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EN LA COLONIA MENONITA DE NUEVA ESPERANZA

colonia de nueva esperanza
Junto a mi amigo Raul decidimos visitar la colonia menonita de Nueva Esperanza, muy cerca de Guatraché, en la provincia argentina de La Pampa. Yo acababa de dar presentar mi libro Vagabundeando en el Eje del Mal en la ciudad de Bahía Blanca. Raul  se había encargado de la logística, y sobre todo de las variopintas botellas que alegraron el postludio del evento. Ya sobrios, a la mañana siguiente, decidimos visitar lo más “exótico” que teníamos a mano…
Los menonitas son una comunidad religiosa anabaptista que se originó en el siglo XVI en Europa, y que en la época de la Reforma se distanció tanto del protestantismo como del catolicismo por proponer el bautismo voluntario de creyentes adultos, y no el de bebés. En la Dieta de Espira (1530) tanto el Vaticano como los protestantes acuerdan la persecución de los anabaptistas, que terminan revelándose en Münster, Alemania, evento en el que perecieron cientos de ellos. Espantados por el derroche de sangre, los menonitas iniciaron una diáspora que los desparramó por el mundo. Provenientes del norte de Holanda y Alemania, se establecieron en comunidades agropecuarias, en las que cultivaron un estilo de vida frugal en el que destaca su aversión por la tecnología, la endogamia, y la conservación del bajo alemán, o plat-deutsch, una dialecto que en la Europa actual sólo se escucha en las canciones folclóricas.
Hoy día sólo el 37% de los menonitas habitan en Europa; los restantes pueblan asentamientos dispersos en más de 100 países alrededor del mundo, la mayor parte en África. En América Latina son particularmente numerosos en Paraguay, Bolivia y México. El número mundial de fieles asciende a 1.480.000 aproximadamente… La colonia que visitamos con Raul se llama Nueva Esperanza, queda en la provincia argentina de La Pampa, y cuenta con 1400 habitantes. Fue fundada por colonos procedentes de asentamientos menonitas de México y Bolvia…

Es domingo. Raúl y yo avanzamos en el Gol, con los ojos atentos a cualquier cambio cultural en el paisaje. Rodamos por un camino de tierra, y somos conscientes de que cualquier alambrado o tranquera puede involuntariamente señalar la línea de inflexión cultural entre dos mundos. Por ahora, sólo tierra y más tierra, y cruces de tierra tejidos en la periferia de nuestras pampas, muy lejos del asfalto y las estaciones de servicio con wi-fi.

Los fardos han comenzado a rodar frente al vehículo como en las películas del Far West, cuando al fin vimos un cartel indicador artesanal que decía “Colonia. Campo 1”. Girando a izquierda, ingresamos en otra arteria de tierra. Llegar a la colonia de Nueva Esperanza no es sencillo. A lo lejos – ¡bingo!- se ven grupos de hombres reunidos alrededor de un jinete que luego saldrá al galope. Sé que los menonitas se movilizan en carros tirados por caballos, que ellos mismos construyen. Mi vista los busca ansiosa, pero aún no tengo el honor. Nos acercamos al grupo de jóvenes con la excusa de preguntar dónde queda la iglesia…

La primera impresión al bajarnos del auto a saludar, era que estábamos ante un grupo de clones del mismo individuo. Me permito pensar, a pesar de no ser experto en el tema, que acaso el entrecruzamiento de genes entre un número reducido de individuos, sin aportes de otras razas, haya derivado en la tendencia a la generación de individuos con cada vez menos diferencias inter-individuales. Todos son rubios, de ojos claros y prolijos, de innegable aspecto germano. Usan viseras tipo baseball, azules o pardas, sin inscripciones. Sus atuendos también son casi idénticos, con camisas claras a cuadrillé, mamelucos con tiradores y chaquetas azules. Cuando nos bajamos se abren en semicírculo y el primero que hace contacto visual se adelanta para responder a nuestro pedido de orientación por la iglesia. Cerca, unos niños más pequeños, nos observan, pero no se acercan.

