MÁS ALLÁ DEL PULITZER

foto ganadora pulitzer
 Hace algunos días, el fotoperiodista argentino Rodrigo Abd ganó el prestigioso Premio Pulitzer de fotografía con el retrato de un padre enseñando a su hijo la poco infantil destreza de disparar un lanzacohetes, en el marco de la Guerra Civil siria.
El titular la anunciaba como una fotografía que conmocionó al mundo. No se  si fue el agravante de la asistencia paterna, o la necesidad de sensibilizar sobre un conflicto vigente lo que movió a los jueces a premiar las obras. En realidad, no interesa.
No voy a cuestionar la elección del jurado, mucho menos la probidad del fotógrafo. Tampoco ahondaré sobre los intrincados  orígenes políticos o religiosos del conflicto. Estas palabras se desprenden más bien de un escalofrío, y de un cuestionamiento de los ojos con que miramos esta fotografía. Porque si bien la misma “impactó” al mundo ¿No se trata de un impacto conocido? ¿No es como un zapato usado que nos queda perfecto, que calza sin la menor resistencia?
En definitiva, allí están esos musulmanes otra vez con sus fusiles y sus bombas. ¿Qué hay de nuevo viejo? Volvemos a apoyar la cabeza en la almohada perfumada y nos olvidamos de ellos. Entonces ¿impactó realmente la fotografía?
Para escribir mi primer libro, Vagabundeando en el Eje del Mal, recorrí Siria durante casi dos meses, viajando a dedo, ingresando al país desde Turquía, y visitando Aleppo, que hoy está destruida, la capital Damasco, y las ciudades de Homs y Hama, pero también las ruinas de Palmira en el desierto, y campamentos beduinos y aldeas que no aparecen en ningún mapa.
Confraternicé, por lo tanto, con sus ciudadanos de toda profesión y clase social. Todos me hicieron lugar en sus alfombras –en Siria se socializa en el suelo- llegando incluso a discutir entre vecinos por el honor de alojar al visitante. Llegué a escuchar la frase: “Por haber compartido el almuerzo con nosotros ya eres parte de la familia. Aunque no te volvamos a ver”.
Y vi muchos niños, sí. Y ninguno portaba armas. Lo que no nos cuenta la fotografía ganadora es lo que más nos alarmaría –bienvenido otra vez señor impacto- es decir, que esos niños no nacieron con lanzagranadas sobre sus hombros, y que normalmente asisten a una escuela, juegan a la pelota, respetan a sus mayores –en Siria observé los niños más educados que conocí en mi vida.
En este post quiero mostrarte lo que está más allá del  Pullitzer.
El libro fue un intento de dar a conocer que había “vida” en Medio Oriente a un mundo que preguntaba, con más interés, si la había en Marte. Quería difundir cosas que ellos hacen que todos nosotros hacemos: esperar un colectivo, jugar a las cartas, bostezar o tomar mate –leíste bien-
Pero peleo contra molinos de viento: los sirios, los afganos, los iraquíes sólo llegan a los titulares con un rifle en la mano o una venda en la cabeza. Es como si nos complaciera estaquearlos a la estampa de la violencia, limitarlos a su capacidad de barbarie para así, ya distantes, no identificarnos, cuestionarlos ni cuestionarnos.
Por eso comparto con ustedes las siguientes fotografías. Sobre el fondo de este complemento de normalidad, quizás entonces sí, la fotografía del Pulitzer pueda movernos a pensar en las horas del crimen que está viviendo nuestro planeta.

Sonreír a cinco pasos de distancia

aleppo
Hakim y Okbaa

Los niños –junto con los ancianos- están entre los sujetos fotográficos  favoritos de los viajeros: no  se irritan y sonríen sin que se les pida. Aún así, fotografiarlos implica casi siempre una interacción, acaso un jugueteo para ganarnos su confianza, un ida y vuelta de gestos universales que prescinden de gramática. Cuando no la hay, me siento más un predador de imágenes que un cronista.

Pero en Siria, algunos de estos episodios me tomaron por sorpresa. Mientras recorría la ciudadela del siglo XIII se me acercó el niño que aparece en la izquierda de la foto. No me pidió dinero ni se ofreció de guía voluntario, simplemente se esmeró en seguirme a cinco pasos de distancia y a sonreírme cada vez que al darme vuelta constataba su presencia.

