Maldivas de hippie: la venganza mochilera

viajar a maldivas de mochilero

Decidimos incluir Maldivas en nuestro itinerario luego de hacernos mil preguntas: ¿Se podrá viajar a Maldivas de mochilero? ¿Es inaccesible como todos dicen? ¿Llegaremos con el presupuesto? ¿No serà un exceso? Con esos interrogantes en la cabeza pero luego de informarnos en varios blogs sobre la posibilidad de hacer Maldivas en plan mochilero, decidimos sacar los pasajes aéreos.

En cuatro relatos te cuento algunas de las experiencias que vivimos cuando viajamos a este paraiso “all inclusive” en plan mochilero. Sacate de la cabeza la idea de que es imposible.

Majo Cutlet es una viajera y cantante de Rosario, Argentina, creadora del proyecto Cantando el Mundo y culpable del EP El río va. Durante 2019 recorrió Asia durante 5 meses junto a Pablo Zabala, su pareja. Ambos son amigos de la casa con quien he compartido litros de cerveza divagando sobre mapas y huellas futuras. Este es el primer post invitado de Majo para Acróbata del Camino, donde cuenta sus peripecias intentando mochilear un destino all inclusive como Maldivas. Después del relato, además, vas a encontrar un dossier de datos útiles para viajar a Maldivas de mochilero.

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La llegada casi frustrada

aeropuerto de maldivas

Llegó el día de volar hacia Maldivas desde Sri Lanka. Primer paso de nuestro plan para viajar a Maldivas de mochileros. Con Pablo estábamos sentados en la sala de embarque cuando notamos que la población que viajaba a tal destino era algo “diferente”. En la sala había gente bronceada, algo así como un “bronceado anticipado” de quien estuvo recientemente en las Bahamas, no le fue suficiente y por eso está viajando a Maldivas.

El bronceado de esa gente era dorado y parejo, un efecto que no se logra en Mar del Plata. Todos dirán que el sol es igual en todos lados, yo les puedo asegurar que hasta el sol tiene glamour en Maldivas.

Ni hablar de las mujeres con vestidos largos de diseño. Parecía que iban a la alfombra roja de los premios “Oscar” en lugar de ir a la playa. Hasta había un hombre que parecía el doble de Elton John. En fin, gente con “recursos económicos” (o al menos eso aparentaban).

En cambio, nosotros estábamos con nuestra ropa comprada en India, guitarra en mano, mochilas y aspecto de hippies con dudosos hábitos de higiene. A eso, se le sumaban nuestras caras de cansados ya que la noche anterior no habíamos dormido nada. Habíamos viajado en un tren donde los asientos tenían una inclinación de 90 grados, sin posibilidad de reclinarlos.

Por fila sólo entraban dos personas pero eso no importa en Asia; allí siempre existe la posibilidad de que se siente alguien más.  A medianoche, para peor, se habían sumado dos pasajeros que ante la alegría de ver extranjeros, no pararon de hacernos preguntas. Cuando logré conciliar el sueño, los golpes de mi cabeza contra la ventana lograron que me despertara con un chichón en la frente.

Cuando estábamos aterrizando vimos desde el avión los corales, las islas y un océano de color turquesa que veía por primera vez en mi vida. No pude evitar la emoción y mientras saltaba del asiento, empecé a gritar: “¡No! ¡Mirá! ¡Qué zarpado esto! ¡No puede tener ese color el agua!” “Mira! se pueden ver las cabañitas de los resort, que locura!”. No podía ocultar el sentimiento que me invadía por estar llegando a un lugar al que nunca pensé que podría viajar. Los demás viajeros ni se inmutaron ante el show que ofrecía la vista aérea: parecían acostumbrados. 

