GONDAR Y EL FETICHE IMPERIAL

gondar
La culpa la tuvo una postal enviada por un militar italiano que no podía de ninguna manera saber que iba a ser mi tío abuelo. Cumplió con la ceremonia de enviar una postal a su familia desde un país de ceremonias, en medio de una guerra mundial que lo había reclutado sin permiso. Estaba fechada en 1940 en Gondar. De adolescente, sin barba ni Wikipedia, tuve que buscar en una enciclopedia gorda de tan sabia (cuya tapa roja aún exhibía los mordiscones de un hámster glotón que murió indigestado tras su inusual approach a la cultura humana) para saber dónde quedaba eso. Aprendí dos cosas de un tiro: que Gondar era una ciudad del norte de Etiopía, considerada la Camelot de Africa, famosa por los castillos y recintos reales del legendario emperador Fasiladas, y también que ese país había sido ocupado fugazmente por la Italia fascista entre 1935 y 1941. Desde entonces inundó de viajes mi imaginación saber que nuestra historia familiar se había entrelazado en algún punto con la lejana Abisinia. Setenta años después de que Vito Licitra se marchara de Etiopía como prisionero de guerra, un descendiente con mochila llegaba al país. Este post es una especie de introducción a la mística etíope, a lo que en mi humilde criterio identifiqué como las esencias, mitos, ceremonias de este país, distinto a cualquier otro de África. No podría empezar a contar las aventuras que me tocaron vivir mochila al hombro sin primero presentar el terreno.

Extravaganza histórica

A lo largo de los siglos, debido a su ubicación en un altiplano, Etiopía pudo evolucionar según su capricho, prácticamente sin interferencias externas más allá de la torpe jugarreta militar italiana y la influencia islámica en sus provincias orientales. Tuvieron sus propios emperadores, que reclamaron descendencia ininterrumpida desde el mismísimo rey Salomón y gobernaron sin envejecimiento ni evolución ideológica hasta que un golpe de estado comunista depuso a Haile Selassie en 1975. No les alcanzó con tener su propio idioma, el amhárico, que además consideraron imprescindible tener su propio alfabeto. Dieron cuerda a su moroso calendario (según el cual estamos en el año 2008). Incluso tuvieron su propia hora. Y sobre todo, como te dirá cualquier etíope inflando el pecho de orgullo – y a veces de xenofobia- , nunca fueron colonizados por ninguna potencia extranjera, si no que firmaban tratados con ellas de igual a igual. Según algunos por error Dios los puso en África…
debre selassie
Mientras los europeos reinventaban a una virgen María rubia y aria los etíopes contraatacaban con ángeles locales. Se ve que, no importa la latitud, el hombre creo a Dios y su séquito a su imagen y semejanza. Hay 133 de ellos mirándote desde el techo de la iglesia Debre Selassie, y todos se parecen a los chicos que, afuera, alinean sus puestitos de limpieza de zapatillas.
Etiopía vive en su propio universo construido para la comodidad de la mentalidad etíope, donde por su puesto Etiopía está allí en los cielos. En los casi tres meses que pasaría en el país llegaría a la conclusión de que los etíopes viven fumándose el folclore de esa historia triunfal y exhalando nubes de humo todavía más densas que les empañan la visión de sus defectos y, muchas veces, les impide progresar. Sus hijos nacen ya con esa fumarola mental instalada. Un poster en un bar de Gondar mostraba a un león cachorro preguntándole a su padre “Padre ¿qué se siente perder una batalla?”. Este respondía indignado: “No lo sé hijo, somos etíopes”. Porque aunque la monarquía fue oficialmente depuesta, su emblema –el león- sigue siendo un ícono indiscutido del país. Toda esta extravagancia histórica era otro de mis motivos para visitar Etiopía y, aunque muchas veces prevalece una mirada despectiva hacia los faranji (extranjeros) presento mis respetos a su estirpe y a su identidad inalienable.