Cuando le devolví la sonrisa, completó los cinco pasos que nos separaban con enorme satisfacción. Busqué mi machete de idioma árabe-inglés y le pregunté su nombre y edad. Hakim tenía ocho años. Cuando puse mi dedo sobre la palabra escuela asintió con la cabeza. Hice lo mismo con la palabra casay volvió a mover la cabeza.

De manera que no era un huérfano, iba a la escuela y tampoco estaba mendigando. Me di cuenta que mi cabeza occidental estaba configurada a la defensiva. Hakim simplemente caminaba a mi lado señalándome de vez en cuando mezquitas y ruinas y diciendo cosas en árabe que jamás comprendía.

Entró conmigo en algunos de estos recintos y esperó pacientemente mientras tomaba fotografías.Cuando Okbaa, mi anfitrión en la ciudad,  pasó a buscarme como planeado, Hakim no quiso separarse. Gracias a mi nuevo intérprete, me enteré que los padres del niño peleaban mucho, por lo que pasaba mucho tiempo en la calle. Había albergado la fantasía de que esa noche se iría a la casa del forastero, y lloriqueó cuando Okbaa le explicó que yo seguía viaje en pocos días.

Okbaa intentó comprar su felicidad con 50 rupias sirias: el niño volvió a llorar y finalmente se alejó mirando el suelo. No había hecho nada para merecer tanto afecto. Cuando recuerdo Siria aún lo veo, caminando detrás de mí  y sonriendo, a cinco pasos de distancia.

Un paracaidista en el patio de la escuela

Otras veces es su imaginación la que sustituye a la realidad con versiones más entretenidas. En la aldea de Ebla me hice amigo de Mohammed, un maestro que me permitió visitar una escuela y presenciar una casa. Desde que puse un pie en el aula, y apoyé mi mochila en un rincón, el profesor se hizo invisible.
Mohammed hablaba de sumas y restas, y los niños miraban a La Maga. Mohammed explicaba las decenas y centenas, y los niños miraban más fijo a La Maga. Mohammed empezó a garabatear números árabes en el pizarrón, pero ya no había niños en los pupitres. Con desordenado alboroto se habían reunido alrededor de la mochila, palpándola con sumo cuidado como si ésta fuera a morderlos.
Mohammed golpeó la pizarra con el borrador y los niños volvieron a sus trincheras, ¿ah, no? a los bancos entonces, pedón, es que había vuelto a mirar la foto del Pulitzer. Pero duraron poco. De a uno se ponían de pie, se acercaban al escritorio donde me había acomodado y me dejaban galletas y caramelos. Sonreí y lo miré a Mohammed. Este hablo un momento con los niños y luego tradujo:
–  Piensan que eres un paracaidista, que caíste en el patio de la escuela y que    debésestar agotado después del salto.
–  ¿Por qué piensan eso?
–  Bueno –dijo señalando a mi mochila- ahí has dejado el paracaídas…

De humano a humano

 ninios-sirios
En un caserío del desierto entré a una despensa que era apenas una vivienda familiar adaptada a tienda. Detrás del mostrador no había mayores, sino un grupo de niños. Les pedí una botella de agua mineral y les conté, para satisfacer una curiosidad que sabía que no se animarían a exteriorizar, que venía de un país lejano y estaba haciendo un largo viaje.
Al escuchar esto el niño desapareció tras una cortina. Al cabo de dos minutos, regresó con una olla con arroz mezclado con trozos de carne de cabra. Eran los restos del almuerzo familiar. Me lo ofrecían porque estaba en tránsito y a pie.
Había dejado de importar que fuera extranjero o no, que fuera musulmán o no. Era simplemente el común denominador de lo humano. Incluso más allá de la especie, un ser vivo más sobreviviendo en el desierto. Capaces de entender mucho más que el funcionamiento de un arma.