Todo indicaba que hacer migraciones iba a ser un trámite más, el problema fue cuando dijimos que nuestra reserva en Malé -capital de Maldivas- era una casa reservada a través de Airbnb. Algo que no está bien visto en Maldivas, ya que no paga todos los impuestos que se les exigen a los hoteles.

maldivas low cost

En el banquillo de los discriminados

Acto seguido, el oficial de migraciones nos retuvo los pasaportes, no nos dejó ingresar y nos indicó que nos sentáramos a esperar qué resolución tomarían. En el banco de los “discriminados”  estábamos aguardando un manojo de latinos, indios y musulmanes. Por su parte, el doble de Elton John pasó por migraciones con la facilidad de un local.

Sentía una mezcla de ansiedad e indignación. Nunca me habia pasado algo asi, siempre fui atenta con los requisitos de ingreso de cada país como visas, vacunas y pasaporte al dia. Más bien sentía que la decisión de dejarnos esperando obedecía a un capricho que no sabíamos cómo terminaría.

 Mi trastorno de ansiedad se acentuó con preguntas tales como ¿Y si no nos dejan entrar? ¿Nos multarán? ¿Habremos violado alguna legislación musulmana? ¿Quedaremos presos en la isla? Esto último no era tan malo en caso de ser afirmativo. Quizás, no era cierto que se podía viajar a Maldivas de mochilero…. Pablo  -que es mucho más sensato que yo- fue a arreglar la situación. No sé cómo pero a los diez minutos volvió y me dijo: “Vamos, nos dejan pasar pero no armes quilombo”.

Maldivas nos recibía así. Un país que durante muchos años sólo estuvo abierto al turismo de alta gama con islas privadas “all inclusive” hoy nos quería marcar la cancha, dejándonos en claro que si queríamos ingresar teníamos que expresar nuestra voluntad de dejar allí nuestros dolaritos.

Hulhumale: cultura musulmana y almuerzos por tres dólares

escena local en hulhumale

La primera parada obligada en Maldivas es Hulhumale, isla donde se encuentra el único aeropuerto del país. Nuestro primer objetivo era descubrir la cultura local para vivir una experiencia genuina y gastar menos.

La ecuación era muy simple: si hay gente local viviendo allí, comiendo y moviéndose es obvio que no gastan la fortuna que por dichas actividades le pretenden cobrar al turista. Por ende, el plan era comer en los lugares locales, moverse en colectivos y en ferry. Nuestro recorrido previo por la India nos había entrenado el ojo mochilero, ya podíamos diferenciar el comedor con precios locales del típico restaurante para extranjeros de elevados precios.

Por lo general, los comedores locales tienen aspecto de bares del lejano oeste con mesas llenas de hombres.  Visualizamos uno desde el colectivo y no falló, terminamos almorzando por tres dólares por persona.

Hulhumale no tiene demasiado encanto, es una isla artificial que funciona para conectar a las otras islas. Pero es interesante para tener un primer contacto con la cultura del país. Maldivas es un país enteramente musulmán. Por lo cual, resultaba extraño y hasta irónico que las mujeres caminaran con sus túnicas negras totalmente tapadas en un paraíso tropical que merece el derecho a circular cual Adán y Eva.

Otra ironía del destino es que en Maldivas no se vende cerveza, ni ningún tipo de bebida alcohólica ya que para la ley musulmana está terminantemente prohibido. Nuestro sueño de abrir una helada lata de cerveza viendo el atardecer en este paraíso no pudo convertirse en realidad.

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Cerveza de manzana y apartheid para bikinis

En su lugar, comprabamos una especie de cerveza de manzana sin alcohol pero sólo para despuntar el vicio ya que de sabor a cerveza esa bebida no tenía nada. Mas bien tenia gusto a Sidra pero sin alcohol, una verdadera decepción.

Como era la primera vez que estábamos en un país musulmán, aplicamos el famoso refrán “donde fueres, haz lo que vieres”. Estuvimos atentos a no circular en paños menores por la calle pese a estar en un destino playero y a respetar la división de las playas en “Bikini beach” y “Local beach”: las primeras están previstas para meterse al agua en ropa de baño y en las segundas se debe permanecer vestidos incluso dentro del agua.

