Hay lugares a los que la gente viaja por costumbre o imitación, como si sus decisiones fueran vagones apilados en vías de ferrocarril tendidas con poco entusiasmo siempre hacia el mismo sitio. Allí están las Cataratas del Iguazú, Ushuaia y el Glaciar Perito Moreno, Mar del Plata en verano o las Sierras de Córdoba como hermosas pero desteñidas postales. Otros rincones de nuestro país, en cambio, permanecen en silencio, eclipsados por esos gigantes. En este Blogtrip, un equipo de Bloggers entre los que nos encontramos Laura y yo, fuimos invitados a recorrer la provincia de San Juan, y relevar un destino que –a mi juicio- puede retorcer las aburridas vías de ferrocarril del habitus vacacionarius clásico y transformarlas en una montaña rusa…
Cuando vi el itinerario de nuestro viaje – perdonadme, oh lectores perdonadme por viajar una vez en mi vida con itinerario– pensé que había sido alterado por alguna sociedad secreta, porque en lugar de disparar hacia el Valle de la Luna (¿No es San Juan sinónimo del Valle de la Luna?) salíamos hacia San José de Jáchal para visitar los antiguos molinos harineros. Cuando visité Jáchal por primera vez en 2008, el sitio me había parecido de película, por su cordialidad y el entorno agreste de sus valles y cuestas. Sus molinos me habían parecido delicados ingenios moribundos que terminarían por desplomarse pesadamente antes de que las agencias de viaje o las guías supieran de ellos. No había infraestructura, apenas había carreteras. Por eso, al ver el itinerario, acepté la misión de inmediato. Es momento de comenzar a recetar Jáchal a los viajeros que quieren literalmente “descubrir” algo.
No era mi bautismo sanjuanino, ya lo dije, pero había algo único y bizarro en este viaje, porque había llegado en avión. John Ruskin, un inglés del siglo XIX, ya se había quejado del ferrocarril, diciendo que era una “máquina para empequeñecer el mundo”. ¿Qué decir entonces de amanecer en Aeroparque, y estar a media mañana llegando al árido Jáchal en una cómoda transfer? Desde el principio, la circunstancia aérea le dio al viaje una vaga aura de irrealidad. En contraste, en mi primer viaje a Jáchal, había llegado en la excéntrica grúa Liebherr de la foto, a 40 km/h,vaciando varios termos de mate en el camino. Por eso tuve que pestañar cuando delante de mí apareció el viejo poblado, con sus sauces y alamedas, descansando su adobe bajo el sol. Pronto, nuestro grupo fue conducido hacia los molinos…
¿Sabían que San Juan llegó a ser la tercera provincia productora de trigo de la Argentina? Antes del surgimiento de la Pampa Húmeda agroexportadora, San Juan contaba con 6.000 hectáreas sembradas de trigo y 16 molinos harineros de los que hoy sobreviven cuatro, ya declarados Monumento Nacional. Un censo de 1909 registraba aún 55 personas que declaraban como oficio el de molinero. El Molino del Alto (1876) se alza todavía como un sólido recuerdo de esa época. El complejo, que contaba con su propia herrería, almacén y hasta su fábrica de fideos de sémola dejó de funcionar en 1970, pero se reabrió como museo en 2004. Vale la pena quedarse a solas en el piso superior escuchando el contraste entre el ruido mecánico de las norias, y el fluir del agua, colaboración del hombre y la naturaleza para generar algo tan elemental como la harina. Hablando con Don Dionisio, el cuidador, uno se da cuenta que toda la gente de Jáchal (en adelante los “jachalleros”) están orgullosos de sus molinos. ¿Por qué? Parece que aquí no sólo se molía harina, sino que se forjaba la identidad de un pueblo.
En aquella época dorada, el trigo llegaba en caravanas de mulas desde el resto de la provincia de San Juan, pero también desde La Rioja, Salta o Jujuy. Con tanta demanda, algunos tenían que esperar hasta 15 días para moler sus granos, pero la espera no les molestaba. El molino contaba con corrales para el acampe de los viajeros y el descanso de los animales. Había buen vino y nunca faltaba la guitarra. Las noches eran una fiesta. Los llegados arpegiaban sus historias, cantaban cuecas, y le echaban el ojo a alguna que otra dama. Así muchos se quedaron y echaron raíces. De esa síntesis de riojanos y salteños en tránsito súbitamente embobados con alguna china local nació el jachallero, que por eso se siente jachallero antes que sanjuanino o cualquier otra cosa. Son alegres, fantasiosos y orgullosos. Un jachallero te echa falta envido con tres sotas y festeja zapateando el himno nacional arriba de una damajuana.
Pero ese orgullo es colectivo y no individual, y por eso me caen muy bien. Acaso porque el trigo era algo que invitaba a juntarse desde el vamos. Cuando se alzaba la rubia cosecha en un campo, todos los vecinos acudían a trabajar cooperativamente, al estilo de una minga. “Jachal era hermoso, se sesgaba y trillaba en familia en todos los campos” – nos contó un vecino que daba vueltas por allí. En esta parte de San Juan, el espejito retrovisor de la nostalgia triguera todavía arranca brillos en los ojos. Se añora la abundancia, pero se retiene la idea de comunidad. A veces me parece que en toda la zona de Jáchal, Huaco y Pampas del Chañar flota un idealismo entre el sol y el adobe, de gente que se resiste a la sequía de sus ríos y suspira con súplica al ver sus ruinosos molinos, sin por ello dejar de perseguir sus anhelos. No me quedan dudas, si el Quijote hubiera sido argentino, habría sido molinero en Jáchal.