 Otras cosas que puede aprender un niño sirio

Hay otras cosas que los hijos sirios aprenden de sus padres. Los beduinos ya casi no andan en camello, también por allá llegaron los camiones 1114 y las motos baratas chinas. Por eso, aquí un padre le muestra a su hijo los controles básicos del vehículo. Cada año, suben sus animales al camión y se internan en el desierto, en busca de pastos frescos y manantiales que sólo ellos conocen.

niños beduinos
Por supuesto, Alí es aún muy pequeño y se conforma con la bicicleta.
carpa beduina
Conviví con esta familia tres días. Los beduinos sirios me enseñaron a hacer pan, acompañé a los niños a pastorear, y me hicieron visitar a todas las tiendas de sus familias amigas!

Estamos invitados a tomar el té

En una casa de té, día a día, un padre transmite a su hijo un asunto muy serio. En Siria se beben millones de litros de té al día.

Sin dudas, la sabiduría más valiosa que un hijo aprende se padre en Siria, aún cuando éste no se percate de la diaria instrucción, es la hospitalidad. El cuidador de las ruinas de Ciudades Muertas, cerca de Marrat al Numan –ciudad también castigada por los enfrentamientos- me recibió en su casa para gran algarabía de los piojos asomándose en la izquierda de la foto.

Okbaa: «My feeling is great between bullets»

Esta es la ciudad de Aleppo, en el norte de Siria, una ciudad de 4 millones de habitantes, tan antigua que la Biblia la nombra como los tangos nombran Boedo. No era una ciudad pobre, pero si tradicional, y los ancianos de turbante y túnica cuya alma aún rondaba el desierto se cruzaban con estudiantes ávidos de reformas y con perfil de Facebook. Sobre todo, curiosos.
Cuando visité el campus de la universidad, uno de ellos se acercó para preguntarme la hora en inglés, excusa para averiguar de qué país era. Se llamaba Okbaa y estudiaba medicina. Pero además era un poeta aficionado que escribía versos en árabe clásico que su generación no comprendía. Inevitablemente terminamos conversando: celebró mi argentinidad, y aventuró que mi pelo largo me hacía “más argentino” ya que me hacía parecido al Che Guevara.
Me ofreció su casa y acepté, y desde allí exploré la ciudad. Okbaa parecía hipnotizado por los guiños nacionalistas de su gobierno. Soñaba con una gran Siria soberana, unida a Líbano y a Jordania que, para ubicarse en contexto, comparten raíces comunes como aquí las naciones llamadas “bolivarianas”.
Le pregunté a varios sirios si no les parecía una monarquía, que un presidente fuera hijo del presidente anterior. Uno de ellos me dijo “Don’t say that” – y me pidió que bajara la voz, pues las paredes escuchaban. Yo observaba la falta de ciertas libertades en Siria, pero sinceramente hoy, algunos años después, temo que la presente revolución instale un régimen teocrático aún más castrador…
Cuando volví a tomar contacto con Okbaa, a través de Facebook, la guerra civil ya había comenzado. Me sorprendió encontrarlo del lado de los rebeldes. Se había recibido de pediatra y trabajaba en un pequeño pueblo. Le pregunté cómo se sentía. Lo que me respondió pierde fuerzas si lo traduzco, y es la frase que titula este apartado.
“Resistiremos hasta la victoria” – añadió, y recordé su afecto por el Che Guevara. Dijo que ya habían perdido a 10,000 mártires, y ni él ni yo sabíamos que la cifra llegaría a 45.000. Tenía mucha curiosidad de saber qué pensaban los argentinos de lo que estaba sucediendo. Le confesé que, para el común de la gente, se trataba de un conflicto más de Medio Oriente. Su respuesta me hizo tragar saliva.
[mks_pullquote align=»left» width=»300″ size=»18″ bg_color=»#f6a900″ txt_color=»#ffffff»]“Dile a la gente que recuerde los 30.000 desaparecidos durante la dictadura militar argentina. Bueno, eso mismo está sucediendo aquí ahora, mientras chateamos” Okbaa Jaddou[/mks_pullquote]
Hoy Okbaa vive en Yemen, donde se refugió con su familia. Sigue salvando vidas en el hospital de Sanaa, la capital. Si hablás inglés y querés mandarle un mensaje diciéndole que a vos sí te importa la tragedia de Siria, te estará muy agradecido, y será una manera de que estas fotos, además de buscar el impacto, ayuden a unir nuestros pueblos. Podés escribirle en su perfil de Facebook.

