Buscando una palabra que empiece con “ni”…
Para muchos Cusco es sinónimo de la Plaza de Armas, las escalinatas elegantes de San Blas, el Qoricancha y las agencias de viaje con pancartas sobre le Valle Sagrado. Pero como cualquier ciudad que ha ganado fama internacional, Cusco esconde una dualidad. A medida que se desdibujan los empedrados y los muros Incas, adquiere certeza ineludible una gran ciudad, como un gran abanico de barrios y suburbios que se abre mucho más allá del encanto de balconcitos y fachadas barrocas capturables en 12 megapíxeles.
Pasamos fugazmente por esa Plaza de Armas buscando la oficina de la gente de Coopera Perù, una organización de voluntariado con la que nos habíamos contactado. De pasada, observé que seguía allí la protesta por la explotación minera en la Provincia de Espinar, a 7 hs de Cusco y muy lejos del gringo trail del Valle Sagrado. No sé si sentí alegría, pero sí una sensación de justicia al ver la problemática de campesinos que no cobran por su fotografía disfrazados de Incas, visibilizada en el ojo del Cusco, incomodando casi a ese paraíso turístico coqueto. Llegamos finalmente a la oficina de Coopera Perù, que de tan escondida parece estar proscripta. Nos sumamos así a Wilberg, el coordinador, y a un grupo de voluntarios internacionales para viajar a la vecina comunidad de Tankarpata…
Tankarpata, una ruralidad atropellada por la ciudad.
Con Lau pensamos que esta vez no haríamos nuestra clásica proyección fotográfica. La gente de Coopera Perú proponía algo más simple y, en cierta forma, más urgente: dar clases de apoyo escolar a los niños y niñas. Llegamos en una combi abarrotada a la avenida más cercana y luego subimos aún otra loma. Uno sabe que está en Cusco porque sigue perdiendo la respiración. Pero sabe que está lejos de la Plaza de Armas por la dispar urgencia con que están edificadas las viviendas. Wilberg me dice que el principal problema es la falta de agua potable y la consecuente parasitosis, la ausencia de desagües a pesar de que la zona lleva poblada más de 30 años. Pero yo intuyo algo más…
Los reglones, las formas, y la violencia familiar.
La recepción de los niños lo hace olvidar todo. Una niñita me pide que la tome de ambas manos y la haga girar. ¡Para esta diminuta gironauta debo ser un gigante! Luego entramos al salón en el que todos las tardes una veintena de niños reciben apoyo escolar e incentivo con actividades didácticas. A mí me toca ayudar a Alessandra, una niña cuya maestra le ha ordenado recortar palabras que empiecen con las sílabas na, ne, ni, no, nu …¡Recorto y pego! No lo hacía desde la primaria. Me siento junto a ella, en una sillita que nunca fue pensada para que yo me sentara. No hay periódicos, pero encuentro algunos de ellos en la verdulería vecina. La pesquisa no es tan sencilla. Las palabras que se inician con “ni” escasean en esta tarde cusqueña. No aparecen en ninguna parte, ni en los titulares ni en ninguna parte. Por fin, un comentario en imprenta casi invisible, que denuncia el bajo “nivel” de un club de fútbol, nos salva las papas. Alessandra y yo suspiramos y nos miramos cómplices. Ella degusta el triunfo con una sonrisa completa que le devuelve brillo a su rostro, que a mí se me antoja adolorido por contextos que sólo empiezo a adivinar. En la próxima tarea Ale debe repetir en su cuaderno una serie de palabras, para ejercitar su caligrafía. Todo va bien hasta que en una ocasión hace la “n” demasiado alta, y sin que le diga una palabra escondió su cara en un lamento de un reto anticipado: “¡Mi mamá me va a regañar!”.

Lau, con su propio desafío pedagógico.
La “n” era, a lo sumo, un par de milímetros más alta que el reglón, pero esos milímetros desataban el pánico en esa chiquilla de mechones despeinados. Entonces vi sus moretones. Y entendí. Laura, no muy lejos, le explica a un niño la diferencia entre agudas, graves, y esdrújulas. Alguien recita didácticamente las glorias de la Batalla de Arica. Alessandra, entretanto, libra su propia batalla. Esa contienda no es contra la ignorancia. No es una línea ascendente y progresiva hacia la “n” correcta o sugerida por el sistema. Sino una lucha contra sus circunstancias, contra un hogar violento donde el aire y la frustración de respiran juntos. Alessandra habita un mundo que es como esa “n” defectuosa, al que le ha tocado existir allende los reglones de la ciudad próspera y con servicios básicos del Cusco turístico. Esa divergencia entre realidad y ambición, aquí en Tankarpata, se traduce en violencia doméstica, culpa y vergüenza. Moretones. Es el síndrome de la polilla y la luz, el desengaño de la proximidad a los espejitos de colores de quienes migraron del campo a la ciudad pero siguiendo cultivando habas o papas en un anexo suburbano. Quizás el principal problema de Tankarpata sea estar cerca de Cusco.

En los arrabales sin mística la noche y el frío llegan como un telón implacable. Dentro del pequeño salón, los niños y nosotros nos despedimos con una ronda. Nos tomamos de las manos. Hermanados durante algunas horas compartidas, aunque provenientes de realidades tan distintas. Horas en las que, de haber dejado la más mínima huella, Laura y yo conciliaríamos la felicidad. Quizás esta vuelta al mundo y el Proyecto Educativo Nómada sean un poco eso: ir abriendo rondas como pétalos, con niños y pueblos de todo el mundo, siempre con la esperanza sostenida de que esos efímeros contactos de nuestras manos conduzcan a un aprendizaje para todos. En Tankarpata, nuestra clásica proyección fotográfica nos parecía una opción pomposa. Esta vez, nos conformamos con compartir un calor mucho más elemental. A veces, lo más útil que puede hacer uno es estar.
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Como poner me gusta si lo que leo no me gusta aunque sean placenteras, puede que el dolor se escriba con las mejores pero no deja de ser eso.
Gracias por compartir la experiencia, conozco el Cuzco turistico varias veces pero no accedi a tu Cusco (una va con z y otro con s)
abrazo
Rodolfo
Estas cosas deben de ser gratificantes cuando viajas a zonas más pobres que de donde vienes. Es bonito el ayudar en este tipo de cosas en las que es casi más grande lo que los niños te crean a ti que lo que tu les aportas a ellos
No te llegué a conocer pero creo que al poco que os fusiteis llegué yo a la organización. Lo leo y me emociono.
Ahora estoy en España y lo echo tanto de menos, estos chiquitos terribles.Veo a Clemente con las esdrujulas y me emociono!