Al principio nos pareció chocante, porque incluso la división no era imaginaria, sino que estaba marcada por una especie de “biombo” de madera que expresamente indicaba que a partir de allí empezaba la “Tourist beach”.

Digo chocante porque si algo nos gusta de conocer un lugar es precisamente compartir con los habitantes locales y conocer más de su cultura. La división nos pretendía separar de la cultura local pero era la única manera que teníamos de disfrutar de una playa sin molestar ni perturbar a los maldivos.

mujer musulmana en la playa

Maafhusi (o la Mar del Plata de Maldivas)      

Llegamos a la isla de Maafhusi conectando dos ferris, el primero nos llevó de Hulhumale a Male y el segundo de Male a Maafhusi. El trayecto lo hicimos con Hanna, una chica sueca que conocimos en la casa donde nos hospedamos en Hulhumale y que se dirigía al mismo destino que nosotros.

Nos cayó bien porque nos ayudó a derribar algunos prejuicios. Nosotros veíamos a los europeos como pichoncitos con muchos euros, fáciles de estafar. Pero Hanna, con veinte años, estaba finalizando en Maldivas su vuelta al mundo de un año. Había arrancado el viaje con su novio, a los pocos meses de empezar se separó y decidió seguir sola. Con cara juvenil y pelo super rubio, parecía responder al estereotipo del europeo “estable” pero sin embargo sabía todos los trucos del buen mochilero, tales como informarse previamente sobre los precios reales y pelearlos a quienes le querían cobrar de más.

Maafhusi es la isla local más turística de Maldivas y está en el atolón sur del país. Ventaja: tiene opciones relativamente económicas de alojamiento, excursiones y lugares para comer. Desventaja: como se trata de una isla muy turística, da la sensación de estar en la playa Bristol de Mar del Plata.

Por supuesto, salvando las enormes distancias: el mar de Maldivas es de un color turquesa que relaja hasta al más estresado. Pero la playa de Maafushi es pequeña, se llena de gente y la idea de paraíso solitario en el medio del océano índigo se esfuma ante el ruido de las construcciones de hoteles pegados a la playa y la gente que se te instala al lado.  

No obstante, Maafushi es una isla donde pese al turismo se puede apreciar la cultura local: los chicos jugando al cricket, las señoras musulmanas sentadas en las puertas de su casa y algunos pescadores.

Excursiones de snorkel desde Maafushi

Maafushi tiene mucha oferta de excursiones y si se sabe buscar bien pueden resultar económicas. Nosotros no teníamos pensado hacer ninguna pero vimos una por 25 USD por persona que incluía tres puntos de snorkel y un almuerzo en un banco de arena así que nos anotamos.

Salimos a las 9 am en una lancha y nos llevaron a arrecifes de coral que albergaban más vida marina de la que jamás imaginé. Me sentía una protagonista de la película “Buscando a Nemo” ya que estaban todos los personajes pero en la vida real: distintos peces del tipo payasos, mariposas, martillos y erizos. Lo que más me sorprendió fueron las mantarrayas gigantes a mi alrededor.

Nadar cerca de estos animales produce la adrenalina de asomarse de una terraza sin baranda, uno sabe que es peligroso pero no puede evitar hacerlo. Por su parte, las tortugas marinas producían sensación de paz y ganas de abrazarlas. Nunca había visto y estado tan cerca de la fauna marina. Luego del almuerzo en el banco de arena como broche final vimos a los delfines nadando al lado nuestro.

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Cuando quisimos tocar música y no pudimos

Veníamos de la experiencia de haber tocado la guitarra en las playas de Goa (India) y vimos que las posibilidades de conseguir un lugar para hacer música en vivo en Maldivas se limitaban a Maafushi, ya que las otras islas locales son menos turísticas y tienen menos restaurantes y hoteles para ofrecer un show.

