampliamente, y nos acompaña a una mesa servida con alimentos sólidos, naturales, que demuestran prácticas de alimentación que han sobrevivido a la cultura del supermercado, el packaging y los fertilizantes.
Hay dos clases de pan casero, una horma de queso, pepinillos, pickles, jamón y salames. En un lugar destacado, un bloque de grasa de chancho. Al principio nos causaba rechazo servirnos tajadas de esa grasa blandusca y oleaginosa. Nos parecía un manjar de ogros. Pero después la aceptamos por contexto, cuando nos explicaron que era típico de la fría Transilvania tener chanchos para abastecerse de su grasa durante el invierno. Otro protagonista de esa mesa nos venía acompañando en todo nuestro viaje por los Balcanes: era el queso blanco, que cambia de nombre de país en país y aquí se llama telemea y en Turquía feta.
— Los Balcanes empiezan donde el queso blanco reemplaza al amarillo — me dice Hans, y agrega- Como ves, en esta mesa están ambos. En Transilvania se encuentran Oriente y Occidente…
Yo me imaginé un planisferio delimitado por otros criterios: mapas demarcados por imperios y repúblicas de quesos blancos, cremosos, maduros y picantes, con guerras y alianzas entre sí, otros donde los límites son dibujados por las distintas formas de besar (los países donde se dan dos besos y los que se dan tres…)
— Köszi! — (Gracias!) respondo cuando la mujer me sirve un vaso de palinka, aguardiente casero. Gracias es siempre la primera palabra que aprendo cada vez que llego a una nueva zona lingüística.
Entre bocado y bocado, Hans me cuenta que Antal está preparando un reporte donde se acusa directamente al Ministro de Defensa del robo de 14.000 metros cúbicos de madera. “En cualquier momento este tipo atiende el teléfono y le sacuden un misil teledirigido” — pensé. Antol es un abogado especializado en industria forestal y, al parecer, era incorruptible y por ende no funcional a las políticas depredadoras. Para echarlo sin tener que echarlo, el gobierno directamente cerró la oficina forestal de su distrito.
Antal recuerda que antes, la industria forestal en la zona era racional y sustentable. Parte de las regalías eran reinvertidas en educación. Así fue como crecieron todas estas aldeas de la zona más fría de Rumania. Ahora, la tala es ilegal y descontrolada, llevada a cabo sin papeles por secuaces de la compañía austríaca Schweighofer, que si bien tienen licencias para extraer madera, superan ampliamente sus cuotas. Así, los bosques rumanos se van transformando lentamente en muebles baratos para los mercados de Japón y China. Hans junto a otros activistas ha iniciado una campaña contra Schweighofer. ¡Toda la solidaridad internacional es bienvenida!
Por la mañana, antes de subir a la camioneta, salimos a pasear a Lena, la perra de Hans. El pasto amaneció con escarcha y nuestra respiración nos hace largar humo. Para nosotros todo esto es una extraña combinación de documentación de conflictos y conocimiento profundo de las cosas simples de Transilvania, como su grasa de cerdo o el sonido de la lengua húngara. Seguimos rumbo al pueblo de Ditrau/Ditro, mientras desayunamos on the road sandwichitos de pan negro con queso de búfala.
En Ditrau cruzamos un animado mercado local. Los hombres caminan con las manos pesadamente guardadas en los bolsillos y hay más de un puesto que vende los gorros de piel que llevan en la cabeza como cosacos. Otros venden frascos con conservas indescifrables, obra de alguna abuela campestre. Si te da hambre en un mercado de estos, no hay problema, te pedís un kürtőskalács, una especie de pastel húngaro que se cocina sobre las brasas en un cilindro unido a un pincho. ¡Eso sí, no intentes pronunciarlo y masticá bien para atragantarte con las diéresis!
Todo lo que se ve, las comidas, la lengua con que debaten los borrachines, los nombres de los pueblos, son húngaros. Pero el estado fomentó la migración de rumanos de otras partes del país para dejar a los húngaros en minoría y mermar sus reclamos de mayor autonomía.
