Construir identidad desde abajo. No importa cuánto dure o qué tan arduo sea el proceso, porque está es la única vía que nos queda a los humanos para reconciliarnos con nosotros mismos. La humanidad está amordazada frente a un espejo defectuoso –los medios- que injertan una imagen fabricada a priori: así quieren que nos veamos entre nosotros: egoístas, peligrosos, pandilleros, terroristas, raperos, no inscriptos en el AFIP….
Pensaba en todo esto arriba del latoso jeep que nos transportaba a Siloé, en las laderas de Cali. Ibamos a dar una charla especial en la Asociación Cultural La Red, que desde 1998 lucha por la inclusión social desde el arte en esta zona marginal y marginalizada.
Las personas que estaban invitadas a nuestra charla eran líderes de cada comité, a saber: el de hip-hop, el de alfabetización de adultos mayores, el encargado de las “mingas” o cooperación vecinal para recuperar espacios urbanos.
Ellos son los formadores de opinión en su entorno, y por eso nos parecía oportuno que presenciaran nuestra charla.
¿El objetivo? Como siempre, invertir el proceso, desterrar al satélite traicionero. Una población periférica del planeta, los suburbios de Cali, sólo puede conocer a sus hermanos sirios o paraguayos a través de lo que les llega por la señal de televisión. Esto es conocimiento mediatizado. ¿Qué intentamos nosotros por todos nuestros medios –charlas, libros, y blogs? Que el conocimiento se extienda horizontalmente de pueblo en pueblo como un reguero de pólvora. La próxima revolución – la necesaria- es la del conocimiento. Sin fusiles y sin bombas decía Gieco, yo le agrego humildemente el coro: con la pluma –como Martí-, con palabras, con lucidez. Por eso nos regocija contrabandear las imágenes de un mundo mejor con nuestro proyector portátil. Compartir con la gente de Siloé las sonrisas lejanas de los niños Shuar en Amazonía, y las experiencias exitosas de cooperativismo entre el campesinado paraguayo en la Provincia de San Pedro. (Cosa que les dio ánimo porque ellos mismos están sembrando una hectárea de piña)
Por eso, cuando nos vean en la ruta, con la mochila, haciendo dedo, sepan que nuestra ambulante precariedad ampara esa sigilosa antorcha. Así vamos por el mundo, dispuestos a convidarle ese fuego a quien lo pida y a convertirnos en trampolines de cuanta palabra valga la pena ser dicha.
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Tienes un blog muy interesante, me quedaré a leer,
Un saludo