Diez meses han pasado ya desde que iniciamos esta etapa del viaje, y en esos casi 300 días muchas han sido las experiencias que hemos vivido gracias a nuestro Proyecto Educativo. Hemos trabajado con adolescentes, con adultos mayores, con niños de la calle y hasta con comunidades aborígenes. Pero hasta ahora, nunca habíamos tenido la posibilidad de interactuar con chicos con discapacidad cognitiva. No utilizo el término “discapacidad mental” por una simple razón: la mente no sólo tiene que ver con el aprendizaje. Hablar de mente es también hablar de emociones, de sentimientos. Y si de eso se trata, estos chicos tienen una capacidad mayor que muchas otras personas…

Llegamos a la Fundación Taller de Arte Boteritos sin ningún plan. Nos habían invitado, en primera instancia, a conocer el sitio y luego considerar la posibilidad de compartir nuestras fotos con los chicos. Cuando la puerta se abre y nos presentamos, un torrente de niños descontrolados se abalanza sobre nosotros en un abrazo apretado, como si fuéramos amigos que hace tiempo no se ven. Pablo, el profesor de música, nos invita a unirnos a la ronda para presentarnos y así calmar la ansiedad de los chicos. “Hoy es un día especial, estamos de cumpleaños”, dice en voz alta, y todos aplauden para festejar. Empezamos contándoles sobre nosotros y uno por uno se van presentando. Más tarde nos sirven torta y jugo, y cuando el festejo termina, viene la gran sorpresa: “Los chicos quieren compartir con ustedes un acto de teatro”, anuncia Pablo.

La Fundación Boteritos no es una escuela como cualquier otra. Helena, la directora, nos aclara: “Nuestro objetivo no es que los chicos aprendan a leer o a escribir; nosotros buscamos que vengan aquí a ser felices.” Si ese es el plan, están en buen camino. Mientras suena la música y los actores se preparan, doy un vistazo a mi alrededor. Las paredes están forradas con cuadros, pinturas y fotos. Además de teatro, los niños tienen clases de danza, de cerámica, de dibujo y de circo. Una estimulación continua desde el arte que los ayuda a desarrollar su ingenio y su creatividad, y a fortalecer su autoestima.


What a wonderful world suena en el ambiente. Luis y Ángela toman sus puestos y comienza el show. Están muy concentrados, pero a pesar de ello no pierden oportunidad de mirarnos de reojo, para ver si estamos atentos. Es una escena de amor en la que Luis conquista el corazón de Ángela con cortejos y piruetas. Hasta ahí, todo bajo control. El problema viene cuando al terminar el acto, Luis nos indica con toda autoridad que ahora es nuestro turno de repetir la rutina. ¿Podrá Juan conquistar mi corazón en el patio de Boteritos? ¿Lograrán sus métricas piernas imitar la destreza acrobática de Luis?
El número no estuvo tan mal, pero el veredicto de Luis es claro: “Ella sí pudo”, dice señalándome. “Yo te voy a mostrar otra vez como se hace para que aprendas”, le comunica a Juan. Y volvemos a repetir el acto para deleite de todos.
“Esa sí que no me la esperaba”, me confiesa Juan de regreso. ¿Queríamos interactuar con ellos? ¡Deseo cumplido!
Al día siguiente volvemos a la Fundación para mostrar nuestras fotos. Todos los niños vuelven a saludarnos y se acomodan en el salón, atentos. Los nerviosos, confieso, somos nosotros. Las fotos que tenemos son las mismas que mostramos siempre a niños pequeños, pero nos cuesta adivinar si lograremos algún tipo de devolución de su parte. Es difícil porque no todos tienen el mismo nivel de respuesta. Aún así, las fotos de los camellos, los elefantes y los pingüinos nunca nos fallan. Es más, resultó que en las clases de danza, la profesora les había enseñado danzas árabes, por lo que nos encontramos con algunas niñas matándonos a preguntas sobre todo lo referido al tema.
Nos fuimos felices, con el corazón lleno y con ganas de volver, como siempre. Pero esta vez hay buenas noticias: tenemos la posibilidad de compartir más allá de este post. Sucede que la Fundación está en una búsqueda de estimulación continua, y se nos ocurrió ser el nexo entre ellos y la comunidad viajera. Sabemos que hay muchos artistas en el camino que podrían compartir sus conocimientos con estos niños, tal vez en forma de taller en el que todos pudieran participar. No hace falta mucho tiempo, con una semana de compromiso es suficiente. No hay dinero de por medio, pero la Fundación podría ofrecer alojamiento a cambio de las mañanas compartidas con sus alumnos. Y si hay alguien que quiera participar pero no sabe qué taller dar, no es problema, también sirve. Lo importante es querer compartir y aprender. Si hay algún interesado, puede escribirnos a este mail.
Pero hay todavía más: en el año 2013 el Boteritos Circus tiene planeada una gira en Argentina, con el apoyo del gobierno. Para que eso se concrete necesitan contactarse con escuelas de Buenos Aires y alrededores (creo que hasta Rosario pueden llegar). No piden alojamiento, sólo invitaciones formales de escuelas que les permitan dar una función para sus alumnos. Así que si hay alguna maestra/directora/padre que esté leyendo esto y quiera formar parte del proyecto, contáctese con nosotros a este mail.
Y por último, para aquellas personas que deseen ayudarnos a seguir adelante con este proyecto, dejo aquí el enlace de cómo convertirse en nuestro cómplice. Gracias a todos lo que nos ayudan a que este Proyecto siga rodando.
Qué bello. Morí de ternura con el video.
Da la sensación de que la experiencia de a dos es mucho más rica que la individual Juan, te felicito por eso.