La ceremonia del café –y los espíritus que comen pochoclo-

Cruza de Sudán a Etiopía fue un cambio instantáneo. La ruta comenzaba a trepar al altiplano que nunca nadie había logrado arrebatar a los etíopes. Las casas de adobe estilo Medio Oriente daban lugar a las chozas circulares de madera, actualizándose la imagen del África primordial que uno tiene cargada en el imaginario. Después de un mes de desierto, volvíamos a ver árboles. Pero había un ingrediente que no era visual: no digo que una familia estaba preparando café, o que había una cafetería al costado del camino, sino más bien como que el país entero olía al café que emanaba colectivamente de todas las casas y chozas. Tenía el dato de que el café era originario de Etiopía pero no sabía que, además, era parte integral de su identidad. Lo descubrí cuando en un comercio al que me acerqué a comprar agua mineral me puse a conversar con Nowey, el hijo de la dueña. Era un comercio sencillo cuyo techo no era más que una tienda de refugiados de las Naciones Unidas reciclada. Nowey hablaba buen inglés, algo raro en Etiopía, y sintió la necesidad de presentarnos su cultura antes que a sí mismo. Cuando le dije que no sabía lo que era la ceremonia del café Nowey revoleó sus ojos como lunas oscuras y, dirigiéndole una mirada lateral a su madre sonrío discretamente y dijo: “sería un placer para nosotros que nos acompañaras mañana”. ¿Iban a bendecir granos de café? ¿tenían tramado alguna especie de show turístico por el que iba tener que pagar?”. No sabía mucho de qué se trataba pero acepté sin vueltas la propuesta. ceremonia del café La cita era en el mismo comercio antes del almuerzo, es decir, a las seis hora etíope. Llegamos puntuales para presenciar el ritual social, que en realidad se había iniciado una hora antes cuando la madre de Nowey –sólo las mujeres tienen la potestad- había comenzado a lavar, tostar y hervir los granos. Esto último estaba terminando de hacer cuando llegamos y la vimos en el centro de la acción, sentada en el medio de la sala. Como una sacerdotisa del cafeto, dejaba caer desde una vasija de cerámica el flujo preciso del color de la tierra sobre tacitas decoradas con banderas etíopes y, como no podía ser de otra manera, leones. Las tazas estaban colocadas en grilla sobre una mesa diminuta con cajones para cucharas y demás implementos. Esta mesita, me iba a dar cuenta, era uno de los elementos irreducibles del ritual, y podía variar desde un cajón de cervezas invertido con un repasador arriba hasta una elaborada mesa de caoba. Pronto me di cuenta que la mujer había servido seis tazas aunque éramos cinco. Y esa fue la clave para descubrir un nuevo mundo. Al parecer, los etíopes reconocen toda una dimensión de espíritus potencialmente malignos alrededor suyo, llamados tsars, a los que intentan apaciguar reservándoles un lugar en la ceremonia. Si salpica café en la bandeja, la madre de Nowey no se molesta en limpiar, ya que las más humildes de estas entidades se conformarán incluso con esos restos. Desde ya que también hay invitados reales, porque los vecinos y familiares suelen aprovechar la reunión para ponerse al día. Según su edad, cada persona aguarda su turno para beber el café. La primera tanda, llamada abol, es la más fuerte y la preferida por los ancianos. Los adultos y jóvenes aguardan a la segunda, denominada tona, que es más suave. Los niños son los últimos y para ellos está reservada la tercera y más aguachinada de las raciones, conocida como baraka.
palacio de gondar
En Gondar, nos perdimos en palacios vacíos que extrañaban a sus reyes. Y qué decepción para ellos, lo que apareció en la puerta fue un mochilero.
Todo el proceso demora hasta una hora e incluso en los bares y locales comerciales pueden demorarse hasta veinte minutos para traerte una taza. Nada más lejos de la irrespetuosa instantaneidad con que, en el mundo industrializado, extraemos del café su dosis de fuerza para que sea nuestra muleta de nuestra atropellada existencia. Beber café en Etiopía es cosa seria, y la ceremonia se lleva a cabo en la más humilde de las viviendas rurales o en el más caro de los hoteles. Otros elementos rituales y requisitos sine qua non para servir una taza de afé es que el suelo esté repleto de hierbas (que las amas de casa o propietarios de bares compran por fardos en el mercado local) y que el aire sea purificado con incienso. He llegado a ver el piso cubierto de hojas como en la selva incluso dentro de un “internet-café”. Debe haber sido todo un puzzle para los etíopes asimilar semejante híbrido de modernidad y tradición, un dragón global de gigabytes que tomó prisionero a los granos de su tierra. Ante la duda y para que encastre con su fortificada identidad, evidentemente optaron por exigirle a la novedad mantener las mismas credenciales rurales con el café se ha venido sirviendo por milenios. Es como si la ceremonia fuera una brújula que siempre apunta al origen y que orienta a los etíopes en tiempos de cambio.

