Escribo estas líneas desde las entrañas de un país que se está inventando. Pristina es la capital de Kosovo, una nación cuya bandera flameando al viento y niños repitiendo su nombre cada mañana se han vuelto el argumento más defendible de su existencia, como una paloma creada por su propio vuelo. Kosovo es sólo reconocido por 110 países, y no tiene una banca en la ONU. Los primeros con motivos directos para ningunearlos son los serbios, que consideran a Kosovo una región rebelde en su patio trasero, pero tampoco lo reconocen ni España ni Argentina. Los españoles temen que el mal ejemplo de las “independencias étnicas” se extienda en su casa. ¿Cómo le negarían la autodeterminación a los catalanes si se la conceden a los lejanos albaneses dentro de Serbia, es decir, a los kosovares? El gobierno argentino, en cambio, aprovecha su aislamiento geográfico y sigue mirando para otro lado, por miedo a avalar una lógica que le llevaría a reconocer la independencia de los kelpers en las Islas Malvinas.
Tabla de contenidos
A dedo de Mitrovica a Pristina
La capital problemática de este país-dilema es Pristina. Desde Mitrovica, donde serbios y kosovares vivían atrincherados en las orillas opuestas del río Ibar, hicimos los 40 km a dedo hasta la Capital. El transporte era barato, pero el dedo en Kosovo es muy rápido. Desde ya que la gente nos miraba raro cuando dejábamos pasar los minibuses y combis que hacen de transporte público, pero todos eran amigables. En 5 minutos frenamos una camioneta negra, enorme, lustrosa, era una Cadillac Escalade, un modelo tan caro que imaginé que sus conductores eran de la mafia. Pero un mafioso exitoso habla buen inglés, y así entendieron perfectamente el que cruce en que quería que nos dejaran. Ya en plena ruta nos demoramos un poco más, media hora, y lo que frenó fue un viejito copado en un Land Rover. Era arquitecto y había diseñado algunas de las construcciones más vanguardistas de Kosovo. Al llegar se desvió unos kilómetros para mostrarnos una ruinas ilegibles que según él habían albergado una de las primeras comunidades cristianas ortodoxas de Europa. Luego nos dejó en el centro.
Catando los conventillos de Pristina
Nos hubiera sido útil una invitación de alojamiento, porque estábamos en la calle. Nadie había respondido de Couchsurfing. En Hospitality Club encontré algunos miembros que tenían sus teléfonos publicados y el segundo que llamé me dijo que él de todo corazón nos recibía, pero que el lugar estaba demasiado sucio. ¿Qué tan sucio podría estar? Nos hicimos los duros y caminamos con valentía. En el camino nos orientó un motociclista que terminó siendo un odontólogo, que además era dueño de un café que se estaba fundiendo porque los kosovares se sientan cinco horas con sus amigotes y comparten entre todos una taza de café. Nos dejó una invitación a visitarlo y nos señaló la casa. Gogi, el miembro de Hospitality Club, nos estaba esperando. Era la primera vez en dos años que usaba esa red de alojamiento. Gogi era un programador que, como casi todas las mentes lúcidas de su generación, tenía el pasaporte listo para irse a trabajar a otro país, en su caso, Polonia. Y cómo venía posponiendo la fecha de partida desde hacía meses, su casa llevaba un año padeciendo un abandono de todo cuidado, sumado a la necesidad de ahorrar en calefacción. La humedad se estaba comiendo las paredes del cuarto que nos prestó, en frente del suyo, en esa casona semiabandonada y crujiente que compartían media docena de estudiantes. Había una estufa y, reposado en un sofá agujereado, un saco olvidado. Gogi notó que me gustaba y me lo ofreció:
– Si te gusta es tuyo. Lo dejó un estudiante que se fue a Italia.
Le hice caso, lo adopté y ese saco me acompañó durante todo el otoño balcánico. El cuarto era un desastre —el bañó realmente conmovió a Laura, la dejó boquiabierta frente a cualquier perspectiva de descripción— pero Gogi era amistoso y nos reíamos juntos de su castillo descascarado. Enseguida nos invitó a tomar un café y a recorrer el centro.
