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CHIANG MAI: ARENA PARA NUESTRA PINTORESCA MARGINALIDAD

Foto. Foto prestada de la pagina de los Cyclowns. El circo en plena accion . Para la policia, una amenaza a la civilidad…. alegria sin codigo de barras.
Unirse a un circo es algo que uno debe hacer al menos una vez en la vida – habia dicho mi viejo amigo Matias por mail cuando le comente los planes. En Chiang Mai ccomenzaria a tramitar ese pasaje, de viajar solo a formar parte de una caravana de exiliados. Primero, la primer dificultad que encontraria seria que mientras que el circo se encarga de presentar a la audiencia material explicito, la poesia trata de sugerir para que el receptor evoque. La palabra es un artificio magico, un hechizo, que evoca. Magia explicita, magia implicita. Presentar poesia en el escenario iba a tener sus dificultades que me exigiria ajustes.

Pero por el momento habia llegado a Chiang Mai con la mochila y estaba buscando al circo. Chiang Mai me parecio muy insulsa al comienzo, no podia creer que la gente iba alli. Esta bien, esta lleno de templos, pero calculo que nadie visita mas de cuatro templos sin sentir que luego son todos iguales. Pero los turistas estaban alli y era un buen sitio para artistas callejeros como nosotros para hacer dinero. Con el tiempo, creo, incluso le ibamos a tomar algo de carinio. El encuentro con el resto de los chicos del circo, a quienes habia visto por ultima vez en Octubre de 2005 en Turquia, se produjo en la Thai Pae Gate, donde todos los dias a las 8 pm hacen su show. Alli estaban Johnnie, el contrabajista de Minneapolis, Shanty, clarinetista y muy apto a la hora de hacer malabarismos con pelotas de ping pong usando solo su boca, Raffi, el violinista, y Janine, que hace algo de magia, trompeta, y marionetas. Los chicos sabian que yo estaba en camino, pero no tenian ni idea que pensaba unirme al grupo. Se estaban quedando en el Canvas Café, donde la duenia era una pintora que los dejaba quedarse gratis por un tiempo. “Pero ese tiempo ya esta pasando” – me dice Johnnie “ese es siempre el problema con nosotros, siempre nos prestan casas por un tiempo y ese tiempo siempre llega a su fin”. Para no complicar su situacion mas decidi pagar por mi habitacion en ese mismo hostal. Nos quedariamos alli mucho mas de lo previsto, y las calles de Chiang Mai se volverian tan conocidas como las de la propia ciudad. Cada noche, el area cercana a Thae Pae Gate se volveria una arena para relucir nuestra pintoresca marginalidad, una arena donde conocer otros viajeros que atraidos por el singular espectaculo brindado por las mutantes bicicletas, por el contrabajo de Johnnie y el el violin punkie de Raffi…


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Acerca del Autor

Juan Pablo Villarino

Desde el 1 de mayo de 2005 recorro el mundo como mochilero para documentar la hospitalidad y la vida cotidiana de los destinos más insólitos a través de mis crónicas. Escribo libros de viaJe para contribuir a la revolución nómada.

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