Los amantes de la historia y la geografía tuvimos para entretenernos la semana pasada cuando India dio signos de que su intención de cambiar de nombre va en serio.
Fue en la última cumbre del G20 en que el primer ministro de India se sentó detrás de una placa donde se leía Bharat, el nombre del país en hindi, el mayoritario de los 20 idiomas oficiales que tiene este país de 1.4 billones de habitantes.
El evento disparó una polémica pública, tanto política como intelectual en la India, sobre cuál debería ser el nombre del gigante asiático en el siglo XXI.
Los que abogan en favor del cambio de nombre, dicen que India es un resabio del colonialismo inglés, que el nombre fue puesto desde fuera. “Es un nuevo comienzo”, publicó el grupo de medios en lengua Hindi ABP News.
Sin embargo, me tomé el trabajo de seguir el debate local por los canales de You Tube de diversos medios como el Hindustan Times, y me di cuenta que la propuesta está lejos de ser unánime.
Los historiadores indios debatían (en inglés) si el cambio de nombre de India era realmente un grito de libertad postergado, o si tenía un solapamiento político destinado a cosechar consenso interno.
No son pocos los que hacen la última lectura, dado que el primer ministro lidera el partido Bharatiya Janata Party (BJP), por lo que existe, más allá de cualquier sed de justicia simbólica, casi un intento de “brandear” en términos partidarios.
India no sería el primer país que cambia su nombre colonial por uno nativo. Los países hacen exactamente eso todo el tiempo, se sacuden los nombres para comunicar su identidad de la forma que su idiosincrasia nacional se lo exige según las épocas.
Su vecina Sri Lanka adoptó el presente nombre recién en 1972, dejando atrás el Ceylán usado en épocas coloniales. Más recientemente, otra ex colonia británica, Suazilandia, se rebautizó a sí misma Esuatini.
Lo que tienen en común todos los casos es que se deja atrás un exónimo, es decir, un nombre puesto desde afuera.
¿Pero qué significa Bharat, el nuevo nombre de India?
Bharat es un término ancestral, y el nombre para India en unos 26 idiomas asiáticos, y deriva, según algunos, de una tribu homónima, ya nombrada en el Rigveda, el texto religioso más antiguo de la India.
Es el término con que los indios se nombran en su propio idioma, aunque ambos términos, India y Bharat, son ya oficiales e intercambiables, y ambos aparecen, por ejemplo, en el pasaporte.
Uno es el nombre hacia el exterior, y el preferido por las clases más occidentalizadas; el otro el usado en la calle, en los mercados, en los pueblos.
Si se está hablando en inglés, se dice India, si se habla en Hindi, Bharat. Muchos indios sienten que penalizar “India” sería, más que una reivindicación nacional, una manera de meter cizaña entre clases.
Sería como si Alemania reclamara al mundo que, en adelante, sólo la llamen con su nombre nativo Deutschland, en lugar de permitir los diferentes exónimos como Germany (inglés), Germania (italiano), o Alemania (español), todos derivados del nombre de las tribus bárbaras que ocupaban la zona en épocas del imperio romano.
Pero también es cierto que en India existen 20 idiomas oficiales y que, en muchos de ellos, como el tamil, hablado por 78 millones de personas, el nombre del país es Intiya, mucho más similar al vocablo acusado de extranjero.
Muchos historiadores critican el hecho de que, en todo caso, la sustitución de India por Bharat no cambiará mucho para el centenar de grupos étnicos minoritarios, ya que, para ellos, Bharat representa una India hegemónica de la que nunca fueron parte.
El origen del nombre India
El motivo alegado por el que India quiere cambiar de nombre es porque India, según algunos políticos de alto rango, sería remover todo rastro del dominio británico.
La india fue colonia inglesa desde 1858 hasta 1948, cuando ganó su independencia, pero la influencia se remonta a la British East India Company, una cruza entre imperio comercial de ultramar y corporación global, ue ejerció soberanía real con ejército y administración propia en toda la presente India.