Hasta ese momento, no habíamos visto nada de la ciudad. Allí empezó nuestra degustación de su cambalache urbano, de ese álbum de recortes de la historia que son sus calles, mercados y mezquitas. Empecemos diciendo que la peatonal, una calle de comercios pitucos con aguas danzantes, se llama Bulevar Madre Teresa —que en albanés se dice “Nena Tereze”— no porque la emérita monjita hubiera nacido en Kosovo, sino porque era de etnia albanesa, al igual que los kosovares. Pero ahí estaban los vendedores de castañas y los viejitos con mirada otomana por más celular o globo de Mickey Mouse que le compre a su nieto. (Esto de tener el mapa del siglo XIX detrás del ojo me produce ciertas percepciones incompartibles de la realidad que un desactualizado respeto por la cultura general me impide censurar). La cuestión es que media Pristina estaba de korza, palabra derivado del italiano corso, o sea paseando, la versión balcánica del ver y ser visto. Chicas hipermaquilladas que a la primera mirada directa pasaban del siglo veintiuno al catorce y se sellaban cómo íconos ortodoxos.
A lo largo de la peatonal, había enormes retratos ploteados en los edificios. Gogi nos dijo que eran escritores, y que estos habían tenido un rol prominente en liberación cultural e identitaria de Kosovo. La lengua albanesa había sido prohibida por los turcos (hasta 1912) y luego por los serbios (hasta 1945) y todavía después por la Yugoeslavia de Tito hasta 1974. Con ese panorama, era lógico que fueran los intelectuales los que encendieran mechas incendiarias.
En el café, Gogi catalizó la tristeza colectiva en desgracia personal, ante la oreja extranjera (cuando dos amigos con problemas se encuentran uno alivia al otro, pero en estos casos son los pueblos enteros los que drenan sus infiernos a través de las personas-marionetas) Gogi había crecido en Mitrovica, de donde veníamos, pero los serbios habían echado a su familia y ocupado su departamento. De chico, Gogi jugaba a la pelota con sus amigos serbios, y por eso aprendió el idioma. Ahora se lamenta de que las nuevas generaciones no tengan siquiera esa chance de interactuar. Cuando le pregunto por la esencia de lo “kosovar” (¿existe una?) Gogi está de acuerdo conmigo: los kosovares se sienten albaneses, y esta independencia es una transición hacia un regreso a la madre patria, un experimento. No por nada, desde el café, vemos la estatua de Skanderberg, algo así como el San Martín de los albaneses…
La mañana siguiente teníamos cita con el dentista de la Yamaha, para seguir entendiendo Kosovo desde un café. Pelado elegante, muy bien anglo-hablado, se define como de la generación maldita, la que terminó estudiando a los ponchazos cuando cerraron las universidades en albanés y echaron a los profesores. Preguntarle por qué tenía un café si era odontólogo era matar dos pájaros de un tiro y averiguar por qué había cien millones de cafés en Pristina.
– La paga es muy baja. Te podría limpiar todo ese sarro que tenés por 10 euros.
– Es barato en serio. ¿Tiene turno?
Me juró que atendía en un consultorio y no en el mismo café, y me dio un turno. Y por el mismo precio entendí que los cafés en Kosovo eran como los polirrubros en Argentina en los noventas. Cobrabas la indemnización y te abrías un kiosquito, y después destapabas una coca cola a ver si te ganabas un mugroso televisor de 14 pulgadas, formando la frase “Mundial 90”, porque hasta para los premios eran lauchas. Cuestión, que todos abren cafés, porque no ganan lo suficiente en sus profesiones. Pero a nadie le sobra para andar tomando muchos macchiattos, por lo que la gente se sienta horas y horas a mirarse la punta de los zapatos y tomar un té con un vasito de agua por favor. Eso sí, como las apariencias importan, vos nunca sabrás si el tipo rubio de camisa impecable que se te sentó al lado es un diplomático o un granjero que llegó a la ciudad en busca de empleo. Por las dudas, siempre hay que decir “mierdita”. No se rían, así se dice “buen día” en albanés. Hablando de risas: los sobrecitos de azúcar del café tenían la publicidad del consultorio: si te copaste con el azúcar y te llenaste de caries rimbombantes, ¿qué más cómodo que tener el teléfono de un dentista amigo en el mismo sobrecito?