Para entender lo trágico que fue para Hungría la pérdida de Transilvania, hay que saber que fue aquí donde se preservó la cultura húngara cuando la misma Hungría cayó en el poder de los turcos. El entonces llamado Principado de Transilvania (1550-1690) logró “comprar” su independencia a los otomanos mediante el pago de tributos. Después de la I Guerra, Hungría perdió más territorios que los que le quedaron…
El gobierno considera a la región una zona a ser constantemente vigilada, y potencialmente volátil, y por eso manda policías de otras provincias que sin comprender la región la odian, y aceptan sin cargos de conciencia las coimas de las mafias madereras. Como siempre, las injusticias se edifican sobre otras injusticias. Claro que, al margen del color del que sea la bandera que ondee sobre nuestras cabezas, yo siempre encontré gente fantástica entre rumanos y húngaros por igual. Es más, amo Rumania y sé bien poco sobre Hungría. Pero con todo lo que amo Rumania debo decir: ¡Pará viejo, acá se zarparon!
En las afueras de Dritau, en las montañas, nos detenemos en una casa donde Hans entrevista al hijo de un hombre asesinado por las mafias. Al parecer, sucedió que esta vez las motosierras se metieron en un parche de bosque que tenía dueño. Cuando el hombre se quejó ante la policía, lo que recibió fue la visita de un pandillero que lo asesinó de un hachazo en la cabeza, y luego alegó defensa personal. La impunidad en la zona es tal que poco después el joven puso en Facebook que su profesión era “ladrón de madera”…
Las madereras enfrentan a los humildes entre sí. Afilan el hacha de los desesperados verdugos, y del otro lado afilan el sentido de dignidad de gente como Hans, que anda de acá para allá en una camioneta desvencijada, alimentándose de alimentos orgánicos y encendiendo mechas de luchas. En la misma trinchera de principios está Emese Huszar, una mujer que nos aloja esa noche en una aldea olvidada que los rumanos llaman Secu y los húngaros Szekpatak. Desde hace 3 años, Emese lucha contra la deforestación ilegal. Obviamente, no es una abogada rica. Su vivienda podría ser la de un pastor: el baño está dentro de la cocina y para llegar hay que atravesar un comedor donde hay una mujer postrada en una cama y un hombre armando cigarrillos caseros junto a una estufa. Allí nos quedamos dos noches.
Cuando cae el sol, el frío se cuela por todas las rendijas, y empiezo a apreciar yo también las cenas a base de embutidos de entraña, pimientos, y pancitos untados con grasa y rodajas de cebolla asada. Hans recordó que trajo mosto de uva, y lo suma a la mesa. En la tele, una presentadora parece emocionada porque la bolsa de Londres creció el 3%. El imperativo es crecer y la presentadora sonríe como si esa noche los corredores de bolsa fueran a mandarle flores o bombones. Seguro que la maderera Schweighofer también cotiza en bolsa. Lo que nadie dice es que el crecimiento de las economías, incluso el aumento del empleo y el de la calidad-de-vida entendida-como-posesión-de-automóviles-y-electrodomésticos no es compatible con el cuidado del planeta. Sobre todo cuando la mercadería con que se comercia es la misma tierra, hecha árbol o lingote de oro.
Viajo para destacar lo mejor de la humanidad, pero mi pluma no puede pasar por alto sus miserias cuando desfilan ante mis ojos. Al otro día sucedieron dos episodios que me hicieron ver el lado mezquino del ser humano desplegado también en esta parte del mundo. Primero nos detuvimos en una cabaña en medio de una colina donde Hans entrevistó a otro testigo valioso para su documental. De allí salió un pastor de cara cansada. Sonrío al saludar y vi que le faltaban numerosos dientes. Me pregunté a mi mismo ¿quién puede ser tan desalmado de explotar a alguien tan humilde? No debo sorprenderme, ya recorrí la Amazonía ecuatoriana donde las madereras y petroleras amenazan a los Shuar. Hans y el pastor pasaron dos horas caminando y grabando testimonios mientras Lau y yo paseamos con Lena y le sacamos fotos a Toplitza, el poblado más cercano.
Por la tarde, mientras conducíamos por otra carretera de montaña, frenamos en una casa muy pobre, de una familia que Hans conoce y que cada tanto visita para ver cómo van las cosas. A primer golpe de vista la vivienda parecía deshabitada. No salía humo de su chimenea. Si había alguien dentro tiritaba. Había un carro de madera de los que siempre se ven tirados por caballos en los caminos de Transilvania, pero no había rastro de animales. Era una postal inerte y todo, el tejado, el carro y la ropa tendida en la soga, estaban cubiertos de escarcha. Y entonces vi a la mujer, llorando en una esquina del alero, con una campera varios números más grande, botas de lluvia y un gorro de lana en la cabeza. Su piel estaba curtida y sus ojos celestes embutidos y vencidos aún conservaban algún destello. Al verlo a Hans la mujer cruzó la desolación glacial de su casa y lo abrazó. Rompió en llanto como una niña.