Como Raúl ha tomado como propio el rol de scout y escucha con atención las instrucciones y referencias geográficas para llegar a la iglesia, aprovecho a observar a los jóvenes. Detecto que a pesar de vestir de manera uniforme, algunos utilizan el limitado espacio para la diferenciación dejado por su homogénea organización social, y enganchan al orificio del tirador de la cremallera objetos varios. Uno tiene un escudito metálico del River Plate, otro una botellita plástica en miniatura de Seven Up. Le pregunto sorprendido al primero si es de River, y me responde entusiasmado que sí. A pesar de no tener afiliación futbolística alguna, le cuento que yo también, y él se pone contento. Cuando les saco una fotografía, les agradezco en alemán, cosa que ellos celebran sorprendidos. De allí en adelante, la complicidad va creciendo.

Sigo mirando, y veo que a los pies de uno de ellos reposa una damajuana vacía. Aunque el alcohol está prohibido, aún no hemos entrado en confianza para preguntarles sobre el tema. Mi mente es de hecho un índice de preguntas que reprimo por estrategia. Lo mismo con el más alto de ellos, que deja ver el cable de unos auriculares blancos que trepa desde las profundidades de su chaqueta hasta el oído. La música, aparentemente, también estaría prohibida, como todo elemento que aleja a las personas de la familia, el trabajo y la espiritualidad. En Afganistán, los talibanes habían llegado a prohibir a los ancianos escuchar el canto de los pájaros que mantenían en sus jaulas. Un paralelo con los talibanes sería exagerado, pero una reminiscencia es inevitable.

Seguí leyendo sobre la colonia menonita de Nueva Esperanza en los demás posts de la serie.


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Acerca del Autor

Juan Pablo Villarino

Desde el 1 de mayo de 2005 recorro el mundo como mochilero para documentar la hospitalidad y la vida cotidiana de los destinos más insólitos a través de mis crónicas. Escribo libros de viaJe para contribuir a la revolución nómada.

13 Comentarios

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  • Muy interesante el relato, y a medida que lo leo mas preguntas dan vuelta en mi cabeza. Entonces te pregunto, je! en este mundo globalizado, viven apartados por opcion de la tecnologia, pero es hincha de river y tiene un cable que sale de su bolsillo???? Siempre me pregunte como logran estas comunidades mantenerse en el tiempo porque creo que mas alla de todo intento por llevar un tipo de vida, tan alejado de lo general, es algo muy compejo. No creo que no tengan ningun contacto con “los otros distintos”, y sin embargo mantienen su integridad de comunidad. Me recuerdan (tal como vos decis) a los ortodoxos extremos y no se si los extremos son buenos…
    Estas y mas!!!! son preguntas que me gustaria que lo charlemos.
    Cariños y gracias por compartirlo!!!

  • yo conosco muy bien la colonia menonita de santiago del estero la verdad son personas muy buenas ,trabajadores y respetuosos la onestidad esta por sobre todas las cosas es algo que nuestra sociedad esta perdiendo hoho mejor dicho la perdio hace tiempo …….
    ciando recien comenzo a ser habitada la colonia menonita a nosotros los vecinos nos llegaron muchos comentarios sobre ellos nos decian que eran personas muy malas y otras cosas mas muy feas pero cuando los empesamos a conocer nos dimos cuenta que no es asi hoy en la actualidad hay muchas peraonas que trabajan ahi y pueden llevar el pan a la mesa sin tener que salir a trabajar en otras provincias seria bueno que conoscan la colonia menonita es un lugar muy lindo

  • Ojo que los menonas aportan muy poco al Estado comparado con la guita que ganan. Y eso que medio los obligaron a garpar algo, porque no garpaban nada hace unos años. No en vano son mal vistos por mucho por haber cuasi fundido la industria de silos de otras regiones, quedandose ellos con el monopolio, claro esta, al no pagar impuestos y tener mano de obra barata. Silos de los menonas estan en lugares tan alejados como Jujuy (Volcan, Humahuaca, Tilcara, etc)

  • Ser nomade en una sociedad globalizada y sedentaria ¿no es tan “obsoleto” como la endogámica sociedad melonita?
    Tolerar las diferencias es, también, aceptar que no siempre la tecnología y las supuestas libertades del capitalismo neoliberal son avances en las libertades colectivas de los pueblos. Abrazo.

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