Estuvimos dos días en la casa de Gogi, y nos mudamos a la de Gertrude, una jueza alemana trabajando en los tribunales internacionales que observaban el proceso de privatización en Kosovo. Flor de laburito. Obviamente, pasamos de la pocilga máxima —aguante Gogi que nos salvó igual— a una casona de dos pisos con wifi y sofases varios. Desde ahí salimos a explorar Pristina. Shh, no digan nada, el de abajo es un subtítulo para los buscadores tarados. Si los buscadores fueran personas, tendrían un léxico de 100 palabras posibles y un IQ de 60…
Qué ver en Pristina
El lugar más obvio donde comenzar a patear la calles de Pristina es la mezquita Fatih, la más grande de la ciudad, construida por el sultán Mehmet II ocho años después de su conquista de Constantinopla. Pasamos buen rato en sus jardines observando a los fieles lavarse los pies antes del rezo en una fuente de mármol cuyas aguas parecían de esmeralda. Al entrar, un joven sonriente con un birrete bordado en la cabeza se acercó y me roció con perfume, no se sabe aún si para embellecerme ante los ojos de dios o para amortiguar algunos aromas del Cairo. Ya perfumado admiré el domo de 15 metros de altura, una maravilla para el siglo XV, me senté un rato para distraer a los pobres que en vez de mirar a Meca ahora relojeaban qué hacía el forastero.
En frente a la mezquita había un negocio que vendía ropa islámica. Las malas lenguas dicen que hay gente que recibe dinero de grupos extremistas sólo por embutir a sus doñas en santas túnicas, con el fin de ir acostumbrando a medirse frente a “buenos musulmanes”… Para mí los buenos musulmanes son los que te reciben en sus casas y no los que se inmolan en un coche bomba (anoten: el primer europeo en inmolarse en Afganistán fue tristemente un musulmán de Kosovo)
Pristina fue durante siglos una ciudad del Imperio Otomano. Eso explica muchas cosas: que haya cuatro mezquitas, que haya influencia del Islam politizado, y también explica lo que se fue y lo que sobrevivió de la arquitectura. En frente de la mezquita queda un hammam (baño turco) en ruinas. La ciudad fue mutilada de su esencia otomana para dar brusco nacimiento a una “digna capital socialista” durante el período yugoeslavo. El lema era “Destruir lo viejo, construir lo nuevo” y así se perdieron innumerables joyas arquitectónicas que dieron lugar a estacionamientos, departamentos para obreros y avenidas. Aún así, aunque el bazar fue destruido, las mañas quedaron: el reflejo de juntarse para comerciar y colgarse con una taza de té que tienen los musulmanes desde Kosovo hasta Kashgar, permaneció. Caminamos ese mercado sobreviviente, conversando con vendedores de cigarrillos, calabazas, telas, cunas con inscripciones que supeditan a Dios la belleza del recién nacido para no ofenderlo, camisetas de Messi y espuma de afeitar, todos apretujados en unas cuantas callejuelas.
Donde antes estaba el milenario bazar, ahora hay un insulso monolito amorfo, feo con ganas, construido con materiales de obra pública. En eso, el no-Islam más atroz (el que destruyó los Budas de Bamián o, semanas atrás, la ciudad asiria de Nimrud, en Irak, de 3000 años de antigüedad) se dan la mano: ambos ponen límites a lo estético por temor a que encandile sus monopólicos ideales. Por eso las cunas que observamos en el bazar tenían la inscripción Mashallah (“con permiso de Dios”) como si Dios fuera una mina celosa que no te habla si mirás a otra que va por la vereda de enfrente, por favor… La cuestión es que el monolito, horrendo, descascarado, hecho aún más patético por la belleza a la que suplantó. Su entorno inmediato lleva el nombre de Plaza de la Hermandad, somos tan hermanos que te destruimos tus mil años de historia con un pendorcho de hormigón….
Ya patié al perro, descargué mi bronca, ahora puedo seguir escribiendo. Yo dije que el monolito era feo y me expuse al revelar mis sentimientos más oscuros al lector. Pero ahora desplazo mi pluma con total inmunidad, porque la próxima construcción de la que vamos a hablar es oficialmente una de las diez construcciones más feas del mundo. Les presento a la Biblioteca Nacional de Kosovo, construida en 1982 y diseñada por el arquitecto croata Andrija Mutnjaković. Parece que lo que el buen Andrija quiso hacer fue combinar elementos culturales albaneses y serbios. Las 99 cúpulas blancas emulan a los sombreros de plis, símbolo tradicional albanés, mientras que las estructuras cuadradas se asemejan a las iglesias ortodoxas serbias. Las mallas metálicas que rodean al edificio tienen el fin de rechaza la luz solar, protegiendo a los libros. Un buen ejemplo de cómo la elegancia conceptual puede asustar cuando sale de los planos.
