Hay maneras y maneras de jugar con fuego y de quemarse con él. Mario sabe sobre el tema: es enfermero en el Hospital de Quemados de Buenos Aires, y mientras conduce el 504 con que nos desplazamos por la Ruta 40 -con su misericordiosa aprobación- desde San Juan hacia Jáchal, me cuenta de esa viejita que antes de irse a la cama untó sus lunares con alcohol y luego le encendió una vela a la virgen… No pudo predecir que el chispazo del fósforo iba a alcanzar su pecho y todavía debe estar a los gritos la vieja.
A veces manipulamos fuego de manera menos obvia, con los mismos fines de adoración, ya no a íconos religiosos, sino a símbolos de status….

Jáchal fue el foco de una resistencia allá por el 2005… En ese momento, el “No a la Mina” estaba en boca de todos, pero recién ahora la gente se está topando con las primeras consecuencias nocivas de la explotación minera. Los agricultores, que al principio tomaban una posición distante y apoyaban con su silencio al emprendimiento minero, ahora se enteran por los diarios de que la Dirección de Hidráulica les cortará el agua por 70 días para que la minera pueda mantener los niveles de agua necesarios… Y ni hablar del hipotético caso de una fisura en los diques de cola, donde la mina almacena el agua contaminada con cianuro, ya utilizada para separar la roca del oro. Según los técnicos de Barrick, sus diques de cola son inexpugnables. Pero sobran los ejemplos de episodios de filtraciones, en toda la Argentina, siempre enmascaradas, siempre negadas…
Actualización Octubre 2015: Cinco años después de mi artículo sucedió el tan temido derrame masivo de cianuro y otros metales pesados sobre le río Jachal, que desde ahora es altamente cancerígeno. ¿Vamos a seguir justificando con la necesidad de generar empleo a cualquier costo la muerte de las próximas generaciones?
-¿Por qué no le cortan el agua primero a la mina? ¿No tiene prioridad el ser humano?
Eso se pregunta Ramón Domínguez, de 75 años. Ramón fue arriero hasta los años 60. Conserva en su estampa la estética del gaucho primordial, con su pañuelo al cuello y su sombrero, y en su memoria el orgullo de haber vivido los días en que ser jachallero era precisamente eso, un orgullo. En esa época cruzaba ganado a Chile por el paso de Aguas Negras.
– Hasta 45 días montando a pelo – recuerda.
Era uno más de una estirpe de estoicos hombres de campo. La tierra era productiva; y la gente, productora.
– Jachal era hermoso. Se sesgaba y se trillaba entre todos los vecinos.
Por entonces los molinos de Jáchal –si bien ya algo obsoletos en el marco económico global- aún hacían rodar sus pesadas ruedas, acaso, incluso, en sentido contrario a los tiempos que comenzaban a acosar. “¡No nos van a correr! Quieren que abandonemos Jáchal” – se queja. Ramón continúa su finca casi como un hobby.
Las pocas precipitaciones y la escasa agua de riego le permiten sólo con dificultad producir una modesta cantidad de tomates, berenjenas, habas y cebollas. Y su tono de voz se va poniendo cada vez más dramático:
-Tendrían que haber abierto caminos, activar el ganado. ¡No ponerse a tirarle a la cordillera!



Y la gente en los barrios comienza a palpitar por adelantado el cumplimiento de su sueño: acceder al Direct TV… La minería aparece así como un as del destino que va a sacar a San Juan de la pobreza. Aunque la minería jamás haya sacado a país alguno de la pobreza. Pedro sueña con un modelo alternativo.
-¿Por qué esperar a que el gobierno te construya una casita si es tan fácil construir con medios naturales, como el adobe y materiales reciclados?” – se pregunta Pedro.
El sueña con una gran comunidad auto-sustentable que sirva de modelo, de que la humanidad existe desde mucho antes que la mega-minería, y que somos lo suficientemente listos para procurarnos los alimentos a través del trabajo de la tierra, y no mediante la paciente espera de un subsidio, cual gatitos mansos y vigilados que esperan que su amo les ponga enfrente un plato de leche.
Pedro termina su elocuente exposición de ideas. Le iba a responder en el mismo tono progresista, pero recordé un grafitti que observé en San Juan capital, y esas fueron mis palabras: Las únicas minas que me gustan son las que tienen tetas.

¿Y es tan así? ¿Tan simple? ¿Es la minería el paraíso laboral que prometieron las empresas como Barrick y Yamana? Mientras el pueblo de Andalgalá prueba en carne propia cómo los garrotes y bastones son la respuesta oficial para quienes disienten con el modelo minero, acá en Jáchal vamos –esta vez en moto- a la casa de Tito.
El hombre nos recibe rengueando en el umbral de la puerta de su antigua casa. Lugo destapa una gaseosa de naranja con que agasaja mi presencia, y nos ponemos a charlar. Tito empieza su discurso con elocuente gravedad:
[mks_pullquote align=»left» width=»300″ size=»14″ bg_color=»#f6a900″ txt_color=»#ffffff»]“He tenido la experiencia, lo cual no me es grato recordar, por daño físico y moral, de haber trabajado en la mina. Es desagradable lo que voy a decir: lo hice por necesidad, tenía dos hijos que alimentar…”[/mks_pullquote]Relata luego lo precario del trabajo “allá arriba”. Cuando rocas enormes trababan los tamices que seleccionan las rocas, él debía entrar en el tamiz para moverlas manualmente. No tardó mucho en accidentarse, un tremendo golpe en la pierna.
Aunque no podía trabajar, la junta médica dictaminó que apenas tenía un 12% de discapacidad. Con una sonrisa y una palmadita lo despidieron, percibiendo una indemnización mínima. ¿A dónde conseguirá trabajo ahora?
En San Juan son muchos los que tiene algo que decir. Pero los medios están comprados. No hay radio prácticamente que no reciba una pauta publicitaria de la Barrick o del Gobierno.
Y atacar a uno es atacar al otro. La provincia vive en un estado de censura y colapso de las libertades de prensa que sólo juzgará la historia. Barrick regala computadoras a las escuelas, patrocina fiestas patronales y camisetas de reconocidos equipos de fútbol. Y con esta dádiva logra pasar por bueno ante un pueblo desorientado…

Pero no todos pierden el criterio. Guadalupe, la hijita de Pedro, tiene sus propios motivos, y dice: “Esos hombres de la mina son malos, si el río se queda sin agua… ¿dónde voy a jugar yo?”