Por su parte, en las islas privadas es casi imposible. Mandamos algunos correos electrónicos a resorts que ofrecían música en vivo pero ninguno dejaba esos detalles librados al azar y ya contaban con “Big Bands” o Dj’s para musicalizar las noches. Por ende, la ecuación no es tan simple. Que el lugar sea demasiado turístico puede ser hasta contraproducente para tocar en vivo

¿Entonces cuál es la fórmula? No lo sé y eso es lo que más me gusta. Cada lugar tiene su característica e idiosincrasia. Las condiciones, el equipamiento y el público siempre será distinto. Las canciones que más gusten también. Que no exista una metodología igual para todos los lugares me genera incertidumbre y ansiedad pero también me gusta porque me ayuda a probarme y adaptarme.

En Maafushi tampoco iba a ser sencillo: había varios bares y restaurantes pero no ofrecían shows en vivo. Entonces nos arriesgamos a generar la demanda de algo que hasta entonces no se ofrecía en la isla. Recorrimos los bares casi uno por uno replicando el mismo ‘speach’: “Hello, we’re Pablo and María from Argentina. We’re musicians travelling around the world…”.

La mayoría nos decía que no ofrecían shows, hasta que un hotel con restaurant nos dijo que nos iba a contratar. Cuando nos pidió que le dijéramos cuánto salía nuestro espectáculo, nos miramos  con cara de incertidumbre “¿Cuánto le podemos cobrar?” “¿Y si le decimos mucho y nos saca rajando?” “¿Y si le decimos poco y nos terminamos regalando?”.

Finalmente, nos dijo que por un espectáculo en la isla se solía pagar cien dólares. Saltamos de la alegría en nuestro interior e hicimos de cuenta que era un caché habitual para nosotros. Había un pequeño detalle a resolver: no había sistema de sonido y se tenía que traer de otra isla. Pero el manager del hotel nos dijo que no habría inconveniente alguno y que todo lo que le solicitamos iba a estar listo.

Esa noche fuimos con la guitarra a practicar el repertorio a la placita de la isla: un cuadrado con sillas playeras , el punto de reunión del pueblo. Allí nos encontramos con Hanna, la chica sueca que conocimos en Hulhumale, una pareja de italianos con su pequeña hija, Samantha de Eslovenia con su hijo y Gonzalo, un chileno que estaba viajando por Asia.

Esa noche tocamos gran parte del repertorio en español que había sido un éxito en India ante el animado y heterogéneo público que pedía “una más”. Entre los temas que más sonaron estaba la querida y vieja confiable “La Bamba”. No hay que desmerecer el poder de esa simple canción que tiene sólo tres acordes fundamentales, pero es reconocida en el mundo entero. Su simpleza y ritmo hacen mover los pies de varios continentes.

Quizás por una cuestión idiomática y regional conversamos mucho con Gonzalo, quien nos contó que se hospedaba en la playa y sin carpa. Llevaba una mochila del tipo escolar, ni siquiera tenía bolsa de dormir. Gonzalo nos contó que le parecía innecesario pagar tanto por una cama, cuando podía usar ese dinero para comer bien o hacer una excursión que le gustara. No estaba limitado con el dinero, sino que pensaba utilizarlo de una manera funcional a sus deseos.

Esa actitud nos gustó, era un mochilero que estaba desafiando la lógica imperante en Maldivas y ponía en jaque el condicionamiento económico para disfrutar de un paraíso. Era un chileno un poco argentinizado al que le gustaba el mate, por ende lo invitamos a tomar unos al día siguiente. No iba a ser difícil encontrarnos en la pequeña isla.

Finalmente llego el dia del show. La tarde la pasamos con Gonzalo en la playa tomando mate, mientras yo repasaba el repertorio que tocaría esa noche. Llegada la hora, fuimos los tres al restaurante pero el manager nos informó que no habían podido traer los equipos desde la otra isla.

El ataque sudamericano al buffet all inclusive

Se me armó el nudo de angustia en la garganta, ese que te deja sin hablar o te hace romper en llanto. Había dedicado tiempo en ensayar las canciones y hasta habíamos especulado qué cosas hacer con esos cien dólares que ganaríamos. Saqué mi faceta de abogada y les exigí que al menos nos dejaran comer a los tres en el buffet del restaurante gratis. El resultado fue tres mochileros sudamericanos que atacaron el buffet y comieron como si no hubiera mañana. Creo que les hubiera resultado más conveniente pagarnos los cien dólares aunque no hubiéramos tocado.