A pocos metros de la biblioteca, y todavía en el campus de la Universidad de Pristina está la Catedral de Cristo Salvador, cuya construcción se inició en 1995. Es vista con desconfianza por la población mayoritariamente musulmana, pero no se trata de una cuestión religiosa, ya que Islam y cristianismo conviven en los Balcanes. Se trata de un símbolo del gobierno etnicida de Milosevic, cuya persecución étnica de los albaneses dentro de Yugoeslavia culminó en la Guerra de Kosovo y en la actual independencia del mismo sponsoreada por Estados Unidos y la OTAN. La tierra sobre la que se construyó está en disputa entre la universidad y la iglesia ortodoxa serbia, status quo que le venía de diez a un vagabundo que hasta hace poco vivía dentro. El pobre hombre trasladó su residencia a unos árboles cercanos, incluso su colección compulsiva de zapatos maltrechos. No hay más fieles que él para la iglesia, ya que todos lo serbios huyeron de Pristina tras la guerra… Los intelectuales proponen, al estilo local, demolerla.
Como leíste arriba, la independencia de Kosovo, declarada en 2008, hubiera sido un chiste sin el apoyo logístico-militar de Estados Unidos. Para agradecer, los locales no sólo nombraron avenidas en honor a presidentes de ese país —aquí, por ejemplo, podés pasear por la calle Xhorxh Bush, con una grafía que le daría urticarias a dicho vaquero— sino que le levantaron una estatua a uno. Debe ser la única estatua del mundo a Bill Clinton, saxofón excluido. Detrás ya pusieron un grafiti diciendo que no comen vidrio: “Jo negociata vetevendosje”, que según nos dijeron por ahí es una crítica al negocio de las privatizaciones que envuelve al país. La jueza que nos aloja, que sabe mucho del tema, dice que Alemania no está lista para admitir que la UE falló al querer transformar a Kosovo en una nación moderna e incorruptible. Hay chanchullos de todo tipo. El mafioso más peligroso del país se pasea por los cafés de la ciudad, con sus guardia-cárceles como choferes, y se sospecha que el actual primer ministro traficó órganos de prisioneros de guerra durante el conflicto de 1999. Otros dicen que son vicios tolerables para un recién nacido, o “New Born” como los kosovares apodan a su país. Al fin y al cabo, no hay nacimiento sin violencia.
Seguimos nuestro paseo por Pristina en Gracanica, una localidad al sur de la capital que desde siglos es un enclave serbio. Es decir, un enclave serbio en Kosovo, que era hasta hace poco un enclave albanés en zona serbia. Fuimos para visitar el monasterio de Gracanica, listado como patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Terminamos brindando con raki con un serbio que añoraba los días del mariscal Tito, y de la Yugoeslavia unida. Aunque reniegue de los desastres urbanísticos del socialismo, la verdad que Tito los tenía a todos —serbios, croatas, albaneses, etc— en armonía. El hombre deliraba con nostalgia por los años en que Yugoeslavia era potencia, y sus empresas construían represas y autopistas en Africa y Medio Oriente, los tiempos en que los yugoeslavos manufacturaban sus propios electrodomésticos, automóviles y aviones, y gente como Gogi no tenía que emigrar.
Pristina se sigue desordenando en mis ojos, como una baraja mal mezclada de recuerdos e imágenes, inquieta como un recién nacido. ¡Gracias por acompañarme en esta vuelta al mundo a dedo!
DATOS PRÁCTICOS PARA VISITAR PRISTINA
Cómo llegar
Hay vuelos directos a Pristina (PRN) desde Londres, Zurich, Ginebra, Gotenburgo, Copenage, Viena, Hamburgo, Hannover, Koln, Dusseldorf, Berlín, Frankfurt, Munich, Stuttgart, Bremen, Verona, Ljubljana, Budapest, Tirana, Estambul y Oslo. Hay buses desde Tirana (15 euros) que tardan 6 horas. Desde Skpoje hay buses cada hora y cuestan 5 euros. Obviamente, viajar a dedo en la región es muy fácil, y teniendo en cuenta la hospitalidad y la gente que te invita a sus casas, es mucho más que ahorrar dinero en transporte.