Los castillos de Gondar – y el fetiche imperial

El epicentro de la mística de Etiopía son sus emperadores, que ocuparon sucesivamente un trono de dos mil años de antigüedad. Parece que la reina de Sheba realizó un viaje a la corte del Rey Salomón y regresó como Dios manda, con un hijo del susodicho en su vientre que se convertiría, según la leyenda, en Menelik I, primer emperador de Etiopía allá por el año 950 AC. Todos los emperadores siguientes, por nada menos que 225 generaciones y casi 3000 años, hasta el derrocamiento de Haile Selassie, reclamaban orgullosamente su ascendencia salomónica. Practicaron incluso la religión judía, hasta que en el siglo IV unos monjes sirios que venían navegando desde la India introdujeron de casualidad el cristianismo en el siglo IV y Etiopía comenzó a poblarse de santos y monasterios. fasiladas-castle castillos-de-gondar     fasiladas_bath Gondar fue la capital de este imperio desde 1636 hasta 1855, y todavía pueden visitarse los catillos, pabellones reales y jardines que le dieron a la ciudad fama mundial. Bastó ver el panorama de sus torreones bañados por la luz ámbar del atardecer para entender que aquello era más que una ruina. Esas piedras me estaban diciendo que desde las entrañas de África, Etiopía había emulado la grandeza de los reinos cristianos europeos, y se había dado a sí misma reyes, feudos y palacios. Lau y yo caminamos por el recinto real festejando el estar pisando césped (todo un lujo después de Sudán) y entramos en cada ambiente, ahora vacíos y surcados por haces de luz, construidos en un estilo que combinaba influencias moriscas, portuguesas e indias. Sobre algunas puertas podía todavía verse la estrella de David, como una divisa inequívoca y legitimadora de la conexión de las dinastías etíopes con su pasado salomónico. Además de salas de oración con vistas a las 45 iglesias de la ciudad, salones de banquetes, librerías y archivos, había jaulas donde, hasta 1992, morían de aburrimiento leones abisinios. De vez en cuando, el emperador sacaba a pasear a los leones. De hecho, en su gira europea de 1924, una manada de estos felinos integraba su séquito, y uno de ellos fue obsequiado al rey de Inglaterra, quien a cambio le devolvió una corona que los de barba color jengibre se habían choreado en una expedición de 1868. Lo paradójico es que, en la tierra que se vanagloria de los leones, ya casi no quedan ejemplares en libertad:  la superpoblación galopante ha empujado al límite de la extinción a los grandes mamíferos.
billete haile selassie
El odiado y amado emperador, hoy un retrato arrugado en la billetara de las abuelas más nostálgicas…
Quizás no tenías idea sobre Gondar y sobre el emperador Fasiladas, su constructor, pero seguro conocés al último emperador etíope, Haile Selassie. Ingresó en el imaginario colectivo cuando en 1935 pronunció enardecidos discursos en la Liga de Naciones (Etiopía era el único país africano libre y por ende miembro del organismo) protestando contra la invasión italiana. Militarmente sus tropas fueron derrotadas, pero su postura de hierro lo convirtió en un héroe del posterior movimiento descolonizador de África. Como si ese pedestal no alcanzara, desde el Caribe, los seguidores de Marcus Grevey lo proclamaron dios viviente de la religión rastafari. (Ras Tafari era el nombre del monarca antes de ascender al trono). Los colores del reggae que todo el mundo asocia a Jamaica y hacen de telón de fondo de tantas imágenes de Bob Marley son en realidad la bandera etíope. Los rastafaris creían que Haile Selassie era la reencarnación de Cristo y que lideraría toda África hacia la justicia divina. Me imagino que desde el Caribe, Etiopía se vería como una tierra idealizada y no se imaginaban que el tipo terminaría siendo un monarca absoluto bastante discutido en su propia tierra, que declaró su propio cuerpo sagrado según la constitución y fracasó en elevar la calidad de vida de su propio campesinado. Sin comprar el aura mesiánica que le quisieron dibujar los rastas, no puedo dejar de admirar la fiereza con que dominó su país en una época de imperios al acecho.
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La antigua bandera etíope. El león de Judea, extrapolado a la iconografía del reggae, era en realidad un símbolo imperial.
 

