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SNORKEL EN ISLA GORGONA (O EL DÍA EN QUE PERDÍ LAS PALABRAS)

estrella-de-mar-caribe
                                         
Cuando me enteré que la Isla Gorgona era uno de los mejores sitios de Colombia para snorkel y buceo me puse contento. Me imaginé nadando dentro de un fondo de pantalla y a seguido admití que lo que me había pasado por la cabeza era una burrada. Si lo digital era parámetro de belleza de lo real estábamos sonados, había que tirar la toalla. Entonces, para poner en su sitio a los fondos de pantalla y a los documentales de Animal Planet, y recordarles que eran un pálido reflejo del mundo real, me coloqué las patas de rana, la luneta y respiré profundo. Siempre digo que recorro el mundo, pero abajo del agua, hay otro mundo… uno en el que todos somos extranjeros…


patas de rana para snorkel

Mochilero subacuático

                                       

Así fue que con las patas de rana –esa mutación postiza- ingresé con ojos vírgenes  a un mundo donde cada pez emergía como una obra de arte fabulosa y única. Tuve que creer que tales criaturas existían sólo por darle crédito a mis ojos. Si un niño las hubiera dibujado, hubiera dicho que veía demasiada televisión. Un pez con cabeza de martillo, otro fino como una hoja y redondo como un plato. Afuera del agua lo conocemos todo. Abajo, en cambio, un carnaval lunático nos devuelve una ignorancia edénica. Ver pasar tantos peces de colores en formatos y tonalidades tan originales tuvo una consecuencia no esperada. Me di cuenta que no sabía sus nombres y, al no poder nombrarlos, se me escapaba la minucia de lo que estaba experimentando. Acostumbrado a tener una palabra para cada cosa, hacer snorkel en aguas tropicales me confinaba a una minusvalía lingüística. 

buceo en la isla gorgona

Nunca había visto tanto color concentrado


                                            

Estaba rendido, feliz y humillado. Sentía que necesitaba nombres para cristalizar y retener esa danza fulgente de vida. Como no los tenía intenté hacer trampa: “Ok –me dije- acabo de ver uno con franjas verticales amarillas y negras. Ok, ahora estoy viendo uno azul y cuadrangular con lunares verdes…” Al tercer pez-, ya los dos primeros se me habían disuelto en la memoria. En una tregua de todos colores, se disolvían en un vértigo centrífugo como el de las paletas multifrutales de mi infancia. Como mucho, tenía etiquetas sin dueño. Alguno de tantos debía ser el pez globo, otro el pez ángel ¿pero cuál era cual?
pez globo del caribe

                                          

No tuve dificultades en convencerme a mí mismo que el de la foto de arriba era un pez globo. Era medio lerdo, un pifie de la evolución en cuestiones de hidrodinámica  liberado de la papelera de reciclaje del creador por una chispa de misericordia. Un insulto total a la simetría. Claro, él pensaría lo mismo de mí, y habrá agradecido a Neptuno, el dios de los mares, por hacerlo pez y no hombre. Lo perseguí unos metros. Con pavor me di cuenta que su cola, de aspecto porcino, timoneaba sólo para un lado. Cada tanto se volteaba para verificar si yo seguía allí y volvía a acelerar con su cola renga.

buceo en isla gorgona

La danza del pez artista

                                 

Pero andar chantándole nombres a la fuerza a los pobres pececillos era como vestirse con un guardarropa prestado. Por eso probé otra táctica: inventarles nombres. Delante de mis antiparras se presentó un espectáculo que dio pie a mi primer bautismo zoológico. Humboldt un poroto. Era un cardumen de peces gris-verdosos cuya cola evanescía en tonos amarillentos. Flotaban adormilados y cada tanto cambiaban de dirección con boba sincronía. Todos juntos y sin cuestionar ni vacilar. En medio a ellos, ingobernables, iban y venían otros. Eran amarillos y negros (sí, los de las franjas verticales). Paseaban su estridencia en libertad. Imaginé que eran los artistas de esa sociedad subacuática. Reafirmé mi sospecha cuando me di cuenta que su albedrío nunca pasaba los límites del cardumen. Fuera del agua, los artistas también “dependen” para su subsistencia de otros que encuentren de buen gusto sus “franjas de colores”. Está bien, habrá que aprender a ser cada día más como el “pez artista”, me dije, y seguí pataleando muy despacio mar adentro.

