dedicado a Sebastián Tambutto, amigo y cinéfilo nicoleño.
Breves notas que habían quedado en mi libreta sobre mi paso por San Nicolás de los Arroyos, epicentro de una de los fenómenos de masas más importantes de la República Argentina. La ciudad marca un hito incluso en un país donde es costumbre amontonarse para patotear sutilmente a la esfera divina y manguear cosas que deberíamos exigir sin vacilar a nuestras autoridades terrenales. Todos los 25 de septiembres decenas de miles de fieles se acercan a venerar y hacer sus promesas a una imagen de la Virgen María. No vamos a cuestionar aquí la fé, que es algo privado de cada uno y escasamente materia de juicio. Ahora, cuando otros se aprovechan de la fé, el tema cambia. Desde que a la Señora Gladys Motta se le apareció una imagen de la Virgen ordenándole construirle un santuario (extraño caso de pretensión materialista de un ente espiritual) la peregrinación anual se ha vuelto un filón sumamente explotable tanto por la Iglesia local calculadora en mano como por el empobrecido proletariado local. Tras el cierre de la siderúrgica estatal SOMISA (privatizada en 1993) un amplio sector indemnizado se dedicó a abrir poli-rubros o a venderle empanadas y estampitas a los feligreses. Y así el santuario empalmó con una carencia de fuentes de trabajo y fue creciendo, con donaciones de los miles de fieles anuales. Pero la ambición no tiene límites: hace una semana, la Iglesia ordenó cortar los añosos eucaliptos del “Campito de la Virgen” bajo el pretexto de que estaban por caerse. Y desde hace pocos días circula el rumor de que para compensar esta “lamentable” circunstancia, la Iglesia dispondrá de una amplia variedad de sombrillas para que por una módica suma los fieles puedan comprar un poco de sombra. La imagen habla por sí sola: los árboles no sólo fueron talados, sino convertidos en leña. Que si ya están cortados por qué no aprovechar y obtener un rédito extra. Y Ud… ¿no va a ir a visitar a la Virgen Leñadora de San Nicolás? Virgen: si existís, bajá y pediles a los señores de sotana un poco de coherencia.

Seguimos con este breve compendio de miserias nicoleñas, observadas a fuerzas de residir un par de meses en la ciudad. Si uno camina en cercanías del Santuario es posible observar embarcaciones varadas en desuso, como si estuviéramos en las drenadas orillas del Mar de Aral. Y sin embargo estamos a metros del fértil Rio Paraná. Me llevó un tiempo entender a qué se debía el fenómeno, y llegué a la explicación por casualidad, cuando la mamá de Laura, que es gestora, realizó los trámites de un ex pescador, quien acababa de adquirir una moto. El nombre del hombre de mar no viene al caso, pero declaraba haber nacido 50 años atrás en uno de los islotes del río. Llegó a tener dos barcos y una docena de empleados, hasta que una ley local limitó la libertad de los pescadores artesanales para vender su captura a las pescaderías directamente. Según la legislación actual, deben venderla a las grandes pesqueras concentradoras, quienes les pagan una miseria, acaparan el margen de ganancia, y fuerzan precios de lujo en las pizarras de las pescaderías. Linda mentira eso de la soberanía alimenticia. Los pescadores artesanales son inofensivos en tanto personajes de la Biblia, como los discípulos de Jesucristo. A los contemporáneos hay que quitarles sus redes… Sería una sorpresa que su arte fuera protegido en tierras donde se cotiza el derecho a la sombra en nombre de la Virgen.
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