La Gondar Italiana y el orgullo –“Es que nunca fuimos colonizados”

Una de mis mayores curiosidades era si la breve ocupación italiana había dejado una impronta. Los mismos etíopes consideran el período 1935-1941 no mereció consecuencia alguna en la psiquis nacional. Al considerándose el único país africano en no haber sido colonizado, también, se excluyen voluntariamente del grupo de países que podrían adjudicar sus miserias de hoy al período colonial. (De eso quiero hablar en el próximo post) Pero esa etapa sí dejó un legado arquitectónico. La gente sigue llamando piazza, al centro de Gondar, debido a que todos los edificios fueron construidos por los italianos en un estilo art-decó simplificado, con poco ornamento pero con el toque modernista de aquellos días. Parece que los tanos pensaban quedarse mucho más tiempo, porque edificaron la oficina de correos –que sigue funcionando-, cuadras enteras de comercios, un cine e incluso casonas para alojar oficinas gubernamentales. Yo me senté en el Café Abisinia (ahora renombrado Ethiopia, para no usar el nombre dado por los italianos al país) a tomar una cerveza Sant George, sin dejar de pensar que muy probablemente mi tío abuelo se habría sentado en algún momento en el mismísimo café.
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En la esquina, el Hotel Ethipia y el bar del mismo nombre.
A veces es el orgullo el que no deja ver algunas cuestiones pragmáticas irrefutables. Un etíope que me acompañó para indicarme donde quedaba la panadería se jactó de lo poco que había durado la presencia italiana y, segundos después, me dijo que casi todo Gondar había sido construida por el invasor. (Lo que inevitablemente me dieron ganas de preguntarle qué estuvieron haciendo desde la Segunda Guerra Mundial hasta antes de ayer). Muchos de los puentes, carreteras, hoteles, escuelas y mercados que aún funcionan en Etiopía fueron erigidos por los italianos, aunque es tabú decirlo: eso implicaría admitir que el elegante emperador depuesto liberó el país y se dedicó los sesenta años siguientes a mirarse en el espejo en vez de a modernizar el país. Llegué al país con el prejuicio de que todos los etíopes amarían la figura de Selassie pero me encontré con que la mayoría consideraba su reinado como una etapa perdida, donde el país durmió durante décadas. A nivel idioma me encontré, todavía, con algunos vocablos italianos como náufragos lingüísticos en medio al dominio total del amhárico. Dicen “ciao” para despedirse, «piasa» al centro de cualquier ciudad, y «makina» al auto. Siguen nombrando en la lengua de Dante a cualquier autoparte. Lo más llamativo es que le dicen “mastica” a los chicles. Cuando el primer niño etíope al que le convidaron un chicle se quedó sin saber qué hacer, algún tano le habrá dicho “mastica” como una instrucción, sin saber que junto con la goma de mascar estaba bautizando una palabra para una novedad que había llegado sin etiqueta. En las dos semanas que pasamos en Gondar pudimos darnos cuenta que la gente era mucho más directa y, por ende, con menos cortesías y formalismos para expresarse que en otras partes. Si en un hotel preguntabas si te podían hacer un descuento sacudían una mano en el aire y te decían “Go” y daban media vuelta. Un día sucedió un episodio que me dejó la mente dando vueltas como un trompo alrededor de preguntas incómodas. El recepcionista de la pensión, todos los días a las seis de la mañana, nos golpeaba la puerta y comenzaba a gritar “Money, Money!”. Al tercer día me fui a quejar con la propietaria, a explicar le que no pensaba salir corriendo sin pagar y su respuesta fue: “Disculpen, mis empleados no saben cómo ser amables, es que nunca fuimos colonizada. De hecho, hasta hace poco no teníamos ni una palabra para decir «lo siento». Somos así, naturales, como Dios nos trajo al mundo”. ¿Puede tener algo que ver el no haber sido colonia con la falta de algunas convenciones sociales que algunos etiquetarían como «amabilidad»? Semejante relación sólo puede salir de una mentalidad del siglo XVI según la cual los europeos alumbraban al mundo con sus nociones de civilización, cosa que me negué siempre a creer. Recordé sus palabras muchas veces en los tres meses en que viajé por Etiopía, y no hay día que no tema que puedan ser ciertas.