Dónde alojarse
Hay algunos hostels muy recomendados como Buffalo Backpackers (info@buffalobackpackers.com) y el White Tree Hostel (booking@whitetreehostel.com) que cobran 10 euros por noche.
Qué moneda se usa
El euro. O como yo le digo, un «euro amigo», porque todo es baratísimo.
Costo de viaje a Kosovo
Todo es muy económico. Se puede comer por 2 o 3 euros.
Requisitos migratorios de Kosovo
Se entra con pasaporte argentino, o si tenés el europeo, con la tarjeta de identidad alcanza, y te podés quedar hasta 90 días, después de lo cual tenés que registrarte con la Policía. Si vas a salir de Serbia por Kosovo, no te sellan la salida de Serbia, sino de Kosovo. Eso va a ser un problema si vas as volver a Serbia porque no vas a tener sello de salida. Se le puede pedir a los oficiales de frontera de Kosovo que no te sellen el pasaporte, en teoría. Es preferible ir de Serbia a Kosovo, y volver a salir por Serbia. Si subís de Kosovo a Serbia, te pueden hacer algún problema…. SI lo hiciste, ¡contanos a modo de comentario y contanos cómo te fue!
excelente, tus post aprotan muchisimo, en 3 meses andare por los balcanes y visitare pristina entre otros, estuve en turquia y tambien vi esa mirada nostalgica otomana!! gracias juan
Estimado Juan Pablo:
El día de hoy buscando información sobre Transnistria me encontré con tus experiencias en ese lugar tan único y especial. Leer tus viajes a estos países no reconocidos inundados de un pasado ambivalente con reminiscencias soviéticas me hicieron reafirmar mi profundo interés de recorrer Europa del Este y adentrarme en su cultura y cosmovisión sobre el mundo.
Soy un eterno curioso de la historia bolchevique y me encantaría poder conocer y recorrer aquellos lugares que vieron ,hace no pocos años, erigirse estatuas de Lenin en sus plazas publicas.
Con respecto a Kosovo, particularmente, no tuve el privilegio de recorrerla pero si en La Haya en el marco de un proyecto educativo pude conocer el Tribunal Penal Internacional para la Ex Yugoslavia donde entre en contacto con la historia de esta región azotada y desmembrada tras la muerte del Mariscal Tito.
Soy estudiante de Relaciones Internacionales y hace una semanas fui a una charla en la cual expuso la Canciller Susana Malcorra y nos animo a recorrer el mundo saliendo del circuito tradicional, India, Rusia, Europa del Este, Medio Oriente. Un buen mensaje sobre todo para los argentinos de clase media que estamos acostumbrados a ir a Madrid, que esta muy bien y es muy lindo pero estoy de acuerdo que si verdaderamente queremos conocer otras culturas , y a nosotros mismos,tenemos que salir de nuestra zona de Confort.
En enero pude realizar un viaje con amigos por Israel, República Checa, Alemania , Países Bajos y España y este enero me voy al Sur de Chile con Amigos. De a poco empezando a recorrer el mundo con una mochila.
Un abrazo grande y mucha suerte, y a seguir viajando!
Muy cierto, a salir del recorrido tradicional! Europa del Este es un lugar fascinante. Porque además sirve de evidencia y expone las consecuencias de un sistema muchas veces idealizado muy lejos de allí por aquellos que no debieron sufrirlo… Cada uno sacará sus conclusiones. Te recomiendo poderosamente Transnistria! Un abrazo grande!
Todos los post del blog son más que bienvenidos en momentos -como decís vos- en los que la escritura se reduce cada vez más y miles de fotos desfilan por «la nube». Es un placer leer y poder captar a través de las palabras un poquito del alma de cada lugar, sobre todo de estos lugares que para nosotros son tan lejanos, diría que prácticamente desconocidos. Los datos históricos son los que enriquecen cada post! (Y son el complemento perfecto para el estilo «acróbata» de escritura!)