Los reyes ingleses eran, a la vez, emperadores de India, y aparecían en sus billetes y sellos postales.
Pero la palabra India está muy lejos de haber sido una invención inglesa, sino que deriva, tras una larga serie de modificaciones del nombre del mayor río del occidente del país, el Indus, cuyo nombre en sánscrito es Sindhu.
El Indus se origina en los altos Himalayas y da origen al Ganges y al Brahmaputra y fluye por 3200 km antes de desembocar en el Mar de Arabia. Toda la tierra que atravesaba era conocida con el nombre del río.
Pero los persas no podían pronunciar la “s”, y la cambiaron por una “h” aspirada, para dar nacimiento a Hindu, que luego derivó en Hindustán para referirse a todo el país. La palabra hace su debut en una inscripción en la antigua Persépolis, capital del Imperio Aquemónida de Darío I. Y de hecho, cuando viajaba a dedo en Medio Oriente y quería decir que me dirigía hacia India, debía decir Hindustán.
Lejos de sentirse ofendidos por el uso de Hindustán, los indios siempre lo abrazaron. Hindustán fue el nombre de una de las primeras marcas de autos del país, que produjo el modelo Ambassador entre 1957 y 2014.
De los persas el nombre pasó a los griegos, pero a estos les costaba pronunciar la “h”, por la que la abandonaron, dando origen finalmente a toda la familia que hoy conocemos: Indus, para el río, India para el país, índico, para lo relacionado a todo ello.
El primer libro sobre India se titula justamente Indica, y lo publica Magéstenes en el siglo IV a C.
Del griego el nombre pasó a todas las lenguas europeas, incluyendo el inglés.
Concusiones: ¿se solucionan nuestros problemas fusilando palabras?
Esto me gatilla un primer pensamiento. ¿Es la palabra India realmente un recordatorio del yugo inglés? ¿O es casi como una lenta sedimentación, un jarabe lingüístico, que resume dos milenios de interacciones de India con el mundo exterior?
¿No son siempre los nombres puestos desde fuera? ¿No se convierten en propias esas cicatrices? ¿No es el Fuerte Rojo, la principal atracción turística de Delhi, un resabio de la dominación de los mogoles? ¿No debería, bajo esta lógica nacionalista, ser destruido?
Creo más en el mestizaje que en la idealización de los purismos.
Y segundo, si de barrer con “todo rastro del colonialismo inglés” se trata, no debería India desactivar todos sus trenes, que son lo que le ha permitido mantenerse unida a pesar de sus cien grupos tribales, sus castas y sus etnias.
Indian Railways es hoy el mayor empleador de India, con nada menos que 1.38 millones de dependientes. El país heredó una de las redes ferroviarias más amplias del mundo, construidas durante el período colonial.
Es cierto que durante el período colonial hubo injusticias, hubo hambrunas, hubo humillaciones, como la Masacre de Amritsar de 1919. Pero, en la calle, tomándole el pulso a la gente, no se percibe un odio acumulado como en Sudáfrica.
De hecho, los tátara-nietos de Justin Rowlat, el introductor de las leyes que suspendieron las libertades civiles y que desembocaron en las rebeliones populares y la consecuente represión, vive hoy con su familia en India, y se siente como en casa, siendo amigo personal incluso del tataranieto de Mahatma Gandhi, a quien su ancestro quería ver muerto.
Al contrario, los indios juegan al críquet y se jactan de ser los amos del deporte del que una vez fueron aprendices. El discípulo supera al maestro.
La bebida nacional de India es el té, que bajo todo punto de vista debe su introducción masiva a las costumbres británicas.
India y el mundo inglés se co-moldearon, en cierta forma, son un Frankenstein con partes del otro, como para andar ahora reclamándose los pedazos.
¿Será la prioridad real de India, con sus cientos de millones de postergados con hambre real, lograr victorias simbólicas?