buceo en isla gorgona

El famoso pez ángel

                                          snorkel en isla gorgona

Con esa vaga propulsión, llegué a estar flotando sobre una profundidad que recuerdo azul pero que fotos posteriores me demostraron esmeralda. Cerca de la orilla, donde estaban los cardúmenes y el pez artista, siempre había un estímulo, algo colorido y móvil. Allí estaba la acción, el espectáculo. Pero ser espectador te obliga por definición a disociarte. Yo quería unirme, y convertirme en pez no era una opción (pez globo hubiera protestado con mancos revires de su colita de chancho). El plan era abstraerme. Nadé algunos metros más y dejé de patalear. Flotaba quieto como una hoja de otoño en un zafiro impenetrable. No había nada que ver, nada que me pusiera en evidencia más que mi respiración.El cuerpo respira, el cuerpo tiene peso” – me había dicho una vez un yogui israelí en el Valle Sagrado de Cusco, enseñándome a meditar. Pero aquí, el océano también me había arrebatado la propiedad del peso. ¡Qué cansador que era llevarse a uno mismo! Flotando era pura consciencia, no pensaba en nada. O eso pensaba, hasta que me di cuenta que el deseo de lograr no pensar en nada ya era algo y la cosa se complicaba. Entonces sucedió algo que me puso en su lugar.

tortugas marinas de colombia

Primero fue una forma. No estaba sólo en esa inmensidad. Era un contorno ovalado, verdoso, grande. De pronto le salieron dos aletas delanteras, que se movían como abriendo paso. Con lentitud de ángel levantando vuelo, una tortuga marina nadaba mar adentro. Había estado debajo de mí, su caparazón camuflado con el lecho marino. Por pocos segundos pensé que podía alcanzarla, pero me quedaba poco aire en los pulmones. Llevaba a su espalda una escolta oportunista de coloridos peces que le hacían mantenimiento alimentándose de sus costras. Era algo maravilloso. Sobre todas las cosas, esa tortuga me recordó que yo sí debía ser espectador. Un espectador mudo, sin etiquetas. Cada vez que vea el Pacífico norte en un mapa, recordaré que fue el lugar en donde, por unos minutos, pude escaparme del lenguaje.

Cómo llegar a la Isla Gorgona 

La Isla Gorgona se encuentra a 35 km de la costa pacífica del sur de Colombia y son un Parque Natural desde 1983, fecha en que se cerró el penal que ocupaba la isla. Las lanchas salen de la localidad de Guapi (U$S 40) aunque son normalmente visitadas como parte de un paquete de cinco días con alojamiento y excursiones. Aviatur tiene la concesión de explotación turística de la isla. Importante: actualmente no es posible visitar la isla debido a un reciente ataque de las FARC contra la estación de policías de la misma, en el que hubo un muerto y cuatro heridos.  

¿Querés saber qué se siente estar un minuto buceando en Gorgona? Mirá el siguiente video.



 
Snorkel y buceo en Isla Gorgona: La isla posee su propia estación de buceo, a cargo de Fabio Dávila, quien me ha cedido alguna de las fotografías. Fabio es un experto y apasionado del buceo. Los interesados en realizar primeras inmersiones y certificaciones pueden contactarlo en [email protected]tanto para información sobre buceo en la isla o en todo Colombia.


 

                                                         – Distinga las diferencias –

 

¡Buenos caminos y mareas!

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Acerca del Autor

Juan Pablo Villarino

Desde el 1 de mayo de 2005 recorro el mundo como mochilero para documentar la hospitalidad y la vida cotidiana de los destinos más insólitos a través de mis crónicas. Escribo libros de viaJe para contribuir a la revolución nómada.

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