Unidos por la yerba lavada

Creo que uno puede ponerse en la piel de otro cultural en la medida en que puede arañar esa pátina de otredad y hallar puntos comunes. Que los que mueren sean musulmanes de un país que no muchos no podrían señalar en el mapa, no es un buen comienzo.
Pero ¿no cambia la cosa si les cuento que quienes mueren toman mate? Siria es el principal importador de yerba mate fuera de América Latina.
La costumbre llegó de la mano de aquellos que emigraron a la Argentina a principios del siglo XX, para luego regresar a su patria. Los sirios tienen su propio ritual, los recipientes son más pequeños y no rotan, y a la bombilla le dicen massasa.
Sin embargo, uno ve que en un punto sus labios se desfiguran, miran su vasija, y empiezan a echar la yerba a un tacho mientras dicen no sé qué. No necesito saber árabe para entender que se les lavó el mate.
En la foto, Okbaa (derecha) y sus amigos fumando el argilleh en uno de los modernos cafés del barrio de Azizieh. Los viajeros también solemos “pecar”, al reducir la realidad a favor del romanticismo, mostrando sólo lo tradicional, lo que hace única a cada cultura pero también la ata a su propio estereotipo.
El efecto colateral de esta costumbre es que, sin darnos cuenta, proveemos una fuente de no identificación. En Medio Oriente también hay autopistas y wi-fi, universidades y autos modernos. Pero claro, es mucho más entretenido fotografiar bazares, tiendas beduinas y comidas exóticas.
No es fácil fotografiar espacios que en tu país de origen se verían similares…
Ojalá estas imágenes y breves anécdotas sirvan para darle un marco a la foto del Pulitzer, para verter sobre ella los otros niños posibles que ese niño beligerante desplaza del centro de atención. Necesitamos recuperar lo normal para tener una escala de lo excepcional, y dejar de aceptar tragedias como bolsas de nylon del supermercado. Quizás entonces las miradas que lancemos hacia esos otros sean como boomerangs que vuelvan al corazón. Haya paz.

Más información sobre Siria

La campana del gobierno: Syrian News
Entrevista completa a Al Assad: http://www.youtube.com/watch?v=8s8UrZhkJRQ
Guerra Civil Siria en Wikipedia: http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_Civil_Siria
Premios Pulitzer: http://www.pulitzer.org/
La visión de un vagabundo argentino: Vagabundeando en el Eje del Mal

20 comentarios de “MÁS ALLÁ DEL PULITZER

  1. matias lopez ferrando dice:

    Hola Juan. Capaz que te acuerdes de mi porque siempre que puedo te recuerdo lo mucho que aprecio tus palabras hacia los sirios.
    Se me está haciendo imposible vivir viendo todo lo que pasa allá, asi que quiero traer a refugiados al país, pagando todo yo o poniendo plata entre muchos. Tenes idea como puedo hacer? sabes a donde me tendría que hacer escuchar?
    Perdoname que te patee la pelota a vos en este tema, pero sos al primero que se me ocurrió solicitar ayuda.
    Gran abrazo.

  2. María Paz Castillo dice:

    Juan Pablo:

    Sigo tu blog ocasionalmente y recordé que habías viajado por «el eje del mal». En cuánto vi una entrada de Siria, me puse a leer, porque sabía que tenías otra visión al respecto. Yo por mi parte escribí hace algún tiempo porque me interesaba saber qué era lo que pasaba y el por qué, más allá de las escasas noticias que llegaban hace unos meses atrás.

    Tus palabras y buena onda, respecto a mostrar otra realidad es muy motivante, para seguir, en la medida de lo posible, dar a conocer lo que pasa allá lejos, fuera de la imagen que muestras al principio o del niño muerto en la orilla de la playa.
    Me lloré todo el artículo, pensando en la bondad de la hospitalidad, que a veces en un mundo revuelto por la internet ( que extrañamente nos une y nos separa más) olvidamos que dentro nuestro existe una natural buena onda y que la desconfianza muchas veces es algo que nos quieren vender para que no molestemos, no nos unamos.