Para muchos intelectuales indios, de hecho, ningún cambio simbólico solucionará los millones de hambrientos y la esclavitud interna y los desocupados.
Creo más en la evolución y supervivencia de las palabras según la aceptación o rechazo de la comunidad lingüística, y no por decreto de un partido político nacionalista.
No veo ganancia en fusilar a una palabra, en penalizarla, en creer que en su hoguera desaparecen nuestros errores y nuestras penas. Al contrario, creo que es la manera más fácil de no mirar hacia adentro para preguntarnos qué podríamos hacer mejor.
Descreo categóricamenbte de que el cadáver de la palabra India se convierta en pan para 1.4 billones de habitantes.
Leo tus opiniones en los comentarios.
Hola Juan. Gracias por tu blog y por tus crónicas de viaje. Creo que acá estás equivocando tu análisis y lo estás haciendo naturalmente desde tu mirada y comprensión de la situación.
El sentido de cambiar el nombre a Bharat, no tiene la intención de ir contra la historia colonial británica, sino ir a favor de la cultura ancestral vedica.
Bharat no es un nombre en hindi, es un nombre en sánscrito. Seguramente hayas leído el Mahabharata, de dónde proviene el Bhagavad Gita, uno de los textos filosóficos más importantes de la humanidad. Maha = Gran, Bharata
Allí se explica que Bharata Varsa era un imperio, dónde existían cientos de reinados. Su capital era Hastinapura, hoy Delhi. De hecho entendiendo ésto, te das cuenta que la actual India, más que un país, es un subcontinente, dónde coexisten decenas de culturas.
En realidad, es el nombre Hindú, el que surge cómo intento de luchar contra la colonia inglesa. Termino acuñado por Vivekananda en un intento de unir a todos éstos pueblos colonizados por los ingleses. El origen de éste termino es si el que describis, una cuestión de pronunciación de los pueblos persas para llamar a los habitantes del otro lado del río Sindu, que pronunciaban la S como H.
Narendra Modi fué el primer ministro de India que más trabajó para reivindicar su cultura ancestral. Y seguramente recordarás que fue el promotor del día internacional del Yoga el 24 de junio. Fué quién le dió el mayor presupuesto al ministerio de Ayush (Ayurveda, yoga, unani, siddha y homeopatía) para promover éstos sistemas de salud. Y es quién reinvindico a todas aquellas instituciones que promueven el Sanatana Dharma (espiritualidad más allá de una religión particular) cómo ISKCON (International Society for Krishna Consciousness), también conocidos cómo Hare Krisna y tantas otras.
Entonces el sentido de éste cambio de denominación, es recordarle al mundo y a sus habitantes, el verdadero legado de éste país (el cual es el único que en la enciclopedia británica tiene un apartado aparte para su filosofía) que es su basta comprensión filosófica, para explicar el sentido de la vida humana. Y de alguna manera ayudar a que su gente no se pierda en la vorágine materialista occidental debido al notable crecimiento que le economía de la India está teniendo en la última década.
Bharat nos recuerda a nuestra identidad espiritual, nos ayuda a comprender que esta existencia material es tan solo un destino más en el viaje de nuestra evolución espiritual. Que éste planeta, en realidad es un grano de arena suspendido en un universo de Miles de millones que existen.
Bharat no vine para separar, sino al contrario, viene a unir, a recordarle a la humanidad que en ésta existencia temporal, necesitamos de la ayuda del otro para avanzar. Y que no podemos lograr la plenitud de nuestra existencia, sino ayudamos a los demás a qué lo hagan también.
Bharat nos recuerda que tenemos una causa común.
Hola! Estoy de acuerdo con la parte filosófica! Sólo que no es mi análisis sino las declaraciones oficiales, textualmente «remover todo rastro del British rule». Si a eso le sumamos que el tipo este tiene todo el país empapelado con posters de culto a sí mismo, creo que la cosa viene por el lado mucho más mundano del populismo. ¡Saludos!