No se está quebrando la columna, está bailando

Etiopía es un país sostenido por sus ceremonias. A veces amás su unicidad, y festejás el hecho de que hasta en la manera de saludarse sean originales (no dan la mano como el resto de la humanidad sino chocan sus codos, más veces a mayor grado de amistad). Otras veces los querés matar, como cuando el kilo de paltas vale 10 pero se rehúsan a venderte medio kilo a 5 y se te quedan mirando como si les hubieras pedido 133 gramos. Nadie sabe tampoco por qué los etíopes bailan dislocándose las vértebras con espasmos epilépticos en los clips de sus canciones (ver video). Bah, me río de pura envidia porque tengo menos movimiento de cintura que una heladera.  Otra incógnita es por qué pasan meses al año ayunando, en un país donde el alimento, de por sí,  sabe escasear. Cuando llegamos era cuaresma, y por cincuenta y cinco días guardaban ayuno hasta el atardecer y se abstenían por competo de carnes y ciertos tipos de alimento. Este es mi primer post sobre el país, y me tienta muchísimo confesarles algunas reflexiones que me surgieron durante los tres meses que viajé por él. Es que no hay aspecto de la vida cotidiana que los etíopes, fiel a su estilo, no hagan de otra manera. La comida, la religiosidad popular, los desafíos de un país superpoblado… Me guardo estos temas para los próximos artículos. Sólo puedo adelantarles que mientras tomaba mis cervezas en el Café Ethiopia, en el centro italianizado de Gondar o desayunábamos jugo de mango en sus cafetines, no sabía qué esperar del país en términos de receptividad y hospitalidad hacia los mochileros. ¿Podríamos viajar a dedo y conectar desinteresadamente con la gente local? Por el momento espantaba las preguntas como moscas y disfrutaba del aroma a tierra húmeda mezclado con café, y observaba cómo los jóvenes detenían en medio de la calle a barbudos sacerdotes ortodoxos para besar la cruz que estos llevaban colgando. Laura y yo nos enfrentábamos a un país como ningún otro, y pronto tocaba dejar la ciudad y salir a la ruta. [mks_pullquote align=»left» width=»300″ size=»14″ bg_color=»#f6a900″ txt_color=»#ffffff»]

Consejos prácticos

Alojamiento en Gondar

Nosotros nos quedamos en la Pensión Sycamore, que por 200 Birr, (unos 10 dólares) es lejos la mejor opción, porque las habitaciones están nuevas y hay wi-fi.