    Un abrazo gigante y gracias. Saludos a Laura

  3. lea dice:

    Excelente nota.
    Viví 3 meses en Isreal, haciendo trabajo voluntario en un convento católico, y tuve la oportunidad de conocer mucho de la cultura de medio oriente, más allá de lo religioso y los conflictos armados, así que sé de lo que estás hablando (escribiendo).

    Gran blog!

  4. Solange dice:

    Aproveché mi tarde de domingo para leer, y por curiosidad, recorté todas las entradas por Siria y comencé a leerlas cronológicamente, cuando estaba por pedirte una reflexión actual porque las primeras entradas son de hace 10 años! Pero el verdadero impacto ya se había originado con cada historia y, especialmente con esta última entrada filtrada y la historia de Okbaa varios años después.. Me quedé sin reflexiones de mi parte, sólo emoción. Gracias otra vez por contar todas estas experiencias que viviste!

  5. Bruno Bosio dice:

    muy buena nota, realmente hizo emocionarme y aprender muchisimo..sobre todo lo del ojo fotografico en las culturas.

    creo que esta foto puede ser tomada cualquier día a cualquier hora en la casa del Imperio central, Estados Unidos, país que se llena la boca hablando de paz libertad y democracia, mientras los ciudadanos/as compran armas como si van a comprar pan y cada dos por tres hay masacres, sin contar las masacres que ellos mismos producen y engendran invadiendo paises por doquier..

  6. Maria Dolores Suriani dice:

    Increíble el mensaje que transmitis en la nota, la verdad que somos muchos los que nos quedamos con la imagen de la violencia. Gracias por traernos esta perspectiva que solemos dejar de lado . Saludos!

  7. John Marshall dice:

    Hola Juan, como siempre fiel a tus maravillosas opiniones en tu blog. Mi pana, cuando vi este Pulitzer Argentino, estuve casi en paralelo realizando mi reflexión acerca del Pulitzer Venezolano Héctor Rondón, que como bien te comenté por el Facebook, su fotografía tuvo ocasión en un intento de golpe de estado en Venezuela en 1963. Hoy más que nunca estas imágenes deben quedar grabadas en nuestras mentes (no olvidar en lo más mínimo), ya que nosotros por ser humanos tendemos a cometer los mismos errores una y otra vez. Aún más en esta agitada Venezuela del siglo XXI, que al parecer lo político es lo cotidiano.
    Te invito a que lo leas y así complementar tu visión de Venezuela luego de tu reciente visita:
    …así como lo pienso: ¿Merecemos los Venezolanos otro Pulitzer en fotogr… http://asicomolopienso.blogspot.com/2013/04/merecemos-los-venezolanos-otro-pulitzer.html?spref=tw

  8. chetoba dice:

    Qué agregar a ésto, IMPECABLE JUAN, super impecable. Como si en Argentina la gente sólo andaría con cacerolas por la calle. La verdad que de lindo ésta foto no tiene nada y menos que menos si era un juguete, peor ainda.

  9. Anonymous dice:

    Eldiscurso hegemónico de quienes necesitan que quienes no puede viajar para verificarlo, la realidad se limite a una imagen de lo que se necesita hacer creer como única verdad. Imagino que al que vió una cara más macro del mundo, le queda el amargo sabor de comprobar con cuánta impunidad se crean realidades con una simple y recortada imagen. Lo bueno: que se pueda contraponer y replicar con otras imágenes, con relatos que nos sugieren: cuidado, no creas todo lo que ves(oís, escuchás…) sin antes darle y darte la oportunidad de verificarlo y/o refutarlo para confirmarlo. Elemnental, Watson 🙂 Gracias por tan grata contribución!

  10. mil camins dice:

    Juan Pablo, me gustó el relato de Siria.
    Las dos veces que estuve, la primera en 1986, tuve el mismo recibimiento que tú.
    Me duele en el alma lo que está sufriendo el pueblo sirio. Son gente que me dieron mucho cuando los visité.

    Un saludo!

  11. Anonymous dice:

    Un dato.
    el premio lo gano junto con otros 3 periodistas, por un conjunto de fotos, no solo por esta.
    y según leí, ese arma no es un verdadero lanza misiles. No están entrenando al niño con armas reales. Es de juguete.

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