María y su marido, que estaba borracho dentro de la casa, habían trabajado todo el verano por 200 Lei (40 euros) y dos bolsas de papa, para un juez de Toplitza. Eso me traducía Hans mientras la mujer hablaba ahogándose en su llanto. No tenían ahorros, ni electricidad, ni leña o comida para enfrentar el invierno,y toda Transilvania se estaba poniendo blanca… Hans lo sabía lo que se avecinaba, por lo que comenzó a filmar el testimonio de la mujer para buscar ayuda social y denunciar a sus explotadores. Hans seguía sumando luchas cual Quijote transilvano. Al irnos, María lo abraza a él, luego a mí. Me abraza como si hubiera aliviado en algo su martirio. Cuando una persona que muere de frío te da calor con su abrazo te sentís para la mierda. Antes, cuando viajaba estirando el último centavo, no tenía más remedio que ser espectador de estas situaciones. Ahora, nos podemos permitir dejar una humilde ayuda en este hogar transilvano. Hay gente, en Europa del Este, presa de situaciones imposibles.
Transilvania es un lugar hermoso, con ciudades medievales como Brasov, muy visitadas por los turistas. Pero este viaje con Hans por las venas abiertas de Transilvania nos sirvió para comulgar con sus problemáticas reales, como la deforestación ilegal y el saqueo de los recursos naturales. La lucha contra la maderera Schweighofer es sólo la punta del iceberg, que flota sobre abismos oceánicos de injusticia social y corrupción administrativa. El llanto y el frío de María en su casucha cubierta de escarcha son otros témpanos visibles.
Nuestro viaje con Hans prosiguió: regresamos a Sighisoara, caminamos hasta una aldea húngara prácticamente abandonada viendo ciervos y huellas de oso, cenamos en bodegones frecuentados por trabajadores portuarios del Constanza. Pero son demasiadas historias para un solo post y quería darle protagonismo a la campaña para frenar las madereras.
¡Si llegaste leyendo hasta acá, ya te tengo que agradecer! Y te agradecería aún más si podés difundir en tus redes esta lucha de nuestros colegas transilvanos por el Medio Ambiente. Otra manera de ayudar es mostrar tu solidaridad a modo de comentario. ¡Buenos caminos!
Hermoso sus relatos. Me encantan sus blogs por europa del este me suena tan hermosamente nostalgica y bohemia .. Realmente me facina leerlos . Un abrazo desde argentina
Gracias, no te pierdas el próximo post, sobre la República Separatista de Transnisitria!
Me dieron ganas de llorar. Compartiré parte de este post en mi blog. Saludos
¡Capo como siempre! me había olvidado de tus post, así que volví a leer el blog; quizás por que las ganas de viajar se me suben a los sueños cuando leo tus artículos, ¿para cuando un nuevo libro?
saludos!
EN Diciembre nos vamos a Africa a cruzar el continente, luego de ese viaje vendrá libro, ¿Ya leíste el libro del viaje por Sudamérica? Fiajte en el menu, seccion libros!
Juan no termine de leer el post siquiera y me tenté a comentarte ya lo excelentisimo de tu escritura.
Sos un genio!
a veces quisiera que no me dolieran
cosas que yo se que no puedo evitar…. dice marilina ross
A veces quisiera ser extraterrestre
para no ser cómplice de esta humanidad… la repito…
….. un juez…..
.no tengo palabras, por eso las tomo prestadas…..
perdon..
Excelente Juan, como siempre es un placer leerte, no solo nos describes lo que ves si no que además nos contextualizas con el lugar donde te encuentras, es una lastima que en todo el mundo las grandes corporaciones se aprovechen de los más humildes y los más indefensos, la labor que haces dando a conocer todo esto desde lo que relatas en Caminos Invisibles hasta Rumanía solo me hace admirarte más, felicitaciones!
Me encanto! Muy bueno post.
Hola Juan
Gracias por compartir esto, me encanta leer blogs de viajes y soy un viajero yo mismo pero este artículo es diferente, leer de María me sacó más de una lágrima.
A veces duele ver lo ajeno que vivo a realidades tan duras, agradezco que seas un medio para darnos una cachetada de realidad y tratar de ser menos indiferentes al mundo.
Gracias, un abrazo grande.
Gracias Nahuel por motivarme a seguir buscando esas realidades para transmitirlas. A veces la rutina lo aísla a uno, y comenzamos a aceptar la injusticia como una noticia más de la TV…. Gran abrazo!