Dónde comer

Four Sisters es el nombre de un emprendimiento de cuatro hermanas que preparan comida etíope tradicional más algunos platos internacionales. Cuando llegás el portero seguridad toca una trompeta y te reciben como a un mandatario y te convidan vino de miel casero. El lugar está bien puesto, pero casi ningún plato vale más de 5 dólares.
jugo de mango
El clásico jugo de mango de cada mañana y el mapa con que planeábamos nuestra ruta.
Podés comer una pizza en el Telecafé, debajo del correo, o desayunar un jugo de mango natural (entre 0.75 y 1 dólar) con unas sambusas. Es obligatorio ir al Café Ethiopia en la misma esquina de la piasa, a tomar unas cervezas o un café. Si querés saber más sobre comida etíope, lee el post de Lau al que te lleva el enlace.

Que ver en Gondar

La entrada a los castillos (Royal Enclosure) vale 150/ 75 Birr normal/estudiante (7 / 3,5  dólares) e incluye también la entrada a los Baños de Fasiladas. Tampoco hay que perderse la iglesia Debre Selassie, ni las construcciones italianas de la piazza. Gondar es a su vez buena base para conocer el Lago Tana, la fuente del Nilo Azul o organizar un trekking en las Simien Mountains.[/mks_pullquote]

6 comentarios de “GONDAR Y EL FETICHE IMPERIAL

  1. Kaly Fernandez dice:

    Me encanto la historia de estar sentado en el cafe donde quizas estuvo tu tio-abuelo, le comentaste a algun Etiope que sos familia del otrora invasor? jajaja, mi bisabuelo vino a Sudamerica de Alemania en el 45, huyendo, no puedo saber mucho ya que se cambio nombre y apellido al venir, y esa misma premisa me da a no querer saber mucho mas. Tengo que admitir que si bien te leo hace tiempo, veo una critica constante al Socialimo de tu parte que choca de lleno con mi creencia del mundo, pero vos estas haya viendolo, y yo aca sentado leyendo, por eso mismo ni voy a criticar ni dejarte de leer, el año que viene comienzo mi propio viaje, ojala logre llegar a la mitad de lo largo que fue el tuyo, y ahi podre sacar mis propias concluciones, abierto a que quizas pueda estar equivocado, aunque espero que no jaja, de todas formas, sos una excelente ventana al mundo, y es indudable lo mucho que aprendo tanto de este blog como el de tantos otros viajeros. Honestamente habia leido muy poco de Africa, si bien imaginaba una cultura distinta, no imaginaba algo tan diferente como lo q retratas aca y en el post q subiste el 22 de agosto, hacia rato que no me desvelava por quedarme leyendo, asi que espero ansioso lo nuevo que tengas para contar de un lugar donde no muchos se animan a ir a ver verdaderamente como es

    • Juan Pablo Villarino dice:

