Paramos en la casa de Doña Faustina, una mujer que preparar almuerzos en el patio de su casa. Nos prepara papas con atún enlatado y ensalada. Y luego se acerca a conversar. Les pregunta la edad a Amaru y a Laura y luego se sorprende de que no tengan wawas, y les suplica que le cuenten el secreto. Lo que sigue es una clase de educación sexual en la que Lau intentó explicar el mágico accionar de las pastillas anticonceptivas… Un sumag kaimikuna (la comida está rica) y nos vamos. Me quedé pensando en esa cholita que no sabía cómo funcionaba su propio cuerpo pero que vendía Coca Cola en su tienda y que luego pidió permiso para ir a atender un celular…
Nos tiramos una siesta junto a unos corrales de piedra. Cerca pastan vacas. Amaru entrelaza el macramé y Lau duerme al abrazo del astro rey. Partimos luego hacia la escuela, donde saludamos a Josefina y Regina, quienes ahora se avergüenzan de tener amigos “gringos”. Todos los niños en estampida corren a vendernos piedras y caracoles fosilizados. Una niña se ofrece a mostrarnos el camino hacia Niñu Mayu, ya que ella regresa a su casa que está en esa dirección. Pero luego nos quiere cobrar, aunque hemos decidido acampar a mitad de camino. “Entonces páguenme!” – grita. Hace poco la zona se ha abierto al turismo y muchos europeos vienen con sus guías a hacer trekking. No hablan con la gente. Solo con sus guías. Y los que llegan sin guías le pagan a los niños para que cumplan tal función. El resultado es que ahora todos los niños creen que los forasteros deben pagarles hasta para saludarlos. Los niños no están conformes, le dan puñetazos por la espalda a Pierino Este intenta ofrecerle una de sus artesanías como compensación a la chica. Pero esta apenas la acepta, la mira con desprecio, se la mete en un bolsillo y se va sin emitir palabra. Si no es dinero, no hay intercambio posible… .
Al otro día caminamos hacia Niñu Mayu por una red de senderos de montaña. Es emotivo ver que todos estos caminos ancestrales están aún en uso. Vemos pasar campesinos con sus pantalones blancos, sus chalecos bordados con colores y sus sombreros encintados. Algunas ancianas jalqas con su capa están a medio camino entre superhéroes andinos y espantapájaros. Este tráfico de gente nos permite asegurarnos una y otra vez que estamos en el camino correcto. Avanzamos rozando mares de trigo intercalados con cabañas de piedra, corrales y bodegas. A un campesino le compramos diez choclos que arranca de su maizal delante de nuestros ojos. Nada más lindo que comprar directamente a los productores, a los vendedores ambulantes de comida, en la calle, mercados o campos. El dinero así gastado, siento que queda en familia, lejos de las cadenas de supermercados y corporaciones.
Llegamos tras dos horas de caminata a Niñu Mayu. Allí conocemos a Ciriaco, quien se presenta a sí mismo como “gerente de dinosaurios”. El es el líder comunitario que administra las huellas de dinosaurio cercanas. Mientras almorzamos en su casa observamos a un vecino tejer un intrincado tejido jalqa. Los textiles jalqas tradicionales representan un universo sin luz, expresado únicamente en rojo y negro, aunque los hombres pueden utilizar colores. En ellos se pueden ver tanto geométricos cóndores y pumas como khurus, extraños demonios andinos.
Ciriaco me cuenta además sobre los problemas comunitarios. Entonces viene el plato fuerte: la estatal cementera FANCESA pretende instalar en Maragua una planta para procesar piedra caliza. Debido a la contaminación en el agua que ello produciría, la comunidad jalqa está demandando a FANCESA, y por ende al estado plurinacional de Bolivia. Yo confío en que el gobierno de Evo representa un avance histórico para Bolivia. Sin embargo en estos casos se presentan contradicciones. La aplaudida constitución boliviana dice que cada etnia del estado plurinacional es dueña de los recursos de su subsuelo. Pero en este caso nadie ha consultado a los jalqas. Para protestar, su comunidad caminó durante 42 días desde Sucre hasta La Paz. La historia se repite: en 1777 el indio Tomás Katari, oriundo de esta zona, caminó 110 días hasta Buenos Aires para reclamar ante el virrey por los derechos de su oprimido pueblo. Más de 200 años después, parece que Ciriaco y su pueblo deben seguir caminando…
çCaminar sobre huellas de dinosaurios claramente impresas en la roca fue algo increíble. Ciriaco nos acompaña hasta las huellas. De allí en adelante seguimos sólos. Hemos aprendido lo suficiente de quechua para preguntar: kaipi kasha camino o mana kanchu? (este es el camino?) La lengua quechua parece reconciliar en sus sílabas marcadas la esencia de las piedras cortadas para las pircas y caminos incas y la dulzura del maíz. Completamos el último tramo hacia Potolo. Posamos nuestras huellas sobre delicados caminos prehispánicos intrincados como los tejidos jalqas. Tenemos la impresión de haber dado con ese corazón intangible del que mana la Bolivia andina cuya periferia el viajero intuye en los mercados de Sucre o La Paz. Late como un vital naufragio, como un micro-universo de piedra y trigo en esas aldeas como Thuntorga o Niñu Mayu, localidades sabiamente perdonadas por los mapas y carreteras.