Bonus track: el Molino de Sardiña

Otro de los famosos molinos de la zona es el de Sardiña o Santa Teresa. En 2008, tuve oportunidad de conocer a Don Chicho Sardiña, último molinero, a quien ya no encontré en el presente viaje. Más que un cuidador, Chicho parecía un caballero templario que llevaba siglos custodiando alguna reliquia. No me hubiera extrañado encontrar por allí tirado el Santo Grial…
Bonus track II: el adobe
En la zona abundan las casonas de adobe, algunas con elegantes galerías. Cuando pienso en San Juan, las dos primeras sensaciones o imágenes que evoco son esas: el sol y el adobe. Si nos ponemos a pensar, el adobe resulta de la unión de la tierra y el sol. ¿Cómo no esperar algo tan perfecto, sencillo y cálido de tales progenitores? Y el mismo sol templó durante siglos la personalidad del sanjuanino. Quizás por eso sean tan amables.

De Jachal continuamos camino hacia la Cuesta de Huaco, deteniéndonos antes en el Camping Agreste Los Cauquenes, un prometedor emprendimiento junto al río Huaco que ofrece la posibilidad de realizar kayak, trekking, escalada, y además tiene un mini museo de objetos arqueológicos. Debo admitir que miré los morteros y puntas de flecha con algo de indiferencia y prisa, porque nos esperaban con un almuerzo de campo, y el matambrito de cerdo estaba para aplaudir con los pies. Sentía que el sol y el Syrah que había bebido me llevaban de la mano hacia el reino de la modorra… El camping nos pareció un excelente lugar para pernoctar de camino a La Rioja, especialmente estratégico para ciclistas que quieran descansar antes de subir la Cuesta de Huaco o viajeros en automóvil o motorhome.
Desde la Cuesta de Huaco, todos los bloggeros invitados nos quedamos ahí como cautivos del paisaje.
Y ustedes se preguntarán, ¿por qué hablo tan bien de Jáchal? ¿Qué le debo? No sólo he dejado increíbles amistades en mi paso por la ciudad, como el versátil Pedro Robledo (dueño de una chacharita y… estudiante de Ciencias Políticas) sino que fue en un cibercafé de Jáchal donde por primera vez recibí un e-mail de Laura y empezó toda esta utopía. Por eso sigo pensando que un Quijote argentino hubiera nacido en Jáchal.
Soy muy defensor del uso del hormigón, sobre todo en nuestro San Juan tan arrasado en sus terremotos; pero cuando lees una nota con tanta pasión y tanto amor en los textos, amor en las letras que respetan las tradiciones y las narran haciendo que el espectador o el lector se sienta ahí, siendo parte. Y es allí donde doblego mi espíritu y nace mi otro espíritu conservador. Maravilloso!
Me encantó tu comentario, todos tenemos un híbrido, entre tradición y cambio en estos aspectos. Lo del terremoto de San Juan fue devastador. En mi visita essuve en le Muse que simula el temblor, fue impactante!
Me encanto la nota!!!!!!
Hermosa descripción de mi hermoso JÁCHAL! gracias por visitarlo y darlo a conocer en imágenes y comentarios, con tanta nitidez, que parece uno estar andando sus caminos y abrazándose a su cielo… VENGAN, QUE SIEMPRE UN JACHALLERO LOS HARÁ SENTIR MEJOR QUE EN CASA. SALUDOS.
Que lindo comentario Pedro!!! Gracias por tus palabras!!! Sigamos sumando gente al fogón!!
Juan, todavía me acuerdo cuando comentabas bajo la rezongona luz de una farola, mezcla de Chico Mendez y Adán contemporáneo embebido en ingenio arrabalero:…Y si ,muchas minas muchas minas(en cordillera)¡pero nada de «mina»!…es que esto de desandar caminos es lo más parecido al paraíso(decías) pero sin una «princesa viajera» no es completo…y entonces Dios creo a Eva y le puso mochila y les dijo: la creación les pertenece…No me extraña que ese mail saliera de Jáchal,por que en mi pueblo señores EL AMOR ES QUIEN TE BUSCA como el resplandor de un fogón a los pastores.Y la misión de cada jachallero es sumar gente al fogón,cada uno trae su ramita.Ustedes han traído un tronco,gracias por la llamarada¡un abrazo grande amigos!Esta es su casa ,es la casa de todos…
Que linda nota! Me gusta el estilo, las descripciones y la cantidad de informacion que das.
Y las fotos son fantasticas tambien. Texto y fotos dan ganas de subirse a un avion ya!
Si hay algo que me encanta de este blog es esa capacidad para hacerme burbuja, soplar y despertarme en otro lugar :)…sigan marcando camino que iré por alguna de las huellas, saludo!!
Hola Juan!!
Qué linda la experiencia en Jáchal! Si hay algo que me gusta son los pequeños pueblos, esos que transmiten su historia con solo caminarlos… hermoso!
Además, regresar a un lugar después de varios años siempre es interesante porque uno lo mira con otros ojos, con otra mente, con otro bagaje…
Muy lindo!!!
les mando un beso grande a los dos!
Saludos desde Johannesburgo!!
Aldana y Dino
El Cuyo y San Juan en particular son una delikatessen de adobe para los amantes de los pequeños pueblos….
Gracias a todos por acompañarme en este viaje sin fecha de regreso…
un lugar increible para tener en cuenta, gracias Juan por mostrarnos todo sobre ese lugar, saludos y buenos caminos !!!..abrazo !!!…
¡San Juan es realmente una provincia hermosa, con muchísimas lugares increíbles! Uno de nuestros mejores viajes, hace 3 años, fue cuando recorrimos San Juan y La Rioja en auto, parando en pequeños pueblos, Jáchal fue uno de ellos… Imposible olvidar también la Cuesta del Viento, imponente!
Hermoso relato Juan Pablo!
Saludos,
Leo y Angeles, de Historias Viajeras.