      Hola Kaly, gracias por le comentario! Si, fue muy loco el andar dando pasos sobre las mismas baldosas que mi antepasado, sin saberlo…. Mucha gente huyó a Argentina de Alemania después del 45. Pero no todos los que cambiaban sus nombres lo hacían porque eran criminales refugiados. Ek escenario era mucho mpás complejo: había gente a la que le cambiaban los nombres por no saber escribirlos como correspondía, otros querían olvidar toda esa etapa, y el nombre es la bandear de la identidad más fácil de cambiar. Desde ya, muchos se habían mandado macanas… En cuanto a lo que me decís sobre mis críticas que he hecho en este blog, no han sido tanto al socialismo sino al comunismo, ya que he viajado por Cuba, Venezuela y muchos países de Europa del Este que 30 años atrás vivían bajo ese sistema, que no tiene nada que ver con el socialismo como puedo entenderlo yo. Si te chocaron esas historias, pues bueno, esa era le intención, que la gente desidealice algunas banderas que son fáciles de levantar cuando vivies lejos y bajo otro sistema que te permite comer todos los días. Cuando dicen socialismo algunos miran a Caracas, pero yo pienso en Oslo, o Londres, donde para mí se aplican mucho más la equidad y ayuda social en coexistencia con el respeto por la libertad económica que en las réplicas latinas. Como dices, hay que visitar, incluso vivir en ambos países y sacar las propias conclusiones. También uso otro termómetro: yo vendo mis libros, desde este blog, a toda Latinoamérica menos a Cuba y Venezuela, donde la gente tendría que pagarme tres meses de su salario par costear el libro y el envío. Los pocos que pueden darse el lujo muchas veces no los reciben porque el correo es una mafia organizada jajja Te mando un abrazo, gracias por tu compañía en este viaje por Africa.

  2. Mar Urbina dice:

    Hola. Que interesante trayectoria por Africa! Espero leerte más. No obstante me hacen ruido algunas cosas de tus relatos, como el vínculo de los modales con la práctica colonizadora europea. Por supuesto que relacionar para contrastar diferencias o apreciar similitudes es una forma de conocer. Igualmente imagino lo difícil de relacionarse con más gente que consideramos grosera. Aunque pienso que hay que cuidar nuestras convenciones y posicionarnos del otro lado. Sobre todo si es que mencionas aspectos históricos, para tener en cuenta las singularidades temporales y espaciales.
    Aún más cuando esta gente tiene bien claro su posición frente al colonizador. Claro que dicho discurso podría verse como nacionalista y hasta xenofóbico (como tu o lau mencionaron). No obstante, descarto totalmente los modales como un «bien» de la tradición europea, al contrario, me parece que nuestro legado occidental nos delimita muchos ámbitos de nuestra vida diaria, mismos que nos impiden apreciar la vida de otros. Simplemente creo que no hay que esperar a encontrar las mismas convenciones que conocemos y procurar abrirnos a nuevos tratos. De lo contrario… ¿necesitamos nuestras convenciones sociales para quienes las carecen o por qué no nos adaptamos a sus convenciones? ¿De lo contrario, no nos volvemos colonizadores?
    Pero bueno, es una pequeña disertación jeje. Espero tengan muchas aventuras que contar! Y mucha suerte!

    • Juan Pablo Villarino dice:

      Mar, lee bien el texto: los que adjudican su falta de amabilidad al hecho de no haber sido colonizado son los mismos etíopes. Estoy citando: no es una conclusión mía. Yo estoy igual de sorprendido que vos jaja Igual, muchas cosas de los relatos del viaje por Africa te van a hacer ruido, me hace ruido todos los dias a mi… Acá la realidad es muy distinta a los mitos políticamente correctos y prefabricados que nos enseñan en la Universidad (el relativismo cultural, etc, teorías con las que vine munido) y que sonaban progresistas en el discurso y acá se desmoronan como castillos de naipes, como todo prejuicio acuñado fuera de Africa por la culpa blanca. Te mando un abrazo desde Tanzania!

  3. Luciano dice:

    ¡Hola chicos! Sentado en la compu y con una humeante taza de café negro, leo y disfruto por segunda vez del artículo… me asombra que haya tan poco conocimiento de África ¡SIENDO UN CONTINENTE!.. .Es increíble cómo el capitalismo sólo muestra lo que tiene algún tipo de rédito económico y olvidan contar las vidas de tantos millones de almas. ¡Gracias por la inspiración! En un par de meses comenzaré mi viaje sin fecha de retorno. ¡Cuídense y sigan contando estas anécdotas!
    Abrazo Porteño
    Luciano

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