Me quedé con la alegría de que habían ido a verme todas aquellas personas que la noche anterior habíamos conocido tocando en la plaza. Cuando iban llegando, con tristeza les tenía que explicar que no iba a poder tocar en el restaurant. Eso no fue un obstáculo sino que se convirtió en la oportunidad de compartir otra noche más de música juntos en la placita del pueblo, donde “La bamba” sonó más fuerte que nunca.

Consejos para viajar a Maldivas de mochilero

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Cómo llegar

Podés volar desde Europa por alrededor de €400-600, por lo que viajar a Maldivas por libre no es algo inalcanzable. Turkish vuela haciendo escala en Estambul, pero también se puede viajar desde el subcontinetne indio, con muy buenas ofertas desde Sri Lanka.

Visado de Maldivas

No es necesario tramitar un visado para Maldivas previamente al viaje, sino que se pueden obtener 30 días on arrival mostrando una reserva válida de alojamiento. Algunas personas tuvieron problemas al mostrar una reserva de Airbnb, por lo que te recomiendo, al menos por las primeras noches, tener algo más convencional. Te dejo la web oficial de migraciones de Maldivas.

Es muy probable que te pidan pruebas de un seguro de viajes. No te conviene gastar cientos de dóalres en uno de marca, yo suelo usar los de Asegura tu Viaje, que tienen muy buena cobertura a precios mochileros.

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Alojamiento barato en Maldivas

Si querés viajar a Maldivas en plan mochilero, te recomiendo alojarte en una guesthouse local. Claro, no tiene el glamour de esas casitas sobre palafitos flotando sobre el océano turquesa que todos asociamos a Maldivas, ¡pero peor es nada!

Una guethouse local cobra alrededor de 45 USD por noche, incluyendo wifi, heladera y desayuno.

Precio de la comida en Maldivas

En los restaurantes locales se puede comer por unos 3 USD, mientras que en los turísticos este precio se duplica. De todas formas,

Excursiones en Maldivas

Las excursiones de snorkel de medio día rondan los 25 USD, como contamos en el artículo. La isla más barata para hacer excursiones es Maafushi, porque es más difícil encontrar viajeros para dividir costos en la sislas más pequeñas o en los resorts. Viajar a Maldivas de mochilero y por libre, es en definitiva algo factible.

Ahora, si quieres ir con las cosas más planificadas para optimizar el tiempo y no preocuparte cuando estés en Maldivas, te dejo un link de algunos de los tours más populares de Maldivas.

VER EXCURSIONES EN MALDIVAS DESDE MAAFISHI

Mapa para viajar a Maldivas de mochilero: sitios clave

VER MAPA

Espero que esta guía para viajar a Maldivas de mochilero te haya servido. Si tenés dudas y alguna anécdota, dejalas en los comentarios, toda la tribu Acróbata te lo va a agradecer!

9 comentarios de “Maldivas de hippie: la venganza mochilera

  1. Luis dice:

    Te pudo un consejo .5 duaen maldivas abuelo nieto de 9 años plan mochila snorkel.que hacer y que ver y fonde dotmir .nolujos si buenos momentos.graviad luis

  2. Irene dice:

    Hola Juan Pablo,

    Me encantó el post. Yo estoy viajando a Maldivas en una semana y quiero ir acampando o pernoctando por las islas. Y en tu post es el único lugar que he visto de alguien que ya lo ha hecho, ese amigo que se llama Gonzalo.

    Tú sabes si el lo hacia tranquilamente o se escondía un poco?. Supongo que la gente no está acostumbrada a eso y puede ser un poco peligroso? Bueno, cualquier ayudita o consejo me vendría genial.

    Muchas gracias,

    Irene

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