Acompañar tus líneas,tu relato,con una scotch y unas rabas es sublime! No me odies viajero.Abrazo.
jajjaj Que grande! NO, no, para nada, me honra que alguien me lea con estilo! 😉
cada párrafo y estrofa sentía q quería leer mas y mas, q bonita causa, digno de admirarlos son personas inspiradoras GRACIAS…………..
Gracias Cristian!! El próximo post desde un nuevo país, Moldavia!
Los rumanos fueron minoria hasta el siglo 18? Argumientos por favor.
Si, rumanizaron mucho Transilvania! Mi grand-grand-father fue Demeter, i lo hicieron Dumitru. Pero sobre la esclavidud ETNICA de los rumanos por que no dices nada? Constuieron la fortaleza de Alba Iulia con un chain de 10 kilometros de rumanos, pasando de mano a mano, piedras! De Horia, Closca y Crisan sabes algo? Avram Iancu? Presentaste Transilania como seria solo el pais de los alemanes y hungaros 🙂 Yo mismo soy tambien un 20% hungaro, pero la realidad no es como le presentas.
Viajaste en un region con mas de 80% rumanos y hablas solo de hungaros y alemanse 🙂 Por favor buscas mapas etnicas de Transylvania, antes de 1918. Si, rumanizaron un 20% del poblacion pero este no cambia el hecho que los rumanos fueron la mayoria todo el tiempo! No cambia el tratamiento que lo teniamos de los hungaros. Los hungaros viven hoy con todo los derechos en Rumania. En todo la historia de la humanidad un teritorio fue conquistdo solo con guerra 🙂 Los hungaros conquistaron Transilvania 800 anos atras, 100 anos atras se volvio a los rumanos. Si, es mucha mafia de Bucarest, por eso queremos autonomia financiaro.
Te invito de nuevo en la Transilvania de los rumanos (Tara Barsei, Maramures), you missed it 🙂 I will publish in a few weeks the story of how my grand-grand-father was rumanizado. I speak hungarian too, but i really consider this post as being outrage subjective!!!
Imaginate una historia mucho mas hodida de este region!!! Cumanos? Slavos? Lo simplificaste muuuuchooo!!! Los gitanos? Sas and secui are other ethnic groups which just took the language of the magyars!!! That don’t make them magyars! 😉 Los alemanes fueron business man 🙂 When the business didn’t worked anymore they went back 😉 Fair enough?
Entiendo que escribes más con la irracionalidad de nacionalismo que con la mentalidad de viajero. Este post habla de la región de Szekely, donde los húngaros son mayoría con un 75% aprox, (80% de rumanos?? donde??? jajaj) y no sobre regiones de mayoría rumana de Transilvania como Maramures, que por cierto, conozco perfectamente. Por favor, antes de suponer que no conozco algo, revisá los archivos de mi blog.
Las penurias etnicas de los rumanos antes de 1918 no son el objeto de este post. Consúltelos con su etno-psicólogo 🙂
Mis anotaciones históricas solo buscan dar contexto a la región de Szekely. Y lo que digo, que fue siempre territorio étnico húngaro, es cierto. también es cierto que fueron los alemanes los que dieron forma a ciudades como Sighisoara. También aclaro que ya no tiene presencia en la zona, asi que puede respirar tranquilo. Muchas de las cosas que dices de los alemanes, como que son «businessmen», son ofensivas y generalizadoras, y me extraña que un viajero como tu piense eso. Que hayan migrado en busca de mejores condiciones, luego de 50 años de comunismo, no los hace «businessmen». Tienen todo el derecho de hacerlo.
Me sorprende es que seas más sensible a defender banderas que el medio ambiente en el que vives. Porque el objetivo del post es denunciar una MAFIA que está DEFORESTANDO tu país! ¿No es eso más importante que las banderas?
Un saludo, Juan.
Se nota lo abiertas que están las venas de algunos, y lo vacías que están las venas de otros (casi siempre los mismos). Rescato esta vez, además del exquisito relato, la delicadeza y el tino de no poner fotos de María y su vulnerabilidad expuesta. En tu lugar, los hay quienes no hubieran dudado en publicarlas, ya sea por un comentario de más, ó por lograr mayor impacto / difusión.
Como siempre, un placer leerte Vagabundo.
Gracias Martín! SI, esas situaciones te ponen en un dilema. ¿Debo mostrar para impactar más y forzar la reflexión? ¿O debo preservar la dignidad de esas personas ante todo? También, he preferido que la ausencia de fotos inviten a imaginar, que cada uno invente una María distinta en su consciencia. Te mando un abrazo!!