Eso sí, hay un peligro -muy lindo- al entar al blog: nunca sabés cuánto tiempo vas a estar viajando por el mundo y abriendo más y más ventanas!! Me disculpo por la extensión, pero hace un tiempo que vengo leyendo el blog y nunca había comentado, ahora salieron todas las palabras juntas! Un saludo y sigan recorriendo los Caminos Invisibles del mundo 😉
jajja que bueno que disfrutes del «estilo acróbata» jaja Posta que estos meses medité mucho sobre si tenía sentido escribir tremendo choclazos a contracorriente de la filosofía twitter. Asíque que tu comentario me da aliento! UN abrazo, gracias por comentar!
comento para no ser timido! jajjaj. Me perdi la mateada viajera che,pero en algun momento nos cruzaremos master de los viajes vagabundos!! Abrazo pibe!
Juan! Que buen reencuentro el de ayer sábado 16 / 0. Enriquecedor y muy inspirador.
Mi hija Anandí (16 años) fascinada! con sus experiencias.
Seguro es un pasito, para ayudarla para comenzar a viajar (:
Por este bello planeta tierra.
Los bancamos, todo lo mejor! y mucha fuerza! para el próximo viaje…África!
Un gran abrazo!
Saludos para los dos!
Anandí y Rosy
Gracias por haberse acercado a la «mateada viajera», les mandamos un gran abrazo a toda la flia!!
Las fotos vienen como soporte a un relato y siempre tus palabras son justas, hasta más descriptivas que una imagen. Muy bueno! Saludos.
Tenía 11 años cuando escuché hablar por primera vez de Yugoeslavia, veía en la tele escenas de guerra, personas muy asustadas y llorando; mi mapamundi, pegado en una pared de la biblioteca de mis padres, me llevó a un lugar tan lejano al que sólo podía imaginar en guerra, una que no entendía y de la sólo me quedaron hasta hoy, esos rostros. Cuando te leo y me haces viajar, cientos de preguntas acribillan mis escasos conocimientos y me quedo en la total ignorancia, pero esa conexión exquisita que creas entre el espacio que habitas, las emociones vertidas, la forma que lo describes y el lector, hace que quiera saber, que quiera aprender, que quiera estar… Gracias por seguir compartiendo tu camino.
Yugoeslavia quedó para todos como sinónimo de guerra cuando por 50 años fue un país bastante próspero! Gracias por tus palabras Vane, son aliento para seguir escribiendo!
Genial como de costumbre el relato. Gracias sñ !
Que bueno poder andar por esas tierras! Anduve por el «otro este» hace poco, y quedé fascinado… me queda pendiente toda esta zona. Solo voy a objetar: el monolito no es tan feo!! jajaj y me encantó la batalla cultural tachándose carteles! es muy simbóilico!! abrazo Juan!
Pablo, gracias por comentar! Los Balcanes no te defraudarán! Yo banco bastante la Yugoslavia de Tito, pero ese monolito no lo apruebo jaja Es que pensar que en su lugar había un bazar otomano con aromas, mercaderes…. (en Skopje, Macedonia, sí perdonaron al bazar, lo mostraré en el próximo post) Lo de los carteles tachados es la segunda vez que lo veo en mi vida. La otra fue en Irlanda del Norte, donde los republicanos tachan la versión en inglés de carteles berlingues inglés-gaélico…. Abrazo!!
Sos un genioo! 🙂
A mi lo que mas me gusta de tus posts son los comentarios históricos! Por favor, no los dejes nunca, los hace únicos! Y por otro lado, ¿Cómo seria una mirada otomana?
Saludos!
🙂 Una mirada otomana, es una especie de angustia imperial, de una profundidad de mirada centrada entre unas cejas pobladas y una mueca que no llega a ser sonrisa pero enbigotada. Ese fue un intento de descripción! jaja
Carente de paladar artístico/urbanístico, ansias de contradecir, bicho raro… todavía no tengo claro el porque, pero a mi el edificio de la Biblioteca me gustó.
Mucho más aún me gusto el relato y las fotos, viendo siempre mas allá del asfalto y las paredes, de las ropas y las caras; echando luz sobre las ciudades que se esconden dentro de las sombras que reflejan las otras «ciudades», las que se ven al pasar. Toda crónica con vestigios de historia (pensada y transformada) va a tener mi más sincera y completa atención, siempre.
Abrazo, Acróbata!
Gracias por comentar Martín. Me alienta tu comentario en épocas en que la gente quiere ver muchas fotos y pocos comentarios históricos para reflexionar en un blog de viajes. Abrazo!